Días de un Odio Presente
La llegada de John Romita Jr. a los lápices de The Uncanny X-Men, en las diez páginas finales del número 175 de la colección, supuso un cambio en cuanto a la temática de las aventuras que Chris Claremont había venido contando en las etapas anteriores, tanto de Dave Cockrum como la breve pero interesantísima estancia de Paul Smith como dibujante de la colección. El Patriarca Mutante empezó a centrarse en la relación xenófoba entre la humanidad y la raza mutante aunque esta vez lo focalizaría mucho más en el sentimiento que podía vivirse en las calles. Historias como Días del Futuro Pasado, que había sido narrada en los números 141 y 142 de la colección, o la Novela Gráfica Dios ama, el Hombre mata, ya habían tratado el tema de una forma bastante cercana pero había llegado el momento de dar un paso más.
Desde el principio de su colaboración, Claremont y Romita Jr. retomaron a la Hermandad de Mutantes Diabólicos, en la encarnación liderada por Mística y que ya habían sido unos de los villanos de Días del Futuro Pasado, el otro lo interpretaban los Centinelas. Además se recuperaba el interés del gobierno estadounidense por decretar un Acta de Control de Asuntos Mutantes, firmada por el senador Robert Kelly, que seguía teniendo interés por promulgar una ley que prácticamente convertiría a los mutantes en esclavos del sistema. Y por seguir recuperando elementos propios de aquella mini-saga dibujada por John Byrne, también colocaron en el presente a Rachel Summers, la hija de Cíclope y Jean Grey en aquella realidad alternativa en la que los mutantes habían terminado muertos o recluidos en campos de concentración.
Y para completar la ecuación faltaban los Centinelas, solo que esta vez no sería la encarnación conocida de estos robots cazadores de mutantes sino una versión futura de ellos representada en la creación de Nimrod. El Centinela se convierte en juez y ejecutor del homo superior al considerarlos enemigos de la humanidad. Todo esto sumado al ataque que el profesor Xavier recibe de un grupo de humanos exaltados, que le hace perder de nuevo la movilidad de sus piernas y volver a su simbólica silla de ruedas, nos ofrece un coctel más que suficiente para observar la evolución que el sentimiento de odio hacia los mutantes ha ido teniendo hasta el punto de resultar una amenaza que envuelve a los mutantes, y en especial a la Patrulla-X, ofreciendo diferentes frentes de acción que llegan desde todas partes, incluso del futuro.
Todo esto desembocaría de forma espectacular en el número 200 de The Uncanny X-Men, en el episodio conocido como el Juicio de Magneto. Aquí se puede comprobar cómo el odio hacía los mutantes es generalizado en la sociedad y se respira en las instituciones gubernamentales, en los jueces y en cada esquina de Paris, que sirve de escenario a la representación de las acusaciones que Erik Lensherr recibe por la destrucción de la ciudad rusa de Varykino, que había sido evacuada y no hubo víctimas mortales, pero sobre todo por el hundimiento del submarino Leningrado que se llevo al fondo del océano a toda su tripulación. La defensa, ejercida por Gabrielle Haller, ejemplifica perfectamente en un par de frases el conjunto de los que hemos venido leyendo durante los últimos veinticinco números de la colección: “Cuanto más cambian las cosas, más siguen igual. Algunos viejos odios nunca cambian”.
El odio va a seguir presente en la idiosincrasia de las colecciones de mutantes porque forma parte de su propio ADN desde el inicio de los X-Men. Es propio del sueño del Profesor Xavier acerca de la convivencia pacífica entre humanos y mutantes, un sueño que primero debe vencer a ese odio, un sentimiento que proviene del temor que el común de los mortales siente ante seres super poderosos que pueden destruir el mundo en un pestañeo, que pueden sustituir a la raza humana en un futuro llevándolos a la extinción como el hombre Cromagnon hizo con el Neanderthal.
Chris Claremont se encontraba en la cima de su periplo como guionista de The Uncanny X-Men, con unas historias repletas de dramatismo que apenas dejaban respirar al lector y un desarrollo de los personajes repleto de matices que les dieron una nueva dimensión. Por su parte el dibujo de John Romita Jr. fue siendo cada vez más personal, observándose una evolución considerable en su trazo acompañado de uno de los entintadores que mejor ha sabido interpretar su lápiz, Dan Green, que junto a Klaus Janson pueden considerarse como los que más han marcado la carrera del hijo de John Romita Sr., su señor padre. Toda una etapa imprescindible dentro de la colección.