Crítica de la película de Liam Neeson Infierno Blanco.
Un puñado de supervivientes en un paraje helado lucha para evitar un aciago final. La sinopsis breve de ‘Infierno blanco’ sugiere que se trata del típico ‘survival’ en el que los personajes mueren de uno en uno, pero por suerte es más que eso. El hecho de mostrar a unos hombres en circunstancias extremas permite a la película incorporar una reflexión sobre la vida y la muerte, lo que añade interés a la historia y a sus momentos de acción. Y si encima el protagonismo recae en un actor de la presencia de Liam Neeson, el filme gana enteros y se convierte en una propuesta recomendable.
El fallecimiento de su esposa ha roto de dolor a Ottway (Neeson, en un papel con cierto paralelismo con su vida privada, ya que perdió a su mujer hace unos años). Mientras coquetea con la peligrosa idea del suicidio, trabaja como cazador para una petrolera. Su labor consiste en librar de lobos los aledaños de las instalaciones para impedir sustos innecesarios. En un viaje de empresa con otros compañeros, el avión se estrella en una zona deshabitada de Alaska. La mayoría de ocupantes fallece, salvo siete hombres. Perdidos en la nieve, el frío no será la única amenaza, puesto que les sigue la pista una manada de lobos. Ottway liderará al grupo en su gélida odisea.
‘Infierno blanco’ ofrece un relato sencillo y honesto. Poco importa que el desarrollo resulte previsible, puesto que su mensaje cala hondo en el espectador, que padece el frío y el miedo, al igual que los personajes. Escenas como las del avión, la hoguera o el acantilado lo demuestran. El director, Joe Carnahan, aquí alejado del ritmo endiablado y gamberro de ‘Ases calientes’, acierta con el tono, bien acompañado por la música y la espléndida fotografía. ‘Infierno blanco’ forma parte de un cine de palomitas que además invita a pensar.
Puntuación: 7/10