Carlos Díez, profesor, ilustrador, creador, maestro, inspirador, autor total, nos ha dejado a la temprana edad de 49 años a consecuencia de una enfermedad que se lo ha llevado antes de tiempo pero sin conseguir robarle ni un ápice de la entereza, ilusión, amor por los suyos y por su trabajo que le han caracterizado a lo largo de su vida. Un día triste para la viñeta y la cultura nacional que marca la pérdida de un espíritu incansable a la hora de extender su forma de hacer y entender el Arte mayúsculo.
Nacido en 1966, Díez se vio rápidamente fascinado por el dibujo y la figura femenina; dos pilares iniciáticos fundamentales de su evolución profesional y personal que le llevarían con paso firme a su gran dedicación e impulso motor, a su gran proyecto vital: la docencia, la formación, la capacidad de hacer crecer a otros como él lo hizo y darles la oportunidad de lanzar al mundo sus talentos y sensibilidades. Así, este dominador de todas las técnicas de ilustración imaginables, del acrílico a la acuarela pasando por la plumilla o las técnicas mixtas -por no hablar de su maestría con el aerógrafo-, se hizo un nombre en las principales cabeceras internacionales para madurar en su ideal, materializado en el nacimiento de Academia C10 en 1995.
«Creo que estoy en el paraíso del artista, libre de ataduras y condicionamientos, para dar rienda suelta a mi creatividad. Creo que cada día me siento tan feliz como aquel en el que acabé mi primer dibujo. He luchado por ello y lo he conseguido». Con estas palabras respondía a la pregunta de una alumna del Colegio Virgen de la Milagrosa, que Carlos Díez visitaba el pasado mes de febrero. Efectivamente, un paraíso de artistas en el que liberar la creatividad: eso es Academia C10, uno de los centros docentes más respetados de Madrid y punto de referencia y lanzadera de tantos y tantos que, como él, han encontrado en los pinceles su manera de conectar con el mundo y regalarle maravillas y fantasías tan sólo soñadas por la mayoría.
Constancia y perseverancia son los valores que han impulsado el sacrificio y el esfuerzo de un profesional enamorado de su vocación tanto como de los suyos, enamorado de la posibilidad de utilizar su propio espacio vital, su propia vida incluso, como anclaje de una plataforma de lanzamiento de talentos -como se refería a la Academia que lleva su nombre- que hará que su recuerdo sea aún más eterno. Carlos Díez, el artista total, el Hombre C10, se va dejando un ingente legado que mira hacia el futuro con claridad, con lucidez, al igual que él miraba la vida. Vitruvio moderno, faro de muchos, profesional incansable e inquieto, excepcional ser humano para quienes le tenían más cerca y para todos en general. Carlos Díez, como los grandes, siempre estará vivo en su obra.