Cazadores de recompensas y políticos corruptos, un estado policial y una resistencia, dos historias, Zeta y Black Hacker, de puro ciberpunk.
Hace casi veinte años la línea Laberinto permitía a muchos autores españoles publicar sus obras en España, era los 90 y Planeta de Agostini arriesgo con muchos autores patrios. Series de superhéroes, de guerras infernales, de ciencia ficción y de psicópatas llegaban a las estanterías con las firmas de autores como Cels Piñol (¡no eran narizones, lo juro!), Ángel Unzueta, Juan Carlos Cereza, Jesús Merino, Rafa Fronteriz, Roque González o Rafa Sandoval. Ahora muchos de ellos tienen un nombre internacional, pero en aquel entonces aún estaban empezando.
Aleta rescata dos de estas obras en un tomo, dos historias ciberpunk de Juan Carlos Cereza y Juan Santacruz. Aunque ambas comparten el futuro más oscuro del género de la ciencia ficción, cada obra es independiente y con sus propios valores y tramas.
En el futuro los humanos somos gobernados por una elite que domina la sociedad en todas su facetas (triste que una visión de hace casi dos décadas siga vigente hoy). Para un pirata informático, un hacker, un encuentro con su pasado marca un momento crítico en su vida, ha llegado el momento de la rebelión.
La historia está planteada en tres números lo que significa que el trasfondo es ligero, un futuro distópico muy tecnológico y lleno de métodos de control. Es directa, lineal, al grano, una historia de acción con una meta clara, una crítica a la sociedad de control y a la indiferencia que permite que actúe. Esto se revela a través de un dibujo oscuro y opresivo, de composiciones y ángulos imposibles, abarrotado en todo momento y dejando pocos espacios libres, recargada hasta la extenuación para asfixiar al lector. La representación de un futuro en el que la libertad solo llega a pequeñas rachas, y hay que pelearlas.
En el futuro, dos cazarrecompensas, un robot perteneciente a una serie ya desactivada, adorador del cine antiguo, sobre todo de los 80 y 90, y una mujer fría que sólo se mueve por el dinero, buscan venganza por la muerte de la hermana de ésta última, cobrando por adelantado, eso sí. Al final el sexo, la política, la religión y la sordidez muestran su cara y vuelven un trabajo de por si peligroso, en una aventura contra un enemigo invencible.
Repite Cereza la estructura directa y al grano para contar su historia, acción a raudales y tiroteos. Pero en esta caso tiene a Zeta, ese robot bocazas que no para de soltar sentencias y citas de películas famosas. Más ligera de tono, pero conserva ese tono crítico con las clases altas y la sociedad.
Santacruz evoluciona en esta segunda obra, y se muestra más luminoso y abierto, acaba con más sombras según la trama se complica más, pero es más abierto en sus composiciones y gana en velocidad narrativa. La historia empieza como algo divertido pero poco a poco levanta la manta y muestra una sociedad corrupta por los poderosos, y en el dibujo se ve por el aumento de negros y en la composición más apretada ya que el tiempo se acaba, y hay mucho que hacer aún.
Aleta recopila en único volumen estas dos historias, y añade un buen montón de extras. Dentro de lo que se suele ofrecer, en esta ocasión la editorial se ha preocupado de escarbar en el baúl del recuerdo y aparte de los comentarios de los autores hay una serie de portadas y extras que nunca han visto la luz, como una historia inédita que no pasó de ser un proyecto de los autores y las portadas originales a color y un prólogo del editor original de las obras en la línea Laberinto: Antoni Guiral.
Dos cómics que se podrían haber perdido en el tiempo vuelven a las estanterías de nuestras librerías. Y se agradece, recordar las viejas épocas de autores ya consagrados es interesante, y si además nos recuerda una línea que potenció a los autores patrios, más aún.