Se acerca el Salón del Cómic de Barcelona, para mí se llamará así siempre porque Comic Barcelona se me queda un poco pobre, y ya soy viejo para cambiar de costumbres. Pero lo que no cambia es mi pasión por la viñeta, a pesar de las mareas crecientes y las sequías repentinas que sufre el mercado.
Antes el Salón del Cómic de Barcelona era “el lugar y el momento”, era donde las editoriales lanzaban títulos grandes, donde íbamos a adquirir el nuevo Boom. Allí vimos la Dragon Ball Manía nacer (la TV3 ayudó mucho a ello, al césar lo que es del césar) que también fue la llegada del manga a España, acompañado de Manga video y sus animes en vhs.
Es donde conocimos a Stan Lee, Neil Gaiman, Chris Claremont, Sergio Aragonés (el autor que más cercano he sentido en un salón) y dónde buscábamos todos esos títulos que nos faltaban porque no tuvimos dinero en su momento o se acabaron en nuestra librería (no todos vivíamos en Madrid o Barcelona y teníamos un acceso limitado a todo), quizás si había tiempo escapabas al mercado de San Antonio tras la arrancada inicial del Salón a ver si caía algo barato.
Pero siempre volvías a ese marco incomparable, ese templo que solo existía unos días cada año para adorar y vivir el cómic en su máxima expresión.
No entraré en el actual Salón, ni es si es mejor o peor, si ha evolucionado o es solo una muestra de merchandising y firmas de autores. Yo habría alucinado de adolescente con un Stand de una peli de superhéroes en el Salón, cosa que ahora muchos de mi edad desprecian, y porque no decirlo, a mí también hay días que me disgusta ver cosas así allí.
Pero todo evoluciona y al final todas las culturas populares tienen puntos comunes, y el Salón acabó creciendo y siendo fagocitado por tantas cosas que no eran cómic, que la vuelta a los orígenes predicada hace unos años tampoco ha sido tal porque ya no podemos separar las cosas.
En el Salón del Cómic de Barcelona, hay youtubers e influencers que venden más que los dibujantes de Marvel y DC, charlas sobre cómic a medio llenar y mesas redondas sobre cine de superhéroes en las que no cabe ni un permiso carambanal mal comido. Ya casi no hay tiendas de cómic, ni comic antiguo y al final es más probable que te lleves una camiseta o un muñeco, que completar una vieja serie que lleva años incompleta y sin reeditar. Pero podrás ver exposiciones como al principio del salón se hacían y podrás conocer a los autores de tus cómics.
Porque sigue siendo un lugar de encuentro para muchos, y creo que sigue siendo mágico el momento en el que pisas tu primer Salón del Cómic. Es cierto que ahora tenemos muchos y algunos tienen más calidad de autores o muestras, o más espacio y más stands, o más autores y más charlas, o simplemente son más pequeños y más hogareños. Pero nunca nadie duda en afirmar que Barcelona, es “el salón”.
Lo hacemos porque allí empezó todo, y puede que ahora sea una institución, pero fue un sueño, nuestro sueño, y es el de los más jóvenes ahora. Todo cambia, pero no sé aleja de la idea que lo vio nacer: que los fans tuvieran un lugar donde celebrar que lo son.