¿Qué conexión tiene Barbie con El club de la lucha? Las dos películas están estrechamente ligadas, y la primera hace mejor a la otra.
Barbie ha hecho mejor El club de la lucha. A primera vista, la película de Margot Robbie tiene poco o nada que ver con la emblemática cinta de David Fincher. Un filme que adaptaba la exitosa novela de Chuck Palahniuk sobre un esclavo asalariado que pierde poco a poco la razón. La primera es una sátira social de color rosado y protagonizada por una muñeca infantil. Y la segunda es una meditación apocalíptica sobre el precio de la masculinidad tóxica. Sin embargo, ambas están unidas por un objetivo común: la cultura de consumo patriarcal y el modo en que destruye la identidad de las personas.
La diferencia, además de las más de dos décadas, radica principalmente en la forma en que las dos películas abordan su mensaje. El club de la lucha es, en última instancia, una tragedia, ya que su narrador sucumbe a la locura o destruye la sociedad, según se lea. Barbie, por el contrario, dota a sus personajes de mayor capacidad de acción y traza un camino hacia una identidad propia más feliz y saludable. Ambas películas transmiten el mismo mensaje, pero la cinta de Warner Bros. Pictures plantea soluciones. Y por eso hace mejor a la película liderada por Edward Norton y Brad Pitt.
Así es como mejoran el mensaje sobre la masculinidad tóxica
A pesar de su brillantez, el final de El club de la lucha no deja ningún camino por recorrer como Barbie. El narrador se ha enfrentado a sus falsas suposiciones y se ha despojado de su toxicidad, pero no tiene nada más sano con lo que sustituirlas. Es solo la catarsis de esos edificios desmoronándose hasta convertirse en polvo. Ahí es donde la película de Margot Robbie recoge el testigo, adoptando el mismo desprecio por la cultura de consumo y la masculinidad tóxica que el filme de David Fincher. Pero yendo más allá de una simple advertencia.
Sus dos protagonistas comparten la carga hasta cierto punto. Eso empieza con la propia Barbie, cuyo viaje al mundo real la obliga a enfrentarse a su parte en la imagen estrechamente definida de la feminidad tradicional que resulta imposible de alcanzar. A diferencia de El club de la lucha, la película de Greta Gerwig es capaz de crecer a partir de ahí y establecer su propia identidad distinta de la que pretende la sociedad, algo que el personaje de Edward Norton y su narración nunca consiguen.