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‘El castigador. En el principio’. La vida de Frank Castle está teñida de sangre, pero aun así siempre tuvo una serie de personas que apoyaban su guerra. Pero el tiempo cambia a todos, y al final, el soldado tiene su guerra, y sus compañeros no pueden acompañarle siempre.
Garth Ennis continúa redefiniendo al justiciero de la Casa de las ideas en ‘El castigador. En el principio’, y lo hace a golpe de ametralladora.
Cuando el escritor norirlandés tomo los mandos de la colección de Castle en ‘El castigador. En el principio’, pretendía recuperar toda la pureza de la idea del justiciero, del hombre que vive para la guerra, de un hombre traumatizado que ha perdido todo lo que ha querido. Poco a poco lo despojó de todo aquello que no fuera su objetivo y su misión. Puede que de vez en cuando su humor negro y socarrón, hiciera que Ennis nos arrancara sonrisas, peo en el fondo, la historia era bastante dura, la de un hombre solitario. Pero no siempre fue así, y el guionista tenía que arreglarlo.
El argumento
‘El Castigador. En el principio’ cuenta el regreso del que fue una pieza fundamental en las primeras series de Frank Castle, Microchip, pero lo hace de una forma inteligente y realista. Lo presenta con un plan para que el Castigador sea útil, Micro era un hombre pragmático, creía en la guerra, pero no era un soldado, conocía la misión, pero la veía como algo bueno, no como un fin en sí mismo. En eso se centra la historia de Ennis, que mantiene hasta el desenlace la amistad de ambos, pero siempre dentro de algo más grande, la guerra.
El conflicto se tensa durante todo el número, mantenido por un grupo de mafiosos peligrosos, despiadados, pero con pocas luces, la verdad. El desenlace, como todo lo que tenía planeado el británico, es expeditivo, ganas las batallas una a una, y esperas ver el fin de la guerra. Tampoco falta algo de ácida critica a la política de intervención norteamericana en conflictos exteriores, y su forma de hacerlo, sin que nadie pueda culpar al imperio del águila, no sea que parezca que tienen interés en controlar el mundo.
El dibujo
El dibujo esta vez está a cargo de Lewis LaRosa, es un dibujo más salvaje, lleno de rayas y de manchas, de composición y narración clásica que no busca si no mostrar la acción de forma directa y cruda. LaRosa fabrica un Castle que representa su edad, sexagenario ya, pero no como un animal viejo, sino como una bestia longeva, pura, llena de furia, intimidante. No da descanso, y cuando la figura de Frank está presente, el ambiente es opresivo, es un león mirado un mundo de presas, porque la guerra no acabará nunca.
Segundo tomo de la colección MAX que sacaba al Castigador del mundo superheróico completamente, y lo establecía en un universo casi propio, realista, crudo y a veces demasiado duro, hasta Castle tiene límites, pero Ennis, no se los concede. Si algo han reprochado siempre a esta época, ha sido su extrema violencia, y es cierto, está presente, mucho, pero es necesaria para que el mundo que el lector encuentre, sea el de Frank, si no, no entendería como un hombre puede convertirse en una misión, en un ejército, en un emblema calavérico en el pecho. Todo seguidor de los cómics de acción deberían comprar este libro, el fan del Castigador ya lo habrá hecho. Pero os aseguro que hay mucho más, siempre lo hay, tras cada relato de Garth Ennis.