Aleta edita en España ‘Codeflesh’ de Joe Casey y Charlie Adlard
‘Codeflesh’ sigue la historia de Cameron, un agente de fianzas, ex cazarrecompensas, tiene problemas de pareja, nada fuera de lo común, si no fuera porque es un enmascarado al que le “pone” pelear con personas superpoderosas. Una genial vuelta de tuerca al género superheróico de la mano de Joe Casey, que arrastró con este ‘Code Flesh’ a Charlie Adlard al mundo del freelance y del cómic independiente. Antes de ‘Los Muertos Vivientes’, dibujo esta serie en la que los superpoderosos no llevan colorines, porque la basura de Los Angeles lo mancha todo.
Aleta trae el tomo que reunía todo el material que Casey y Adlard crearon para dos publicaciones a principio de siglo. En entregas cortas se contaba la historia de un cazarrecompensas que se especializaba en criminales con poderes. Un cómic desconocido por esta piel de toro, pero que definitivamente supone un cambio bastante grande respecto a lo que se veía en ese tiempo. Lo más cercano que veo, podría ser el ‘Powers’ de Bendis y Oeming o algunos cómics independientes de los últimos años. Quizá fuera su forma de publicación un tanto caótica, pero la verdad que en su justa medida, no ha sido valorado todo lo que debería. Ahora Casey tiene Action Man con Steven Seagle, Joe Kelley y Duncan Roleau, lo que le permite arriesgarse más. Adlard gracias a ‘Los muertos vivientes’ goza de una popularidad que le permite arriesgarse con menos peligro, pero cuando hicieron este cómic, no lo tenían tan fácil, y lo hicieron bien.
La historia es la de Cam, agente de fianzas para el juzgado que dejo de ser cazarrecompensas por un problema de violencia en sus actuaciones. Su mayor problema es que es adicto a esa vida de peleas contra criminales, y no con los comunes, sino con los tipos que tienen poderes especiales, aquellos que más se lo merecen por sus acciones, deben pagar, y para eso están los juzgados y él. El mayor problema es que está enamorado de una mujer que no conoce esa encarnación con mascara que pelea con los malos. Y eso destruye su relación, porque la confianza es lo más importante entre personas que se quieren.
Joe Casey miente un poco cuando escribe. Le gusta que el ambiente sea importante, le encanta el género negro, y aquí lo maneja siguiendo el estilo de su adorado Elmore Leonard. Historias cortas relacionadas en lo que se puede decir que es el primer arco o volumen de ‘CodeFlesh’, y un poco más de experimentación en el segundo. Hay que destacar un capitulo mudo, pero que se lee. ¿Suena extraño? Sí. Pero es lo que es, una historia que se cuenta sin diálogos, pero que se mantiene por un monologo de remordimientos y perdón, de constricción y admisión de la adicción por parte del protagonista. Pero por mucho que sea género negro, las calles sucias, los disparos, los superpoderosos, en realidad es una historia de amor. Porque Cam es humano, con su adicción y su fuerza, pero cae rendido ante una mujer, que le rompe el corazón, es su culpa, pero como todo hombre dolido prefiere hacer lo que mejor hace antes que admitirlo. En este caso es pelear aún más duro.
Charlie Adlard lleva muchos años trabajando en el mundo de los cómics, en el Reino Unido ha trabajado en alguna de las series más señeras, Juez Dredd sin ir más lejos, y cuando empezó a trabajar en Usa, como todo dibujante, buscaba un contrato y una estabilidad. Casey le ofreció en este caso el salir de los grandes sellos por los pequeños y la posesión de sus propios derechos. Y el pobre cayó en la trampa. Pero eso nos ha dejado sus mejores trabajos, sólo recordar que un día empezó a trabajar con un tal Robert Krikman y en una serie independiente llamada ‘Los Muertos Vivientes’. Aquí deja suelto su estilo más sucio para enseñar una ciudad en la que Sam Spade o Phillip Marlowe pasean tranquilamente por sus calles. Oscuro y duro, con escenas de acción potentes, personajes cuidados (sobre todo en cierto villano con una incapacidad escabrosa y deprimente), y sobre todo con libertad para jugar con el planteamiento de página y el ritmo aumentando o reduciendo el número o el tamaño de las viñetas, dándole más o menos detalle par que el lector pare y observe o pase a toda velocidad la página.
En realidad ‘Codeflesh’ no es una obra maestra, y no es algo que aparcera en los libros de historia del cómic, pero debería ser un ejemplo de cómo plantear historias diferentes, y empezar un camino más difícil. Casey y Adlard se esforzaron por ella, y merece la pena leerla.