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Especial ‘El cine de Martin Scorsese’ | Parte III

el lobo de wall street

Finalizamos el especial que iniciamos hace unas semanas dedicado a la figura del director de cine Martin Scorsese

En una de las visitas semanales de la familia Scorsese a la catedral de San Patricio, al pequeño Martin le sorprendió que en pleno gueto italiano la iglesia estuviera dedicada a un santo irlandés. Más tarde descubriría que los inmigrantes de Sicilia y Calabria habían conseguido, medio siglo atrás, conquistar las calles del sur de Manhattan a los irlandeses tras una ardua batalla campal. De tal gesta nació más tarde Gangs of New York, su primera colaboración con Leonardo DiCaprio. El combate tuvo como escenario The Five Points, donde se encuentra actualmente Chinatown, cerca del hormigueo de Little Italy. Pertenecer a un gueto tan alejado del centro de la Gran Manzana produjo en Scorsese la sensación de sentirse como un inmigrante, como un outsider. De ahí el empeño de llevar a la gran pantalla la historia de la venganza de Amsterdam Vallon, un inmigrante italiano cuyo padre había sido asesinado por el sanguinario Bill el Carnicero. No se escatimaron medios, ni dólares, para la producción del que iba a ser uno de los mayores éxitos de Martin Scorsese, a pesar de que el resultado no acabase por contentar ni al propio director, muy enfadado con el final cut a cargo del productor Harvey Weinstein. El primer presupuesto estuvo fijado en 86 millones de dólares y contaba con la participación de la estrella en ciernes Leonardo DiCaprio, triunfal tras rodar Titanic, y con Robert De Niro, quien iba a dar vida a Bill el Carnicero, aunque, como todos sabemos, el papel recaería finalmente en Daniel Day-Lewis.

A pesar del fracaso de la película, hay que entender Gangs of New York como la forma de dar coherencia histórica a todas las inquietudes que habían despertado en Scorsese a lo largo de su filmografía: el camino hacía el éxito, que es el sueño americano per se, la violencia intrínseca en la sociedad y la caída de los dioses del panteón callejero neoyorkino. Son rudos, beodos y moralmente cuestionables, pero estos son los hombres que construyeron el país. “These are the hands that built America. Russian, Sioux, Dutch, Hindu, Polish, Iris, German, Italian” reza la canción que cierra la película a cargo de U2, mientras vemos, a vista de pájaro, como se construyen literalmente los pilares de lo que algún día será la Gran Manzana.

Sin saberlo, Scorsese había encontrado en el joven DiCaprio a la nueva encarnación de su estilo, a su nuevo Robert De Niro.

Volvió a contar con él dos años más tarde para El aviador, monografía del millonario y productor Howard Hughes. El filme supone la primera incursión del director en los entresijos de Hollywood, sin contar con documentales previos como Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano o Mi viaje a Italia. Scorsese realiza un estrambótico ensayo de falsos parecidos, lo que hace que Jude Law se parezca más a Robin Hood que a Errol Flynn, que Kate Beckinsale no esté a la altura de Ava Gardner o que Cate Blanchett parezca una caricatura de la gran Katherine Hepburn. La actuación de DiCaprio tampoco pasará como una de las mejores que se le recuerden, aunque parte de culpa recae en Scorsese, quien dirige un filme más cercano a Hollywood Babilonia que al excéntrico Howard Hughes, quien produjo, entre otras, el Scarface de Hawks. Sin embargo, El aviador consiguió hacer caja con sus 110 millones de recaudación. Mientras DiCaprio liquide la taquilla ya vendrán tiempos mejores.

scorsese junto a dicaprio en el rodaje de infiltrados

Continuó Scorsese con su melomanía dirigiendo una serie de documentales sobre los orígenes del blues en África y realizando el afamado No Direction Home en honor a Bob Dylan y Shine a Light, documental dedicado a sus satánicas majestades y al concierto que dieron en San Francisco en 1969, el más multitudinario de los Rolling Stones. Entre medias, Scorsese volvió al neo noir con Infiltrados, aclamadísima producción con un reparto de lujo: Leonardo DiCaprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Vera Farmiga y Mark Wahlberg. Como hiciera con Gangs of New York, la película también está construida en torno a una figura monstruosa; cambien a Bill el Carnicero por el mafioso Frank Costello y a Lewis por Nicholson.

Infiltrados fue catalogada por la revista Cahiers du Cinema como “el filme más político de Scorsese”, aunque el soberbio guion de William Monahan lograra encubrir a primera vista que Infiltrados habla más del fracaso de la sociedad tras los convulsos años 70 que del crimen organizado a nivel estatal. Así abre la película, sobre el fondo de los motines raciales de Boston mientras suenan los Stone y su Guimme Shelter: “War, children, it´s just a shot away, it´s just a shot away”. Además, se trata de un remake del thriller Infernal Affairs de los directores Siu Fai Mark y Wai Keung Lau, nativos de Hong Kong.

Tras tantos intentos fallidos, DiCaprio consigue realizar una brillante actuación, conmovedor como policía inmolado ante lo absurdo de su misión. Scorsese logra intensificar los polos opuestos de su película: el barroquismo de Nicholson y el patetismo de DiCaprio. Aparte de recaudar unos escalofriantes 288 millones, Infiltrados logró alzarse con 4 galardones durante la ceremonia de los Óscar, entre ellos el de mejor dirección y el de mejor película.

Debido al éxito obtenido por el filme, Paramount pidió a Scorsese que adaptara un best seller de Dennis Lehane, en vez de la que preparaba de la novela El Silencio, del japonés Shusaku Endo, una historia sobre un sacerdote católico apóstata en el Japón del siglo XVII. Así nació Shutter Island, cuarta colaboración con DiCaprio en un blockbuster realizado para reventar la taquilla. Los días antes de su estreno, los rumores sobre el futuro de Scorsese se disparaban como la pólvora. Uno de ellos apuntaba a una nueva colaboración con Robert De Niro, actor que si bien ha funcionado lejos de la influencia de Scorsese bajo la tutela de directores de la altura de Coppola (El Padrino II), Bertolucci (Novecento) o Leone (Érase una vez en América), había dejado a un lado el cine de calidad desde finales de los noventa, enfrascado en comedias simplonas como la saga Los padres de ella o Una terapia peligrosa.

No obstante, dicha colaboración no llegará hasta el lejano 2016 con The Irishman, un viejo proyecto del director de Little Italy. Otros rumores sí que se hicieron realidad y Scorsese produjo la sensacional serie de la HBO Boardwalk Empire, llegando a dirigir su piloto, y llevando a cabo un año después su fábula La invención de Hugo, cénit de su desatada cinefilia.

Irregular, aunque estéticamente visionaria gracias a su impresionante fotografía en 3-D, el filme solo llegó a funcionar durante su segunda parte, cuando aparece en escena el verdadero yo de Ben Kinsgley, quien interpreta al legendario George Melies, pionero del séptimo arte y hacedor de sueños gracias a sus trucos fantasmagóricos.

Este homenaje al genio francés llegó a continuación del documental Una carta a Elia, dedicado a la figura del director Elia Kazan y a la ciudad de Nueva York. No estuvo exento de polémica, cómo no, dedicar una pieza cinematográfica a uno de los personajes más odiados de Hollywood; chivato durante la vil Caza de Brujas de McCarthy, manipulador en su defensa con La ley del silencio, pero uno de los más bellos y conmovedores realizadores del Hollywood clásico.

scorsese dando instrucciones a margot robbie y leonardo dicaprio en el rodaje de el lobo de wall street Ahora, con El Lobo de Wall Street y sus cinco nominaciones a los Óscar, Scorsese vuelve a la carga del éxito… y en busca de la conciencia pública.

Leonardo DiCaprio da vida al que posiblemente sea el estereotipo favorito de Scorsese, encarnación del sueño americano, del anhelado éxito y de la consecuente caída al fracaso.

No es casualidad que Scorsese haya tomado como punto de partida la autobiografía del ex broker de Wall Street Jordan Belfort, paradigma del capitalismo yankee, en un contexto de crisis económica y de valores. Si Amsterdam simbolizaba la violencia intrínseca en la fundación de la nación, como Travis Bickle (Taxi Driver) lo hacía con las consecuencias de Vietnam o Billy Costigan (Infiltrados) con el cisma de la sociedad civil de los 70, Jordan Belfort aglutina a aquellos que nos han llevado adonde estamos, siguiendo el camino -fácil- hacia el éxito, sin detenerse a mirar las cabezas de aquellos a los que pisaba.

El tono cómico y maliciosamente irónico de la película, inédito desde El rey de la comedia (1982) y ¡Jo, qué noche! (1985), no hace más que subrayar la incoherencia del sueño americano, despiadado con quien lo persigue, desalmado en sus consecuencias. El poderoso plantel de El lobo de Wall Street habla por sí mismo: DiCaprio y Jonah Hill a los mandos, como otrora lo hicieran De Niro y Pesci, y en un plano casi testimonial Matthew McConaughey, Jean Dujardin y Jon Favreau. Todos quieren trabajar junto al director más influyente del posmodernismo estadounidense, todos quieren acercarse al genio de Little Italy.

Puedes leer aquí la PRIMERA y la SEGUNDA parte de nuestro especial dedicado al cineasta Martin Scorsese.

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