‘Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 2’ muestra el límite para los teen film, para el movimiento fan de una franquicia que puede perecer
Aquí os dejamos nuestra crítica de ‘Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 2‘ Una política de rentabilidad que, aunque en taquilla (que es lo que interesa) rompa récords, queda vacua en su valor cinematográfico. Tras una primera parte dedicada a la propagandística y la preparación del terreno hacia una guerra sin cuartel, Francis Lawrence nos presenta una película llena de acción, incontrolada a veces, que desvirtúa la figura de la protagonista, Katniss Everdeen, encarnada por una Jennifer Lawrence que sí ha sabido plasmar la evolución interior de su personaje. ‘Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 2‘ acuña un efecto similar al que supuso Las Reliquias de la Muerte – Parte 2, tanto más en su final, como en su desarrollo.
Sin olvidar que se trata de una pieza por y para el entretenimiento, la elocuencia narrativa recuerda, en gran cantidad de detalles, a lo que significó el libro para los seguidores de la saga. Sinsajo – Parte 2, guardada en la oscuridad del relato y la evolución de sus personajes, funciona como un ente a parte, dotado de continuadas secuencias en las que la acción y el frenesí no consiguen despejar lo previsible de la ecuación. La guionización, llevada a cabo por Danny Strong, pone de relieve que la distopía creada por Suzanne Collins ha perdido el ritmo narrativo que la hizo tan suculenta. Ha perdido la esencia de su personaje principal, encomendándose a un guión disperso, a la realización de grandilocuencias sin preocuparse por la coherencia. Ha perdido el interés por mostrar la supervivencia y la corrupción del poder desde todas las perspectivas; es decir, ha dejado de plantear los debates morales que tanto valor le otorgaron en obras pretéritas. Sin embargo, si dejamos que Katniss y compañía nos avasallen con su propósito y tratamos de disfrutar de un viaje sci-fi sin pretensiones, a Sinsajo – Parte 2 se le borran las ojeras. El problema es que las pretensiones existen, y que dichas pretensiones van acompañadas de tiempos muertos gracias a los cuales, la película coge aire y lo suelta lentamente, expone sus ideas y naufraga. Compone el hito de lo post-moderno, el hito de la imagen y la exageración, frente al contenido y la honestidad. Un matiz que concurre en paralelo con el concepto explicado en Sinsajo – Parte 1; la propaganda es la matriz del movimiento final. Una obra que, en su intento por remarcar la oscuridad hacia la que ha avanzado, no es más que un cristal opaco desde el que poder vislumbrar la épica de una franquicia, que ha llegado a su fin con mucho ruido y pocas nueces.
La inercia de la saga se refleja, de mejor manera (o peor, según se mire), en los Julianne Moore, Philip Seymour Hoffman, Donald Sutherland o, incluso, Woody Harrelson, intérpretes en los que resulta inaudita una sobreactuación, al menos tan latente como en esta última entrega. Lawrence sabe mantener la tensión, incita a la épica de las primeras piezas, clama venganza y se dispone a perpetrarla, pero no transmite el tormento en el que basa su comportamiento. Al igual que Hutcherson, quien parece haberse estancado en el Peeta Mellark de la primera secuencia, inerte y con la mirada perdida.
Liam Hemsworth, en su habitual pose de genio introvertido, de jefe de filas sin carisma, poco aporta a una pieza que se escurre por cada grieta del guión. Un triángulo amoroso del que nada sacamos en claro, más que el edulcorante de cada momento íntimo.
Sinsajo – Parte 2 muestra el límite para los teen film, para el movimiento fan de una franquicia que puede perecer en contenido, pero nunca en forma, y mucho menos en taquilla. Sigue la senda conceptual de la saga Crepúsculo, y marca el camino hacia otras como El Corredor del Laberinto o Divergente, con sus evidentes distinciones, pero bajo la misma premisa; explotar el contenido hasta que el espectador lo aborrezca, hasta que el objetivo económico sea millones de veces mayor que el esperado. Hollywood y su magnanimidad industrial.