La película de Adú conmueve a todos aquellos espectadores que vayan al cine a verla.
En un intento desesperado por alcanzar Europa, un niño de seis años llamado Adú y su hermana mayor esperan para colarse en las bodegas de un avión en Camerún. No demasiado lejos, un activista medioambiental tiene que luchar contra la caza furtiva al encontrar un elefante, muerto y sin colmillos. Por otra parte, en Melilla, un grupo de guardias civiles se prepara para enfrentarse a subsaharianos saltando la valla. Sus destinos están condenados a cruzarse y sus vidas ya no volverán a ser las mismas.
Tres historias que se enlazan poco a poco en la nueva película de Salvador Calvo (Los últimos de Filipinas). A pesar de que el nombre del film sólo haga referencia a una de ellas, a la historia que servirá de conector con las dos restantes. Los tres relatos pretenden transgredir la parte más dolorosa de nosotros. Un mapa que recorre todo el continente condenado por la avaricia y la miseria humana. Una aventura en la que prima la supervivencia llena de emoción, con escenas sobrecogedoras que reflejan la cruda realidad. Te muestra las dos caras del ser humano, en la que se diferenciarán los pobres y los ricos, los que luchan y los que quieren huir, los interesados y los altruistas. Pero sobretodo en la que el protagonista conocerá la auténtica amistad.
Intentando repetir el éxito de «El cuaderno de Sara», con la misma base pero con una historia mucho más personal y completamente diferente. Está muy bien construida, montada y dosificada, no lleva lugar a confusión. Conectadas mediante el significado de la consciencia de la historia con las condiciones de vida y las tragedias del continente. El problema es que abarca tres tramas paralelas en las que el tema principal no llega a estar del todo claro. A pesar de eso, las historias son tan puras y necesarias que te dejarán con un sabor de boca agridulce.
La película tiene un gran reparto.
Adú, no sería lo mismo sin el gran protagonista del film. Moustapha Oumarou, utilizando su bicicleta como nexo de unión de ambas familias. Su expresividad natural y la autenticidad que arrastra provoca la verdadera conexión con la película.Luis Tosar y Anna Castillo, se ajustan bastante a su papel sin sobresalir, posiblemente porque la trama principal deje eclipsadas al esto de historias que la conforman. La fotografía llega a ser demasiado oscura en algunos momentos y a pesar de introducirnos tan bien con Adú, los planos de África son muy reducidos.
Pese a que cueste digerir sus 119 minutos de film por la gran cantidad de realidad que transmite cada plano, es una película totalmente necesaria que hace replantearte ciertos comportamientos. Es un viaje tan bello como doloroso del que no podrás huir.