La magia de Guillermo del Toro para recrear atmósferas hipnóticas, reaparece en un ejercicio que rememora a las obras de Mario Bava o del tándem Corman – Poe con ‘La Cumbre Escarlata (Crimson Peak)’
El director mexicano hereda el contexto y la evolución que supuso en los 40, una nueva forma de proyectar el delirio gótico con toques barrocos. Y es que, a pesar de excusar su narrativa en temas posiblemente trascendentales, ‘La cumbre escarlata’ (Crimson Peak )gira entorno al paradigma de la belleza visual, sonora y el abuso del colorismo. El trío fantasmagórico creado por Tom Hiddleston, Mia Wasikowska y Jessica Chastain emana del mismo pretexto que el cineasta le encomienda a sus decorados; sangre metafórica en un clima tétrico de por sí.
Del Toro juega con el romance fatal desde el inicio, haciéndose eco del impacto narrativo acentuado con una excelsa fotografía, emulando a las obras de Hammer Films o, en menor medida, al thriller de Hitchcock. Un guión que avanza con coherencia, sin demasiados riesgos a lo largo de su idilio arquetípico, mostrando dos climas muy distintos, delimitados por una realización prodigiosa en encuadres. Irradia personalidad, a pesar de las continuas referencias a la novela poética del siglo XIX. El valor de ‘La cumbre escarlata’ no está en ensamblar sensibilidad, miedo y elegancia narrativa, sino en la belleza visual de un escenario desaforado que juega con vida propia. La trama decae por su previsibilidad, sin embargo, consigue mantenerse a flote gracias al realismo mágico hallado en cada monólogo de su protagonista. Aunque se acerca a los cánones de terror, e intenta teñirse de inquietud, el arco narrativo no explora más que un ejercicio romántico donde la musicalidad de sus movimientos ejerce de bálsamo para el espectador que vaya en busca de algo aterrador, donde el desbordamiento estético realza un trabajo tan macabro como el Sleepy Hollow de Tim Burton (1999).
Conocedor del gran público, Guillermo del Toro intenta complacer, en algunos momentos, con la presencia fantasmagórica o una escatología algo recalcitrante, detalles similares a La Mujer de Negro (James Watkins, 2012), que no hacen honor al vasto diseño de producción y vestuario. Persistir en la metáfora conceptual resulta más espeluznante que un triste títere teñido de arcilla, pero no todo van a ser buenas maneras. Refleja, sin detalle pero con elegancia, el estadio de tensión entre el entorno favorable de la protagonista y el pasado tétrico de sus detractores, así como la relación entre Europa y el Nuevo Mundo. Temas sucintos, expresados con mayor ahínco del que parece, a los que el director no permite que jueguen en contra de la atmósfera. Un filme de época, poético, que luce desde los ámbitos artísticos, pero queda en el camino de una trama elaborada con solidez.
Mia Wasikowska regresa a su papel de flor marchitada en busca de un mundo mejor con ‘La cumbre escarlata’. Como ya plasmó en ‘Alicia en el País de las Maravillas’ (Tim Burton, 2010), la actriz australiana se adapta y encumbra a un personaje que puede resultar pesado para los párpados. Le otorga un halo de rabia ambivalente; el recuerdo del pasado y el presente de un futuro manchado por la ominosa fachada de sus acompañantes. Tom Hiddleston se aparta del Loki perpetrado en Los Vengadores, ofreciendo una gama de atracción visual donde colocar el modélico truhán de las novelas de Poe. A pesar de sus casi perfectas actuaciones, ambos quedan sumidos en el talento de Jessica Chastain. Su personaje es el estandarte de la metáfora narrada con insistencia, y la actriz consigue armonizar la dicha con innumerables detalles callados que inquietan más que el propio clima. Trabajos a la altura de un vestuario que, como tantas otras cosas, introduce al espectador en las danzas de época y el contorno de un siglo implícitamente oscuro.
En ‘La cumbre escarlata’ Guillermo del Toro fabrica una obra fantástica que aboga por lo clásico, en lugar del sensacionalismo del género o, en el argot, metraje encontrado. De una hermosura que cautiva el corazón, pero vacua en el bagaje argumental, Crimson Peak es una declaración de intenciones hacia un género que, desde hace varios años, no encuentra la manera de retorcer sus arquetipos y brindar un nuevo orden. No sería de extrañar, como ya ocurrió con la mencionada Alicia en el País de las Maravillas, que las estatuillas doradas dedicadas al trabajo artístico, viajen hasta las vitrinas de una película que respira y sangra admirablemente.