Hemos visto ‘Dunkirk’, la nueva película de Christopher Nolan, y esta es nuestra crítica. Una verdadera proeza audiovisual sin precedentes.
Christopher Nolan lo ha vuelto a hacer con ‘Dunkirk‘. Había ciertas dudas en torno a qué más podía proponer el cineasta tras obras como ‘Origen‘ e ‘Interstellar‘. Es más, ese cambio de tercio de la ciencia ficción al género bélico e incluso a basarse en hechos reales e históricos para su película hacía que muchos de los denominados nolanistas tuvieran cierta aprensión a ver ‘Dunkirk‘. Pero lo que ha hecho Christopher Nolan esta vez no tiene palabras. Ni descripciones. Es, simplemente, una proeza audiovisual sin precedentes. La mejor película que nos ha brindado el siglo XXI hasta la fecha.
En apenas unos minutos, o incluso segundos, de película eres consciente de que estás ante algo más grande lo que habías imaginado. Un efecto similar al del opening de Stanley Kubrick en ‘2001: Odisea en el espacio‘ o al homenaje intercalado a Edward Hopper que brindó Alfred Hitchcock al comienzo de ‘Psicosis‘. Obras maestras que, como esta, han pasado a la historia del cine y cambiaron el curso de los acontecimientos. Y eso pasa con ‘Dunkirk‘, una cinta que es la perfección cinematográfica desde los primeros instantes del film hasta el último plano. Un final tan sincero como la simpleza de la historia que cuenta.
En ‘Dunkirk’, Nolan ha renunciado a una de sus marcas más significativas (una historia enrevesada) para ofrecernos su película más personal en la que, una vez más, toma su obsesión bergsoniana como leitmotiv de la estructura y el montaje.
Es curioso cómo Christopher Nolan, al renunciar a una historia enrevesada en la que desglosar sus inquietudes existenciales y su obsesión bergsoniana con el tiempo, es capaz de orquestar la que probablemente es su obra más personal. ‘Dunkirk‘ es, al mismo tiempo, la película más Nolan y menos Nolan. Es la más Nolan porque su estilo es, prácticamente, lo que origina y desarrolla la película. Y es la menos Nolan porque ha renunciado a impactar con hechos lo que puede ser impactado con imágenes. Una renuncia que eleva la cinta a cine de autor.
Esa obsesión bergsoniana con el tiempo es trascendental para interpretar el cine de Nolan. ‘Interstellar‘ ya jugó con el tiempo como lo que es, una dimensión más. ‘Memento‘ fue un experimento narrativo que trastocaba los moldes lineales del público, acostumbrado al A-B-C rutinario en la gran pantalla. Y ‘Origen’ acabó convirtiendo las líneas temporales en niveles del subconsciente, una sofisticada e ingeniosa herramienta creativa que le permitió a Nolan seguir experimentando con esta obsesión que tanto parece abrumarle. Pero en ‘Dunkirk’ hay un nivel más de obsesión bergsoniana.
Christopher Nolan realiza un ejercicio narrativo tan profundo y admirable que logra ofrecernos algo que nunca antes se había narrado con tanta perfección siendo tan complejo.
Sin querer confundir aparentemente al espectador, Nolan te ubica al principio de la película en tres líneas temporales simultáneas que se entrelazan de forma impersonal. Recuerda vagamente a la extraordinaria estructura de la prosa de Antonio Muño Molina en «Beatus Ille«. Pero, con la pretensión del que sabe exactamente lo que quiere, Christopher Nolan comienza a tocar las teclas de un piano descompuesto en fragmentos para armar un puzzle narrativo inédito hasta la fecha.
Un laberinto que se derrama al ritmo que marca Hans Zimmer en una nueva colaboración entre ambos que toca el cielo del cine. Nunca antes se había narrado con tanta perfección algo tan complejo. Ni se había realizado un montaje tan exhaustivo que, literalmente, unifica las líneas temporales en una sola sin apenas darte cuenta. Sin ser consciente realmente de saber lo que estás viendo, el espectador descubre la verdadera magia del cine: son las imágenes las que te cuentan la historia sin necesidad de decir nada.
Con ‘Dunkirk‘, Christopher Nolan ha hecho su mejor película sin ser la que más vaya a gustar. Es una realidad inaceptable, pero lo es. Serán mucho más entretenidas las películas del Caballero Oscuro y sus dos últimas cintas lejos de Batman. Pero ‘Dunkirk‘ es una obra maestra. Es un 10 inamovible. Por la dirección y la estructura narrativa. También por la banda sonora y la dirección de fotografía. Por el montaje y el reparto, extraordinariamente ecléctico y pragmático. Y por todo en general. Porque te sumerge en un contexto que ya habíamos visto otras veces. Pero no así. No de este modo.
Con ‘Dunkirk’, Christopher Nolan ha dado un paso más en su carrera artística firmando la mejor película del siglo XXI y reafirmándose como el mejor director de nuestro tiempo.
Esas hermosas imágenes de la playa de Dunkerque, casi tomadas de una película de Terrence Malick o de la inigualable visión de Emmanuel Lubezki, no son únicamente el telón de fondo como lo eran los entornos hostiles de ‘El Renacido‘. En ‘Dunkirk‘, las localizaciones son tres personajes más. El espigón, el mar, el aire. Todo está tejido con la perfección del que sabe lo que busca y lo consigue. Con la misma precisión que el sonido omnipresente de ese reloj que marca la hora del final.
Christopher Nolan lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a lograr lo que nadie imaginaba. Sorprender. Mejorar. Avanzar. Una vez más. Con la mejor película de su filmografía no sólo ha dado un paso más en su carrera. Ni tampoco ha logrado solamente hacer la mejor película del siglo XXI. Después de ‘Dunkirk’ ya no hay nadie que pueda negar la evidencia. Christopher Nolan es el mejor director de nuestro tiempo.
«El tiempo es invención o no es nada en absoluto«. (Henri Bergson)