¿Puede la edad mermar la fe?¿ Puede Dios hablar con diferentes palabras? Solomon Kane es viejo, y no ha encontrado aún respuesta.
La nueva obra de la trilogía Robert E. Howard del conocido guionista El Torres trae de vuelta a una de las creaciones más queridas del escritor norteamericano: Solomon Kane. Un puritano de fe inquebrantable que recorre el mundo eliminando el mal en nombre de Dios. Un personaje que siempre se recuerda pero que nunca tuvo la popularidad de Conan o Kull. Torres se acompaña de Jaime Infante y Manoli Martínez para relatar la historia de este fuerte hombre, ya en sus años de vejez.
En la costa este de lo que será Estados Unidos, los colonos británicos construyen sus vidas con sus propias manos. Una nación en pleno nacimiento donde la fe y las leyes guían su crecimiento. Pero también estamos en una época de fanatismo y miedo. La religión, que debería confortar a los hombres, también es un duro padre que castiga a los infractores. Y a los sospechosos de brujería les caerá la mayor de las condenas.
Solomon Kane vive apartado del mundo, viejo, acompañado por una joven squaw, siendo parte de la comunidad, pero sin relacionarse con ella. Sus noches se llenan de conversaciones con el pasado, sobre el pasado, con espíritus y fantasmas que lo acosan. Cada día más convencido de que está condenado, su edad no concuerda con su fuerza, y su misión parece no tener fin, la obra de Satanás nos rodea a pesar de largos años de trabajo.
En el pueblo, las habladurías lo tachan de ermitaño y raro, las jóvenes creen que es un brujo y lo comentan en secreto, entre cuchicheos y risas. Pero el mal persigue al puritano, y esta vez será una joven la herramienta para debilitarlo, exponerlo, y quizá, condenarlo a los ojos de Dios y de los hombres.
Con un estilo que bebe directamente de todo lo escrito por Howard, El Torres llega más lejos que el creador del personaje, y nos muestra su vida tras la aventura, como su felicidad se apagó, y la misión continúa apretando el paso para cazarlo sin descanso. El escritor tarda poco en recordarnos los grandes dilemas de Kane, su fe, su creencia en cosas más allá de lo relatado en la Biblia, y sus experiencias que habrían condenado a otro hombre, pero a él lo han fortalecido de manera que en el invierno de su vida, es tan poderoso como lo fue en su juventud.
Pero dentro del cómic encontramos muchas otras influencias, el Hombre de Mimbre de Hardy, las más recientes Midsommar o The Witch, Carmilla, el Crisol, los Juicios de Salem, Capitán Kronos, y la Hammer de forma muy concreta. El ambiente oscuro y lleno de sospechas, donde un vecino podía ser el chivato que te condenara, la paranoia como herramienta para el control. El Torres analiza con inteligencia la fe, las creencias, los fanatismos, y lo salvaje del hombre con una misión. No deja puntada sin hilo, y los tabúes de aquella sociedad aislacionista se despiertan y acosan a los protagonistas. Solo un hombre se mantiene en pie, un hombre que duda sobre lo que es la fe, pero no lo hace cuando debe actuar por el bien.
Si el guion es rico en detalle, en analogías y preguntas, el dibujo de Jaime Infante no se queda atrás. Con pluma y tinta dota de vida a un pueblo de las colonias lleno de vida, pero también de negros y sombras. Sus demonios se esconden tras las esquinas. Haciendo que parezca fácil, cuenta con pulso todo lo que El Torres le lanza, y muestra siempre detalles y sensaciones más allá de meras descripciones. El color de Manoli Martínez añade algo a las tintas y las tramas de Infante, un suave camino de sensaciones y emociones que absorbemos y añaden profundidad a un dibujo que «mancha» al lector.
La trilogía Howard de El Torres ha dejado hasta la fecha dos cómics increíbles sobre los personajes del escritor pulp. Complejos, llenos de acción, y con una interpretación sólida y amorosa con el legado que tienen en el imaginario colectivo. Y aunque tienen puntos en común, héroes que se encuentran en el ocaso de sus carreras y dudan de su lugar en el mundo, cada una de las obras deja claro que Howard no los creo para ser solo encarnaciones en diferentes tiempos de un mismo estereotipo, sino personajes vivos con la capacidad de crecer y contar mucho más allá de la «espada y brujería».