En este especial sobre los superhéroes, rememoramos la secuela de Batman de 1989, Batman returns
Curiosamente si ‘Los increíbles’ era una película de animación, algo que se sale un poco de los parámetros a los que estamos acostumbrados en este género, las películas de Batman tienen otra curiosidad y es que ninguno de sus héroes o villanos posee poder alguno, algo característico en la mayoría de superhéroes y donde aquí solo se manejan a base de mente, físico y ‘gadgets’ varios.
Tras el tremendo éxito de ‘Batman’ en 1989, la Warner confió en Tim Burton de nuevo para una segunda parte del hombre murciélago y le dio mayor libertad para llevar a cabo el proyecto. Este vio en ella la oportunidad de acercar el universo de Batman a su estilo personal y gótico de una manera más palpable que la primera vez, dando como resultado final una película que no estuvo exenta de polémica pese a que nuevamente fue un gran éxito de taquilla, polémica por la que el estudio no quiso que Burton volviera a dirigir una tercera entrega. El hecho es que ahora, con el paso de los años, ‘Batman Returns’ puede considerarse una de las mejores películas de superhéroes que ha dado el cine en los últimos 20 años.
La película contó con un diseño de producción certero y atrayente, un Tim Burton en plenas facultades que supo manejarse a las mil maravillas pese a su primer recelo de llevar a cabo la cinta, una banda sonora inolvidable de Danny Elfman, que había fabricado una melodía reconocible a los primeros compases, un reparto seleccionado a las mil maravillas que hacía olvidar a las caras conocidas de la primera entrega y un equilibrio sutil entre lo caricaturesco del cómic y el universo personal del entonces joven Burton.
Una de las cosas más reprochadas tanto por crítica como por público fue la oscuridad de la propuesta (ni una sola escena se desarrolla de día) y la madurez de la misma como algo negativo, alegando que no era una película para niños que es lo que tenía que ser y que estos se asustaban en distintos pasajes de la cinta. A la vista está con las nuevas y exitosas propuestas de Nolan que si había un camino a seguir con el señor de la noche era este y no el que se quiso tomar posteriormente con Schumacher al mando. Muchos otros aseguran que las obras sobre Batman de Burton se alejan en demasía del cómic, sacándose de la manga escenas y personajes, pero esto no es un cómic y sí una película, por lo que como tal hay que verla, si bien usa como base un producto anterior.
Abriendo la película nos encontramos con un prólogo de lo más acertado, y que es toda una declaración de intenciones de aquello que vamos a ver posteriormente, dejando de lado a Batman y centrándose Burton en uno de los nuevos villanos que vamos a contemplar: el Pingüino. La película contaría en esta ocasión con nada más y nada menos que con tres antagonistas, todos ellos fascinantes.
En esta nueva entrega, ya no solo es Batman el que ha tenido una infancia traumática, sino que el director lo une a personajes que distan mucho de ser perfectos y que rezuman tormento. El Pingüino (un maravilloso Danny DeVito), lleno de dolor y tragedia es uno de los mejores personajes que se han creado en el universo cinematográfico de Batman, y es alguien que se parece a este en muchos aspectos. Un villano que añora el poder pero también la identidad, su origen y pasado, puesto que reniega de aquello que la gente repudia y solo busca ser llamado por su nombre verdadero y juzgado como los demás, para finalmente enorgullecerse de ser quien es y querer ser llamado nuevamente por su apodo, al darse cuenta de que los pingüinos son la única familia que nunca le ha abandonado.
Por otro lado encontramos a Catwoman, otro personaje que se asemeja a Batman (cosa que él mismo le acaba confesando), una Michelle Pfeiffer apabullante, figura morbosa y ‘sexy’ que juega con la ambigüedad durante toda la película y que no sabemos si será aquella que acompañe a Batman en sus aventuras o si será la que solo le cause problemas. Una mujer que intriga a Bruce Wayne y con la que hay una más que evidente atracción a pesar de su anarquía, la cual recuerda levemente a la del Joker.
La película juega muy inteligentemente entre ambos personajes con la eterna batalla de los sexos entre Batman y Catwoman, a la par que hay otro juego amoroso paralelo entre las figuras públicas de Bruce Wayne y Selina Kyle (¿y qué mejor que “desenmascararse” que en un baile de máscaras?).
Me encanta por otro lado el personaje de Christopher Walken, Max Shreck (mismo nombre que el del actor que encarnó el ‘Nosferatu’ de Murnau), el villano más pérfido de los tres pero el más “normal” de cara a la sociedad, el eje central de la película y por el que todos los demás personajes hacen lo que hacen, un hombre que solo busca el poder y el control, algo que le acabará pasando factura.
Si algo se puede achacar a esta entrega es sin duda el interés desigual que tiene su director por los personajes. Se nota a leguas que la balanza está desequilibrada y que denota mayor interés por los villanos que por el héroe, del que ya había dicho lo que tenía que decir en la primera entrega y que aquí no aporta nada nuevo, aparte de algún ‘gadget’ distinto a lo ya conocido.
Superior a la primera parte a mi forma de ver en todos los aspectos principales, Tim Burton hizo la película de Batman que realmente quería hacer, una película de buen ritmo y escenas míticas, además de una de sus mejores películas en la ya extensa filmografía del director californiano. Dos horas de cine que se pasan volando.
No hablaremos más de la saga Batman en este especial, por mucho que se pueda hablar, pero sí diré que Nolan tuvo una base donde apoyarse y fue esta. No así Burton, que solo tuvo como referencia la serie televisiva (totalmente distinta) y los cómics, (de los cuales siempre ha dicho no ser lector) por lo que el mérito es mayor si cabe.
Con todo y con esto Batman Returns se erige como un triunfo de su director y un actual placer para los aficionados al cine de superhéroes, un punto y aparte a lo mostrado hasta entonces en este tipo de subgénero y que incluso puede verse como película independiente que no necesita de un antes o un después. Un Batman más cercano a Frank Miller que a Bob Kane y, en definitiva, una obra oscura, adulta y sincera que nos regaló un Tim Burton en lo mejor de su carrera.