Horror y circo. Parte I.
El circo es un símbolo de lo anormal, lo monstruoso, lo dionisíaco. No hay horas fijas para irse a dormir, ni normas ni reglas, ni padres aburridos, ni colegios. El circo mola. Es un maravilloso caos, una tierra inexplorada, un país de las maravillas portátil que viaja de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, llevando consigo su carga de glamourosas atracciones. Un lugar mágico fuera del tiempo y el espacio donde cualquier cosa puede ocurrir. Por eso mismo, en realidad, el circo es algo realmente siniestro, pues bajo sus trajes de brillante colorido, bajo el maquillaje de los payasos y las luces de la pista central, el circo esconde su verdadera naturaleza, y nada nos asegura que no traiga a la ciudad desgracia y horror disfrazados de diversión y maravillas. Porque ¿qué sabemos realmente de los componentes de su troupe? ¿Le gustan de verdad los niños a ese payaso que bajo su divertido disfraz de grandes botones rojos esconde unos tatuajes propios de Max Cady y que ríe a carcajadas mientras golpea con un enorme martillo la cabeza de su partenaire? ¿Qué siente el trapecista por ese compañero al que debe recoger tras realizar un triple mortal? ¿Está secretamente enamorado de su mujer? ¿Qué comen las fieras? ¿Saldría usted a la pista si el mago pidiera voluntarios para serrarlos por la mitad? ¿Y si lo hiciera el lanzador de cuchillos? ¿Podemos fiarnos de ese mono tan simpático que le coge la mano a nuestro hijito o en un descuido le arrancará el brazo? Ya lo dijo el cómico Jack Handy: “Para mí, los payasos no son graciosos. Me pregunto cuándo comencé a verlo así y tal vez todo esté relacionado con esa vez que fuimos al circo y un payaso mató a mi padre”.
Ya en sus inicios el cine de terror se fijó en las posibilidades de este impostado paraíso de lentejuelas y rosado algodón de azúcar, de fieras y seres monstruosos, de magos decapitadores y siniestros jefes de pista donde nada es lo que parece. De hecho, el recurso ya fue utilizado en la considerada la primera película de terror del cine. Nos estamos refiriendo a «El gabinete del doctor Caligari» (Robert Wiene, 1920), donde el malvado galeno viaja de feria en feria exhibiendo al desdichado Cesare, a quien mantiene en permanente estado hipnótico y de quien se sirve para satisfacer su sed de sangre. De 1928 es la magnífica «El hombre que ríe» (Laughing Man, Paul Leni), cuyo desdichado protagonista, Gwynplaine, fue entregado de niño a una banda de los llamados Comprachicos, que los deformaban para venderlos a los circos y que en su caso le cortaron la cara para hacer que exhibiera una permanente sonrisa. La impresionante caracterización del actor Conrad Veidt inspiró a los dibujantes Jerry Robinson y Bob Kane para crear al Joker, el archienemigo de Batman.
También situó bajo la carpa sus melodramas de seres deformes y venganza un hombre que conocía muy bien este mundo: nuestro admirado Tod Browning, a quien dedicaremos un extenso artículo en esta misma página y que nos dejó obras maestras del horror circense como «El palacio de las maravillas» (The Show, 1927), «Garras humanas» (The Unknown, 1927), «Los pantanos de Zanzíbar» (West of Zanzibar, 1928) y «La parada de los monstruos» (Freaks, 1932). En la línea marcada por Browning, John Harlow realizó en 1943 «The Dark Tower» donde el hipnotizador Stephen Torg utiliza sus poderes para hacer que la trapecista Mary se atreva a realizar las más arriesgadas acrobacias y, de paso, conseguir su amor quitando de en medio a su novio, Tom. «Circus of Horrors» (Sidney Hayers, 1960) presenta al doctor Rossiter, un cirujano plástico inglés que después de cometer un terrible error huye al continente donde consigue apropiarse de un circo. Ésta será la tapadera perfecta para seguir realizando sus intervenciones, convirtiendo a incautas mujeres mutiladas en impresionantes bellezas a las que exhibe en su espectáculo. Cuando alguna intenta abandonarle se deshace de ellas mediante lo que parecen accidentes fortuitos que, sin embargo, levantarán las sospechas de un joven inspector de policía. Lo que intenta investigar el inspector Elliot de Scotland Yard es quién de los pintorescos miembros del Barberini´s Circus es el cerebro que ha organizado el asalto a un furgón blindado en «Circus of Fear» (John Moxey, 1966), un krimi anglo-alemán con Klaus Kinski y Christopher Lee. El circo fue utilizado como fachada para terroristas en «Octopussy» (John Glen, 1983), y en «El circo del crimen» (Berserk!, Jim O´Connelly, 1967), la trama gira en torno a una serie de crímenes cometidos bajo la carpa del circo dirigido por Monica Rivers (Joan Crawford).
Mucho más enfermiza es «El circo del terror» (Terror Circus, a.k.a Nightmare Circus, a.k.a. Barn of the Naked Dead, a.k.a. Caged Women, Alan Rudolph, 1974), donde tres strippers que se dirigen a Las Vegas sufren una avería en mitad de la autopista y son recogidas por un encantador joven llamado Andre que les ofrece alojamiento. Como no podía ser de otra forma, el joven es una especie de Norman Bates que aspira a ser el domador de “el más grande espectáculo de animales sobre la Tierra” y que incluye a las mujeres en esta categoría, por lo que las encadena y las encierra en un cobertizo junto a sus otras adquisiciones humanas y un grupo de fieras para “adiestrarlas”. Por si fuera poco, las jóvenes sufren la constante amenaza del padre de Andre, a quien las cercanas pruebas nucleares han convertido en un mutante sediento de sangre… «La casa de los horrores» (The Funhouse, Tobe Hooper, 1981)es un sangriento slasher con un grandioso diseño de producción donde dos parejas de adolescentes que se introducen de noche en esta atracción de una feria ambulante se convierten en la presa de un deforme psicópata que se oculta tras la máscara de El monstruo de Frankenstein. En «Clownhouse» (Victor Salva, 1988), uno de los últimos grandes slashers de los gloriosos ochenta, tres niños que se han quedado solos en casa deben luchar por sus vidas frente a tres psicópatas huidos de un manicomio que han matado a tres payasos y se han apropiado de sus trajes y su maquillaje. «Freakshow» (Drew Bell, 2007) fue un remake de Freaks. Un grupo de trabajadores del circo decide apoderarse de la fortuna del propietario haciendo que se case con una de sus miembros, Lucy, para matarlo a continuación. Los freaks descubren sus planes, los asesinan y desfiguran horriblemente a la joven hasta convertirla en “El gusano humano”. En la siempre curiosa «Santa sangre» (Alejandro Jodorowsky, 1989) se cuenta la historia de Fénix y su relación con su madre Concha y su padre Orgo, todos dedicados al espectáculo circense. Cuando Concha descubre que su marido la engaña con La mujer tatuada los agrede, pero Orgo responde cortándole los brazos y abriéndose la garganta. Todo esto es contemplado por Fénix, que acaba recluido en un psiquiátrico. Años después su madre le ayuda a fugarse y comienza con él una relación enfermiza: sus brazos se convierten en los suyos en un número circense y cotidiano, y le obligará a asesinar a las mujeres por las que se siente atraído. Haremos una mención especial a la serie televisiva de la HBO «Carnivàle», que a pesar de contar con tan solo dos temporadas se hizo con una legión de admiradores y el reconocimiento de la crítica. Ambientada en los días de La Gran Depresión, en ella se contaba de forma paralela las historias del hermano Justin Crowe, encargado de la iglesia metodista de un pequeño pueblo californiano y de Ben Hawkins (interpretado por Nick Stahl, el John Connor de Terminator 3), un joven de 18 años con una habilidad especial cuya madre con problemas psiquiátricos acaba de fallecer y que se une, casi contra su voluntad a un circo ambulante regentado por el enano Samson (Michael J. Anderson, recordado por Twin Peaks).
Sigue…