Frente a las florituras visuales del videojuego contemporáneo y su fragmentación en packs de pago, los juegos gratuitos online resisten prometiendo una experiencia única. Una batalla en la que el jugador debe escoger entre la repetición de un producto a costa de la ganancia o la autenticidad del juego puro.
La resistencia: de la fragmentación bajo pago a la gratuidad
Sin lugar a dudas, los cambios en la industria del videojuego en el último tiempo han causado un gran impacto en sus principales usuarios. Éstos, aunque asombrados por el increíble realismo y jugabilidad de los últimos títulos, han visto cómo su acceso a los videojuegos ha sido alterado en beneficio de la misma industria. En ese sentido, si bien antaño bastaba con comprar un juego para poder disfrutar al máximo de su historia y contenido adicional, ahora los videojuegos se cuartean en paquetes. Lo que no sólo se traduce en un notable encarecimiento del juego en sí mismo. Si no que también ha afectado a su eje narrativo desmembrándolo en pequeños fragmentos.
Ante dicho contexto, y retomando la cuestión de la alta resolución de la que ya gozamos, cabe destacar que muchos de los videojuegos más populares hoy en día no disponen, en realidad, de un realismo detallado. Algo que resulta curioso, dado que, mientras existen videojuegos cuyas texturas y renderizados apenas se distinguen de la realidad, los videojuegos de menor calidad visual, pero mayor trama o contenido, han seguido encumbrándose por todos los jugadores. Razón por la que plataformas como el país de los juegos Poki, disponiendo de inagotables videojuegos online gratuitos, están viviendo un momento de gloria. De paso, democratizando el acceso al videojuego.
¿Por qué ha cambiado tanto la industria del videojuego?
La razón por la que la industria del videojuego convencional optó por fragmentar sus productos es francamente sencilla. Esto, de hecho, obedece a dos factores ciertamente determinantes. Por una parte, el auge del videojuego a raíz de la expansión global de los gamers, cuya presencia ha permitido no sólo poner en el punto de mira el sector, sino también servir como canales publicitarios y promocionales para el mismo. Y, por otra parte, nuestra era cada vez más conectada a Internet. Un factor clave para que los videojuegos hayan podido transgredir su adquisición en formato físico para poder distribuirse digitalmente y, por consiguiente, fragmentarse con mayor facilidad.
De este modo, la industria del videojuego disfruta de unos ingredientes perfectos para manejar el hábito de los jugadores a placer. Destacando, además y como resorte de aceptación social, que los videojuegos se han normalizado a niveles inconcebibles tan sólo unos pocos años, cuando sus usuarios eran personajes marginales condenados a la mofa y al ostracismo. Toda una serie de elementos que, en conjunción, la industria ha sabido aprovechar para expandir el sector más allá de sus límites naturales. Es decir, incluyendo en sus hordas de usuarios todo tipo de individuos, sin distinción de clase o tribu social, dispuestos a una sola cosa: jugar para evadirse o ganarse la vida.
El ingrediente de toda la vida: el valor de la experiencia
A pesar de la buena salud que vive el videojuego —o, mejor dicho, su industria—, no son pocos los individuos que se han percatado del vertiginoso descenso en la calidad narrativa de los mismos. Evidentemente, juegos clásicos como Pac-Man o Tetris no tienen, precisamente, un argumento digno de un óscar al mejor guion. Pero sí disponen de algo que los distinguen: un carácter único. Un rasgo distintivo que, si echamos mano de un poco de espíritu crítico, no podemos encontrar entre los nuevos títulos. Eso sí, omitiendo franquicias como Fortnite o Among Us; aunque, nuevamente, resaltando que no es el valor del píxel lo que endiosa, sino la experiencia que garantizan.
Por el contrario, en el sector añejo, pero renovado, de los videojuegos de jugabilidad y estética más clásicas como los arcade o los juegos de rompecabezas, topamos de lleno con un bastión indestructible de disfrute. Navegando por plataformas como juegos Friv Poki podemos darnos cuenta de que menos es más y, de paso, gratis. Se trata de un grupo de videojuegos, clasificados tanto por temática como por relación a una u otra franquicia de mayor envergadura, cuya jugabilidad abarca todos los públicos. Por una parte, permitiendo que los más mayores se entretengan o revivan sensaciones, pero también que los más pequeños jueguen seguros e incluso aprendan.
La autenticidad jamás defrauda
Como un inesperado soplo de aire fresco, el resurgir de los videojuegos online gratis, como bien ya jugaron los nativos digitales en las antípodas de Internet, ha aparecido como una resistente trinchera ante la capitalización de la industria en consola. Ésta, más interesada en competir contra una u otra firma licuando una y otra vez el mismo juego hasta la saciedad —ejemplo práctico lo son los videojuegos de fútbol o de corte bélico—, acaba claramente abrumada por la extensa variedad de los juegos Poki y Friv. Desde Ben 10 y Spiderman o Capitán América hasta Suicide Squad, Hora de Aventuras, juegos de ajedrez, de carreras o de rol. Todo es posible y tiene cabida.
Evidentemente, al final es el jugador quien debe elegir su ecosistema más prolífero. Pero queda claro que las opciones están ahí para dar cobijo a aquellos jugadores que, pese a la fascinación que suscita una resolución cada vez más irresistible, saben que los juegos populares jamás defraudan. Si no es así, ¿por qué incluso los gamers más actualizados escogerían la altísima calidad del Pokemon de GameBoy y sus 8 bits frente al último GTA en resolución 4k? Quizá esta parezca una afirmación arriesgada, pero la realidad es que un videojuego inmersivo necesita más autenticidad que no estrategia visual. Porque, confesémoslo: el mítico Snake del móvil nunca fue repetitivo.