Segundas partes siempre son difíciles. No siempre necesariamente malas, pero normalmente complicadas. Los seguidores de una película esperan algo nuevo en relación a los personajes, aunque manteniendo intacta la esencia que tanto éxito ha dado a los responsables cinematográficos y tanta gratificación al público que ha ido al cine a verla. ‘Ted 2‘ cumple con ese requisito básico, pero Seth MacFarlane intenta ir más allá y acierta siendo él mismo: procaz y gamberro, con una evolución evidente en su concepción de hacer cine.
La insolencia de ser un oso:
La secuela de ‘Ted‘ (2012) nos trae de nuevo a la gran pantalla al osito más macarra de la historia del cine, con un aparente cambio de mentalidad. La madurez quiere hacer presencia en el pequeño Teddy, pero un grave problema con la legalidad y el gobierno de los Estados Unidos le va a obligar a ser el peluche que conocimos hace tres años.
La buddy movie o bromance, al gusto del consumidor, sigue siendo el tronco en el que Seth MacFarlane va metiendo todas las salvajes ramificaciones que caracterizan su última gran creación. El padre de ‘Family Guy‘ nos mete en la maravillosa espiral de Jon Bennet y Ted con un viaje entre la «No sé llegar a casa«, las corridas faciales y las oficinas de Charlie Hebdo. Reírse de lo que está prohibido y transgredir las normas a base de humor: MacFarlane no toca la fórmula ni por asomo, drogando al público en el cine con dosis más concentradas que en su predecesora.
Tirando con la escopeta nacional de los estadounidenses:
Con el tronco y las ramas puestas en el árbol de ‘Ted 2‘, faltaban la acción y la trama de la última media hora (la que menos gags contiene) para que brotaran las hojas. Pero lo que había sido un macguffin para que Seth MacFarlane sacara del armario de su casa todas las gamberradas posibles, se convierte en última instancia en un leve suspiro de escopeta nacional al estilo Berlanga.
La corteza del tronco se levanta y es ahí donde reside lo que muchos han pasado a definir como «un Seth MacFarlane más acomodado, más comercial, menos MacFarlane«. El creador de ‘American Dad‘ deja durante unos instantes el terrorismo verbal y el humor negro para hablar «en serio» a su nación de un grave problema a la orden del día en USA: el conflicto racial.
La apuesta ganadora de Seth MacFarlane:
Y, desde mi punto de vista, Seth MacFarlane acierta. Acierta porque lo hace comparando a los negros con un osito de peluche enganchado a la hierba y adicto a la prostitución, y porque mientras nosotros vemos una crítica a la actual situación social que atraviesa el país norteamericano Seth MacFarlane está metiendo el dedo en la llaga, no sólo en el sistema judicial yankee sino en el propio conflicto con los afroamericanos.
Es un «Zas, en toda la boca» simultáneo en Texas y Washington D.C., donde la insolencia de Ted ataca al Tea Party y a Obama con la misma facilidad que se ríe de los atentados del 11-S en un país en el que el silencio reina en los trágicos momentos de su corta historia. Allí los símbolos no se tocan, pero Seth MacFarlane es experto en la materia y más cuando tienen una navaja llamada Ted.
Esto me recuerda a Séneca («Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones«) o incluso al romántico Lord Byron («La consecuencia de no pertenecer a ningún partido será que los molestaré a todos«), para terminar siguiendo la doctrina houellebecquiana en la que ser vil y abyecto es sinónimo de autenticidad. Entonces, Seth MacFarlane y Ted son realmente auténticos.