Nos encontramos ante la entrega final de la trilogía precedente a la famosa saga de ‘El Señor de los Anillos’, composición ya mítica en la historia de la música de cine. Howard Shore se presentaba ante la batuta de estas adjudicaciones con el peso indudable de la obra que ya había creado, una delicia artística que suponía en el tiempo la parte posterior a la que ahora se enfrentaba. Difícil tarea a desempeñar para dar forma a una partitura que debía tener relación directa con las famosas ya puestas sobre la mesa pero que, al mismo tiempo, habría de mostrar una cara independiente y la sensación de encontrarnos ante unas notas que fueran origen de aquellas.
La banda sonora de ‘El hobbit. La batalla de los cinco ejércitos’ es el ejemplo de cómo puede zanjarse fiel y certeramente un proyecto grande. Paradigma también de la forma exacta en que la sección de agudos de la orquesta puede llegar a perfilar motivos y sensaciones oscuras y no estropear la creación seria de las segundas y terceras líneas de composición, como lamentablemente ha ocurrido con grandes superproducciones en 2014, por ejemplo el caso de nuestro Alberto Iglesias en ‘Exodus. Dioses y reyes’.
El inicio del filme, musicalmente hablando, se centra en el ámbito impenetrable y negro tan conocido de otras entregas. Así se desarrolla durante muchos minutos, concretamente el primer tercio de aventura, acudiendo a composiciones sutiles y elegantes basadas en las cuerdas y en unos graves de estas que mantienen la intriga y la fuerza mediante largos apoyos descriptivos que desprenden oscuridad y misterio. La segunda de las tres partes en que podemos dividir la aplicación musical al filme es, sin duda, la más poderosa. Todo gira alrededor de la figura de los orcos y de su líder, Azog. Shore consigue crear uno de los fragmentos más potentes y siniestros de las seis entregas. La grandeza con la que el compositor dibuja las escenas de este segundo tercio es admirable. Sin duda, una de las partes más conseguidas de la saga de ‘El hobbit’.
Azog y ‘’su partitura’’ acaparan todo a partir de estos momentos. Su atmósfera violenta y negra se proyectará hasta el final de la lucha y dará lugar a la narración más espectacular: la larga batalla que da lugar al enfrentamiento del orco jefe con el enano líder, una magnífica sucesión de ritmos narrativos con los que Howard Shore completa y culmina el espectacular dibujo que nos ofreció, minutos atrás y ya comentado, sobre el personaje Azog.
El ‘score’ pulula por ámbitos firmes y pretendidos y con su solidez compositiva y estructural la obra llega a adquirir una autonomía y personalidad propia como para funcionar como creación de altísimo nivel. Se aleja de forma clara de la calidad, épica y belleza de la composición que cerró ’El Señor de los Anillos’ y nos guía hacia otra manera de concebir un desenlace: serio, nada de estridencias y colocando la ‘’guinda del pastel’’ en el momento y lugar adecuados. Tras la figura de Azog, llega la batalla final.
Concluyendo, la tercera entrega de ’El hobbit’ está a un buen nivel artístico y con una estructura e intención estudiada y clara. Podríamos caer en el error de decepcionarnos ante su ligera falta de melodías hermosas, secuencias sentimentales románticamente adornadas con las notas del músico o instantes de acción más remarcados con temas conocidos o, si cabe, más definidos. Pero no, el visionado de la obra y su estudio desde la partitura nos hace caer en la cuenta de encontrarnos ante uno de los episodios más formales y reflexivos de las seis entregas.
Puntuación: 8.5