Sitges rinde culto al fantástico, y van 46 ediciones, para deleite de los aficionados.
Al Festival se le puede reprochar su mastodóntica e inabarcable programación, pero no cabe duda de que constituye un mosaico representativo de las tendencias que definen un género tan diverso.
El certamen acertó con la película elegida para la inauguración, ‘Grand Piano’, un ‘thriller’ psicológico con un estilo que remite a las obras de Alfred Hitchcock y Brian De Palma. Unas referencias que son palabras mayores, si bien Eugenio Mira (responsable de la ‘cult-movie’ ‘The Birthday’) ofrece un recital en virtud de su poderosa puesta en escena. La presencia de su protagonista, Elijah Wood, en la alfombra roja contribuyó a aumentar la expectación. Wood no fue la única estrella en desfilar por Sitges, ya que también acudió el alabado, y único, Terry Gilliam con motivo del pase de su último trabajo, ’The Zero Theorem’. Las entradas volaron ante la obra del ex Monty Python.
Producida por Rodrigo Cortés, y con el mercado internacional como objetivo, ‘Grand Piano’ demuestra el dominio narrativo de Mira, quien logra transmitir la tensión que sufre Tom Selznick (Wood), un pianista con miedo escénico expuesto a una situación límite: morirá si comete un solo error en su actuación. Wood, quien ya estuvo el año pasado en Sitges con la sangrienta ‘Maniac’ (‘remake’ aún inédito en España), evidencia que es mucho más que Frodo. La Tierra Media quedó atrás.
Más dudas despertó la hipnótica, y muy extraña, ‘Upstream Color’, de Shane Carruth, que en su día sorprendió en Sundance con la ‘indie’ ‘Primer’. Una obra inclasificable y que, por sus situaciones y compleja estructura narrativa, está destinada a generar debate. En el pase de prensa fue recibida con aplausos tibios. Merece la pena acercarse a la experiencia sensorial que propone Carruth, aunque el resultado no sea satisfactorio por su rareza endémica.
‘Cinemascomics.com’, medio acreditado una vez más para cubrir el Festival de Sitges, también pudo ver ‘The Colony’, historia postapocalíptica de factura canadiense. Kevin Zegers, Laurence Fishburne y Bill Paxton destacan en un filme en el que la glaciación no es el único problema al que debe enfrentarse un grupo de supervivientes, sobre todo cuando aparecen unos caníbales de por medio. La película entretiene por su entrega y fidelidad a las reglas del género y, al mismo tiempo, se resiente por su carácter previsible. El diseño de producción convence a pesar de las estrecheces presupuestarias.