Continuamos con ‘Aullidos Cinematográficos‘ nuestro especial dedicado a repasar algunas de las películas más importantes del género de terror con el hombre lobo como protagonista
Puede afirmarse sin ningún género de dudas que en el cine de licántropos hubo un antes y un después de «Aullidos (The Howling, Joe Dante, 1981)», cuyo guión se basó remotamente en el primer libro de la trilogía The Howling (1977), de Gary Brandner. Aullidos comienza con Karen White, una presentadora de informativos de la cadena KDHB-TV de Los Ángeles, sirviendo de cebo a la policía para capturar a un salvaje asesino en serie llamado Eddie que la acosa telefónicamente. Llevando un equipo emisor, Karen se cita con Eddie en una sórdida cabina de un sex-shop. Situado a su espalda, Eddie le hace ver una snuff-movie mientras intenta seducirla diciéndole lo bien que se va a encontrar. Cuando finalmente le da permiso para volverse, ella se encuentra frente a algo que no le parece humano. En ese momento dos policías irrumpen en la sex-shop y el más joven e inexperto dispara contra la cabina, matando al psicópata.
La experiencia deja profundamente traumatizada a Karen, que es incapaz de recordar lo que ha visto. Buscando ayuda, acude al doctor George Waggner, que le recomienda pasar una temporada en La Colonia, un centro de readaptación que dirige él mismo. Así, Karen y su marido Bill llegan a un apacible lugar, rodeado de bosques donde los habitantes viven de la cría de ganado, hacen fiestas nocturnas junto al mar y las mujeres juegan al tenis mientras los hombres salen a cazar liebres. Pero nada es lo que parece. Los habitantes de La Colonia son un grupo de licántropos. Además, Eddie regresa para unirse a la jauría…
Para muchos (entre los que me incluyo) Aullidos es la mejor película de hombres lobo desde la de Terence Fisher. Y no solo por su aspecto visual, ya de por sí impresionante. Dante buscaba una transformación como no se hubiera visto antes. Una transformación completa, que pudiera ser rodada en un solo plano sin recurrir al stop-motion ni a los encadenados progresivos como se había hecho hasta entonces. Para ello, contrató a Rick Baker, quien ya se había comprometido con John Landis para fabricar a un hombre lobo perfecto que apareciera en un proyecto del director que se llamaría ‘Un hombre lobo americano en Londres’. Baker llevaba ya tiempo pensando en aplicar dispositivos hidráulicos debajo de máscaras para crear la ilusión de que determinadas partes de los cuerpos se hinchaban horriblemente durante la mutación, pero el proyecto de Landis parecía estancado, así que cuando contactó con Dante no se lo pensó dos veces. Sin embargo, poco después recibió la llamada de Landis confirmándole que su proyecto salía adelante y, sin que se sepa muy bien por qué (se habló de motivos económicos), abandonó a Dante, dejando a cargo de los efectos especiales a su asistente, Rob Botin, de apenas 21 años. Y no cabe duda de que a pesar de su juventud, Botin hizo un trabajo magistral que aun hoy en día sigue sorprendiéndonos. Aullidos dejó boquiabiertos a los aficionados cuando contemplaron sus enormes hombres lobo y sus increíbles transformaciones, para las que Botin utilizó látex, máscaras hinchables y toda clase de prótesis. La espectacular transformación completa de Eddie frente a Karen dura ¡varios minutos! durante los cuales las uñas crecen, las manos se estiran, asoman los colmillos y la piel se cubre de pelo frente a los ojos del espectador como si se tratara de un brillante truco de magia.
Pero Aullidos constituyó también una verdadera revolución en el plano narrativo. Sus hombres lobos no son personajes atormentados que buscan desesperadamente una cura. Están orgullosos de serlo, ya que se les ha ofrecido la oportunidad de dar rienda suelta a los instintos generalmente reprimidos en la naturaleza humana, y no solo los más destructivos, como demuestra el marido de Karen (vegetariano y monógamo al llegar a La Colonia), que tras ingresar en las filas de los licántropos da rienda suelta a todos esos impulsos que durante tiempo negó (o le fueron negados), como el comer carne o incurrir en la infidelidad conyugal cuando hace el amor salvajemente frente al fuego a la exuberante Marsha. Su único conflicto reside en elegir seguir llevando una vida salvaje cazando humanos (como decidió Eddie) o adaptarse al nuevo orden del mundo manteniéndose ocultos y alimentándose de ganado, como pretende hacer el doctor Waggner en La Colonia. Claro que como dice Erle Keaton, el anciano licántropo interpretado por John Carradine: “No se puede domar aquello que nació salvaje. ¡No es natural!”
Por otra parte, Dante moderniza y maneja los tópicos a su antojo. Sus hombres lobo se transforman cuando quieren, pues al ser una metáfora de la dualidad existente en todo ser humano, no precisan de la luna llena para mutar: “¡Tonterías de los de Hollywood!”, exclama Walter Paisley, el propietario de la libreria ocultista donde los compañeros de Karen, Chris y Ferry, acuden en busca de información. Como es lógico, cuando retornan a su forma humana son plenamente conscientes de sus correrías como hombres lobo, lo que no ocurría en otros acercamientos cinematográficos al mito. Otros tópicos, sin embargo, son imprescindibles y necesarios, como que son vulnerables a las balas de plata y al fuego.
Por último, Dante sembró su película de numerosos guiños intelectuales, referencias y cameos que harán las delicias de los aficionados al género. La muestra más evidente de ello son los nombres de los personajes, tomados directamente de directores de cine auténticos que abordaron el tema. El doctor Waggner toma prestado el nombre del director de The Wolf Man de 1941; el nombre de Ferry Fisher, la compañera de Karen, homenajea a Terence Fisher, el director de The Curse of the Werewolf de 1961; el director de la cadena se llama Fred Francis en referencia a Freddie Francis, el realizador de Legend of the Werewolf de 1975; e incluso uno de los personajes se llama Jack Molina, como nuestro Paul Naschy. En cuanto a los cameos, aparece el gran Roger Corman buscando monedas en el cajetín de una cabina (el productor y director siempre llevó fama de tacaño) y Forrest J. Ackerman, historiador y editor de la revista Famous Monsters of Filmland aparece como cliente en la librería de Paisley llevando bajo el brazo un ejemplar de su mítica publicación. También hay referencias audiovisuales, como la foto de Lon Chaney, Jr. que el doctor Waggner tiene en su despacho o las escenas de The Wolf Man que vemos en la televisión de la casa de Chris cuando Karen le dice que Bill ha sido mordido por un lobo o la que aparece después de los títulos de crédito finales. Durante la transformación de Eddie, lo que aparece en la pantalla de la televisión es el Lobo Feroz acechando a los Tres Cerditos en la versión de dibujos animados de Disney de 1933. También se nombra al famoso locutor de radio de los 60 Wolfman Jack y aparece el libro Aullido (1956), de Allen Ginsberg. Dante también se atrevió a incluir en la escena del incendio del granero el famoso “plano del incendio” de Corman que (siguiendo su política de ahorro) utilizó el mítico director en muchas de sus adaptaciones de Poe.
Aullidos ha generado hasta la fecha nada más y nada menos que seis secuelas, en las que el director no tuvo nada que ver y de tan ínfima calidad que no merece la pena analizarlas: «Howling 2: Your Sister is a Werewolf» (Philippe Mora, 1985), «Howling 3: The Marsupials»(Philippe Mora, 1987), «Howling 4: The Original Nightmare»(John Hough, 1988), «Howlig 5: The Rebirth» (Neal Sundstrom, 1989), «Howling 6: The Freaks»(Hope Perello, 1991) y «Howling 7: New Moon Rising» (Clive Turner, 1995).
Por desgracia para Dante y su equipo, ese mismo año Landis estrenó «Un hombre lobo americano en Londres» (An American Werewolf in London), con los efectos especiales de Rick Baker. En ella, David y Jack son dos jóvenes estadounidenses que pasan sus vacaciones en la campiña británica. Una noche, son atacados por una especie de lobo que mata a Jack e hiere a David. Poco después, David comienza a recibir visitas de su amigo muerto, que le advierte que en las noches de luna llena se convertirá en un hombre lobo.
A pesar de estrenarse el mismo año, de representar ambas innovaciones en el subgénero y de contar las dos con Baker, las diferencias entre Aullidos y Un hombre lobo americano en Londres son notables. Sobre todo porque aunque no sea una comedia (algo confirmado por su trágico final), la película de Landis abusa de los elementos humorísticos, lo que acaba desvirtuando la fuerza del conjunto. Pese a ello, las escenas de terror son excelentes, como el ataque inicial en los páramos, el ataque del hombre lobo en el metro y sobre todo, la mítica transformación que ha otorgado su justa fama al film, en la que David se desnuda por completo en una habitación bien iluminada para que podamos observar con el mayor detalle posible el asombroso trabajo de Baker y su equipo, aunque el resultado quede por debajo de los licántropos de Aullidos. Baker hizo historia al ser el primer creador de efectos especiales galardonado con un Oscar por la Academia de Hollywood.
Un hombre lobo americano en Londres fue visto por Michael Jackson, que decidió encargarles a Landis y Baker la realización del vídeo musical para su tema Thriller (Terror), que también supuso una revolución en el mundo de la música. El vídeo, de 14 minutos de duración, costó cerca de un millón de dólares y comenzaba al más puro estilo de las películas de serie B de los 50, con un Jackson adolescente confesándole a la chica con la que se ha citado que es “diferente” y “no como otros chicos”. Eso ya lo sabíamos, pero su confesión cobra otro sentido cuando le muestra a la chica a lo que se refiere exactamente, transformándose en un rugiente hombre lobo de ojos amarillos.
La película de Landis tuvo una especie de secuela: la infame «Un hombre lobo americano en París» (An American Werewolf in Paris, Anthony Waller, 1997). Mientras visitan la Ciudad de la Luz, tres estadounidenses conocen a Serafine, que resulta formar parte de una sociedad de licántropos. No le falta de nada: pésimos actores, una historia que parece sacada de la saga de Porky´s con licántropo incorporado y unos horribles efectos especiales creados por ordenador que hacen que los hombres lobo parezcan dibujos animados insertados en un film de imagen real.
También de 1980 es otra película menos conocida, pero muy interesante. Se trata de «Lobos Humanos» (Wolfen), de Michael Wadleigh y John Hancok, una vuelta de tuerca al mito en la que las criaturas no son hombres lobos tradicionales sino unas entidades casi místicas, una especie de fusión entre los indios americanos y los lobos; unos lobos que son casi humanos en cuanto a inteligencia y que supusieron el comienzo de las leyendas sobre licántropos. En esta ocasión el lobo no representa el lado oscuro del hombre, sino su unión con la naturaleza y la tierra. Basada libremente en la novela de Whitley Striber «El despertar de los lobos» (The wolfen, 1978), «Lobos humanos» cuenta cómo un detective que investiga la muerte de un importante hombre de negocios, su esposa y su guardaespaldas acaba relacionando estos asesinatos con los de unos vagabundos, lo que le conducirá hasta los indios y sus leyendas.
1984 fue el año de la magnífica «En compañía de lobos» (The Company of Wolves), de Neil Jordan, un trabajo muy logrado con escenas impactantes y una atmósfera de cuento de hadas donde se combinaba el mito del hombre lobo con los cuentos infantiles Caperucita Roja y Alicia en el País de las Maravillas y las teorías freudianas. Jordan se basó en los relatos Licantropía, En compañía de lobos y Lobalicia, de Angela Carter, reunidos en el tomo La Cámara Sangrienta (The Bloody Chamber, 1979).
«En compañía de lobos» es ante todo una metáfora sobre el despertar sexual de una adolescente donde el varón es comparado a un lobo, regido por sus instintos más primarios y siempre al acecho de jovencitas deseables. Es la historia de Rosaleen que, asustada, se evade a un mundo onírico después de su primera menstruación. Rosaleen sueña que vive en una época pasada donde sus padres son unos humildes campesinos y una manada de lobos ha devorado a su hermana mayor. Su anticuada abuela suele contarle cuentos sobre hombres de cejas unidas que recorren el bosque de noche convertidos en malvados lobos. La trama avanza a través de relatos puntuales donde una historia lleva a otra hasta la secuencia final en la que la madre de Rosaleen le pide que le lleva una cesta de comida a su abuela. En el camino, se encuentra con un joven de cejas juntas…
Acabaremos nuestro repaso al cine de licántropos de los ochenta con «Miedo azul»(Silver Bullet, 1985), de Daniel Attias, basada en el relato «El ciclo del hombre lobo» (Cycle of the Werewolf, 1985), de Stephen King, ilustrado por el gran Berni Wrightson. La aparición de una serie de cadáveres descuartizados provoca el pánico en la pequeña localidad de Tarker´s Mills. Marty, un joven en silla de ruedas, cree que el culpable es un hombre lobo, así que junto a su hermana Jane, decide encontrarlo. Sigue.
Por: Manuel Moros