Un pequeño recuerdo personal
Todavía estamos llorando a Francisco Ibáñez, el gran creador de Mortadelo y Filemón, Rompetechos, Tete Cohete, Chicha, Tato y Clodoveo… La lista es enorme y lo mismo la de todas las personas que en algún momento hemos leído alguno de sus tebeos. Decir que ha tocado a varias generaciones es quedarse corto, su obra ha ido más allá de nuestras fronteras, a otros medios…
Pero al final cuando alguien fallece lo que quedan son los recuerdos y de esos las redes se inundaron. Personas que fueron a alguna firma, que le vieron en algún evento, que se cruzaron con él en algún momento de su vida. En mi caso tuve la suerte de poder entrevistarle hace ya bastantes años, un momento que atesoro y eso que en realidad en aquel momento hacía largo tiempo que había dejado de ser seguidor de su obra.
Fue en Valladolid mientras estudiaba Periodismo. Me acerqué a la Feria del libro a fisgar un poco en un rato de relax, se ponía cerca de mi casa, y cogí uno de los folletos de actividades. Al mirarlo vi que Francisco Ibáñez acudía a la misma y claro, me faltó tiempo para intentar concertar una entrevista. Coincidía que la responsable de prensa del festival era una profesora mía (en ese momento ya no me daba clase) con la que tenía buen trato, y sigo guardando un gran cariño, así que se lo comenté y dicho y hecho, al poco me veía con Francisco Ibáñez.
Una charla amena
Fue a primera hora de la tarde, si no recuerdo mal, en el hotel donde se alojaba que estaba justo enfrente (o detrás, según el punto de vista) de las casetas del evento. Llegué y allí estaba, esperando en una mesa, tranquilo y sonriente. Y he de decir que disfruté mucho. Nadie nos marcó un tiempo límite, pude charlar con él tranquilamente de todo, del éxito de sus personajes, de su admiración por Vázquez, de su posible retiro, de la marcha de Escobar y compañía de Bruguera…
Si bien como he dicho antes hacía años que no era seguidor suyo, no todos los autores te gustan para siempre, fue estupendo poder charlar con él. De su experiencia profesional con tantas décadas a la espalda, de sus compañeros y sus recuerdos. En todo momento fue cercano, amable, abierto y muy simpático.
Y ya está. Eso es todo. Leed mucho.