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Crítica de Zootrópolis (Zootopia)

zootrópolis

Zootrópolis confirma la liturgia que Disney fabrica para reconducir sus pequeñeces cinematográficas. No sabemos si momentáneamente o para siempre, pero ha madurado. Los problemas encontrados en The Good Dinosaur (Peter Sohn, 2015) se disipan gracias al rigor del mensaje, gracias a la libertad del guión de Jared Bush, gracias al dinamismo en la realización de Byron Howard. Ambos han entendido el valor de la animación para, no sólo valiéndose del comercial sobre persecuciones o investigaciones policiales, llegar al espectador joven que espera aventuras, entretenimiento y alegría. Como ocurrió con Inside Out (Pete Docter y Ronnie del Carmen, 2015), hay favorita al Oscar desde principio de año.

Zootrópolis

La conspiración, el aroma a thriller y el desenfreno administrativo de los personajes hacen que Zootrópolis encarne la perfecta representación del modélico y agudo cine de animación. Howard y Bush parecen haber cogido las fórmulas de Traitor (Jeffrey Nachmanoff, 2008), retirado las capas de convencionalismo y adaptado a la calificación “para todos los públicos”. De rico encuadre visual, resulta aventurado pensar que es el suspense el principal objetivo de la trama cuando las secuencias de humor mantienen una lucidez valiente, cuando el espectador obtiene una condición humana de las conductas habidas en un mundo donde sólo habitan los animales. El ritmo no falla, ni tampoco lo hace la agilidad en los planos del cineasta, planos y movimientos en armonía con la genialidad musical de un Michael Giacchino que se reafirma como mejor compositor en la historia del cine animado. Todo gira acompasado, sincronizado en la producción y en el mensaje, en la atención que dedica a la moraleja y le retira a la inmadurez narrativa. Zootrópolis está fabricada para el divertimento del hijo y la reflexión de los padres, para la anécdota en el recreo y la moraleja en clase. El dechado argumental no tiende a la originalidad, sino a la reconversión de un género hastiado por los prejuicios del espectador insatisfecho. Algo que elabora bajo la importancia del fondo frente a la forma, del personaje frente al entorno; es decir, una vuelta de hoja a las animaciones que Disney estaba acumulando en el mismo estanque donde la compresión es forzada y el retrato social demasiado fantástico. Todo es creíble (llevándolo a la sociedad actual, y humana) en este viaje donde la realidad, la emoción y el entretenimiento quedarán supeditados a las aspiraciones de Judy Hops, a la presunción de inocencia de Nick Wilde y, sobre todo, a la memorable escena de Flash.

Apartando de la memoria todo por lo que se caracteriza, apartando la mezcla hábil del clásico adulto con el contemporáneo infantil, lo que queda es, quizá, la mejor parte; el breve pero potente desarrollo de cada personaje hacia la zona del retrato social, y la no poca condescendencia para con la heroína y el salvador omnipresente. Ante Zootrópolis, Disney tiene la posibilidad de no auto-complacerse y permitir que la obra de Howard y Bush se abstenga de franquicias y secuelas.

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Mario Alvarez de Luna Costumero
También escribo de cine en framepoint.wordpress.com
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