Análisis de ‘La ladrona de libros’.
Pocas veces se tiene la ocasión de ir al cine y disfrutar de una buena adaptación cinematográfica basada en un libro. En este caso el best-seller del escritor Markus Zusak, La ladrona de Libros.
Dirigida por Brian Percival y guionizada por Michael Petroni, nos encontramos con una de esas “rara avis” de la industria del cine que sorprende por el respeto hacia el libro y sus personajes. Una dirección bien cuidada que realiza la difícil tarea de llevar a la pantalla grande una novela de más de quinientas páginas repleta de sentimientos humanos y emociones, en la que se ha sabido plasmar las principales escenas del libro.
Nos introducimos en la historia a través de un narrador que irá dando retazos de información en momentos clave, ambientando la trama en un principio en la época previa a la Segunda Guerra Mundial en una ciudad cercana a Múnich y en pleno auge del movimiento nazi, conoceremos la historia de la joven Liesel Meminger (Sophie Nélisse), que será adoptada por una familia humilde integrada por Hans Hubermann (Geoffrey Rush), un hombre de noble corazón y su esposa, la gruñona Rosa Hubermann (Emily Watson). Esta presentación que podría ser la premisa del inicio de cualquier film de corte familiar, nos demuestra que tiene un trasfondo mucho más amplio conforme se desarrollan los acontecimientos entre la niñez y la adolescencia de Liesell al final de la guerra.
La película, fiel reflejo del libro (para regocijo de aquellos que pudimos disfrutar con su lectura), desarrolla la vida de esta joven, la llegada a una ciudad desconocida y una familia nueva, nuevos amigos entre los que destaca Rudy, con el cual entablara una peculiar relación que nos identificara de inmediato con el primer amor de la juventud y unos acontecimientos cruciales que marcaran la pauta de su vida.
La trama se centra en el descubrimiento que supone un nuevo mundo desconocido para ella debido a su analfabetismo y que no es ni más ni menos que los libros. Lejos de amedrentarse cuando es obligada a escribir el primer día de clase su nombre en la pizarra y ante las burlas de sus compañeros, comenzara a intentar comprender las palabras, su tabla de salvación frente a la adversidad y el horror creciente que la rodea. Con la ayuda de su nuevo padre Hans, que amablemente y noche tras noche ira leyendo junto a ella, Liesel descubrirá el maravilloso poder que se esconde detrás de cada letra, cada palabra, que poco a poco ira anotando en las paredes del sótano formando su propio diccionario, irán transformándola en alguien capaz de ver con los ojos de un adulto la verdadera realidad de lo que está sucediendo a su alrededor.
Asistiendo como colofón a la quema de libros en la plaza principal por parte de los miembros del partido nazi y que mientras todos interpretan el himno alemán con orgullo, ella observara con lágrimas en los ojos la locura que la rodea, sin comprender porque alguien querría quemar aquello tan maravilloso y que ella adora: los libros.
A lo largo de la película podemos ver escenas que rememoran desde La Noche de los Cristales Rotos, pasando por la búsqueda de los judíos casa por casa, pasando por la amistad con un refugiado judío llamado Max y que le enseñara el verdadero valor de las palabras, su creciente rechazo hacia Hitler, así como la curiosa empatía que desarrolla con la mujer del alcalde de la ciudad y que será otro punto de referencia en su vida que afianza ese amor por los libros.
Nos encontramos con una película, que a pesar de que se le podría acuñar el término de “sensiblera” e ir directamente a por la lágrima fácil, es todo lo contrario. Una película que hace reflexionar por lo efímero de la vida, la necesidad de apurar cada día como si fuese el último, la amistad y lo más importante, el amor. Este ultimo queda patente por el cariño que Hans y Rosa demuestran por la pequeña Liesel, por la comprensión a pesar de ser judío que Max encuentra en la niña y por la relación con Rudy Steinner, su mejor amigo y que insistentemente a lo largo de la película será el referente protector de la niña, pidiéndole siempre que si le gana en una carrera le dará un beso.
En esta ocasión, la productora ha acertado en todo: actores, dirección, guion y una banda sonora, que a pesar de ser del gran John Williams, en esta ocasión se ha alejado de fanfarrias y nos presenta melodías sobrias que acompañan a la historia de manera magistral.
Liesel nos hará sonreír y llorar al mismo tiempo; sonreiremos con sus ocurrencias y lloraremos con sus desventuras, comprobando gracias al peculiar narrador de la historia, la voz en off que la acompañara a lo largo de la película, que frente a situaciones totalmente adversas y difíciles, los seres humanos somos capaces de sacar lo mejor de cada uno de nosotros.
Por eso aprovecho para recomendar tanto libro como película y al igual que Rudy, pequeña Liesel, te saludo con un: “Hasta mañana, Ladrona de Libros”.
Os dejamos a continuación con un pequeño clip de la película La ladrona de libros.