A este experimento, escrito -en base a las novelas de Jane Austen y Seth Grahame-Smith– y dirigido por Burr Steers, le invade la inseguridad y el tedio. ‘Orgullo + Prejuicio + Zombies’ posee un eufemismo en su título, que funciona proféticamente; leerlo fatiga, pero si el espectador decide ver lo que hay detrás, terminará desesperado. En su premisa están las ganas por refrescar al género, sin embargo, no logra introducir, con coherencia, una matanza gore en la atmósfera de un romance moral, culto e histórico. Es esa falta de cohesión entre los dos géneros -de época y zombie- lo que hace de la función un descafeinado que pide a gritos, un azucarillo.
La acción discurre en los albores del relato homónimo de Seth Grahame-Smith, pero rápidamente elige el bando romántico de Austen. Esta vez, en ‘Orgullo + Prejuicio + Zombies’, los zombies hablan, expresan sus pesadillas e incluso, llegan a ser pesimistas con su propio destino, de manera que la película hereda el preciosismo del siglo XVII, se traslada al romanticismo barroco, al escepticismo de Elizabeth Bennet y sus prejuicios hacia el orgullo de Fitzwilliam Darcy. Este desplazamiento -presumiblemente consentido- implica lo inconexo con los muertos vivientes. Steers aboga por la unión con la obra de 1813, a través de su irónica lectura sobre la sociedad británica del siglo XVIII, y es en ese momento cuando todo cobra sentido; lo vacuo de una sociedad de primera impresión, de campiña y sátira, de miedo ante la guerra e incertidumbre por el amor. El paso a la otra vida, pero como algo más espiritual y dramático que el espectáculo violento que viene tras ello. Ni tan siquiera es violento, pues las escenas son filmadas con demasiado control, desubicando por completo al espectador que, atento al lenguaje elegante, viaja tres siglos en adelante para encontrar las espadas de la familia Bennet. El mayor error del ejercicio, es tratar de proyectar la revisión de un texto histórico, para dos públicos; los que se deleitan con el humor negro de época y los bailes de enamorados británicos, y los que prefieren la versión descarnada, en todas sus connotaciones. Orgullo y Prejuicio y Zombies tiene aspectos con los que satisfacer a ambos, pero no se aclara cuando tiene que dividir la senda en dos; entre la finura de las palabras y lo arrebatador de sus movimientos. Quiere ser atractiva, pero se rompe demasiado pronto, y de ahí que lo divertido de sus secuencias acabe en la orilla, cansado de remar hacia la misma dirección, pero en los dos sentidos simultáneamente.
Steers, a pesar de su intento por entretener, a costa de un género literario que tiene en Grahame-Smith a su alter ego, manifiesta su impotencia en las acciones de los personajes. De hecho, no encuentra excusas para vanagloriar las capacidades de los mismos, quienes parecen acorralados -figuradamente- entre las paredes del guión. Un experimento extravagante fallido, no obstante sí va ligado con Austen y su comedia; el reparto está más atento a la fachada que al interior, siendo su orgullo motivo de los prejuicios de aquel espectador barroco y escéptico.
‘Orgullo + Prejuicio + Zombies’ habría resultado satisfactoria, de demostrar su convencimiento por una obra que, tan simplista, decide dar la parte menos agraciada de todo lo que contiene, a un público que confirmará, lastimosamente, que sus prejuicios habían capeado bien el temporal.