Panini Comics reeditó este año el clásico de Spider-man, ‘La última cacería de Kraven’ de J.M. DeMatteis
La muerte de Gwen Stacy, la primera picadura de la araña, la etapa del Duende Verde, el nacimiento de Venon, ‘El niño que coleccionaba Spiderman‘, ‘Vuelta a casa’… varias historias de Spider-man aparecen en las listas de los mejores cómics del Hombre Araña, pero si uno brilla especialmente ese es ‘La última cacería de Kraven’ de J.M. DeMatteis, con ilustraciones de Mike Zeck, publicado en 1987, y que Panini Comics ha reeditado este año. Una obra que está entre las mejores del trepamuros (y la mejor para mi gusto). El mismo Stan Lee dijo cuando se publicó en los 80: «Llevo muchos años con Spidey. No pensaba que hubiera muchas cosas que pudieran emocionarme o sorprenderme en lo tocante a historias nuevas y diferentes. Pero de vez en cuando veo un número especial, fantásticamente escrito, magníficamente ilustrado y deslumbrantemente concebido. Ésta es una de esas veces».
En general (y generalizando mucho) no hay lugar para la brutalidad en la historias de Spider-man, pensadas en un inicio para un público más adolescente. Hay dramas, sí; hay muertes, muchas, pero en gran parte de sus historias no se percibe la misma oscuridad ni violencia que otros personajes de Marvel. No fue casual que se pensara en el momento de su creación, a principios de los 60 por Stan Lee y Steven Ditko, en un joven estudiante llamado Peter Parker para que conectara con un público más joven.
Spider-man no es Batman, pero algunos cómics sobre el Hombre Araña se han acercado a esos terrenos más propios del Caballero Oscuro de DC, que no del propio Spider-man. Una de esas historias es la imprescindible ‘Spider-man. La leyenda del Caballero Arácnido’, de la saga creada por Todd McFarlane en 1990 para Marvel. McFarlane dio vida a un Spider-man oscuro. Un Spider-man que verá continuamente su vida en riesgo, pero estará en riesgo de verdad, es decir, el guionista le hace sufrir sus peores pesadillas y combates, situando al superhéroe en más de una ocasión entre la vida y la muerte como se puede ver en su combate contra el Lagarto en la primera historia ‘Tormento’, un relato sencillo, sin florituras argumentales pero despiadado. La grandeza de la obra es mostrar a un Spiderman contra las cuerdas que sabe sangrar y luchar hasta el último suspiro.
Tres años antes de que Todd McFarlane diera vida a ese cómic, J.M. DeMatteis había dado cabida a la brutalidad en los cómics de Spider-man en ‘La última cacería de Kraven’, en la que el Hombre Araña se enfrenta a un enloquecido y profundo Kraven hasta el punto en que caerá rápidamente en sus manos con unos pasajes en los cementerios totalmente antológicos. Kraven tiene un plan: matar a Spider-man, enterrarlo y robarle la identidad como superhéroe y vencer donde él no venció. En esta historia, Spider-man luchará contra Kraven (o Sergei Kravinoff), pero también con otro malvado llamado Alimaña que vive en las alcantarillas y su figura y su habla recuerdan a la del mismo Gollum.
El villano Kraven el cazador comparte protagonismo con el héroe, en un cómic que reflexiona sobre lo que significa la victoria y la derrota; sobre el orgullo del villano vencido; lo que significa ganar e incluso lo que significa ser Spiderman. Los héroes (casi) siempre ganan, de un modo u otro. El villano siempre está a punto de conseguirlo… pero al final un golpe de efecto y otra victoria para el superhéroe. ¿Qué sucedería cuando un villano vence aunque pierda la partida final? ¿qué sucede cuando un villano ha probado el sabor de la victoria que sabe que nadie se la podrá arrebatar? «¿No lo ves? ¡Por fin he vencido! Te ‘maté’. Te enterré y después de ‘matarte’ tomé tu lugar (…)»
Al leer la historia, es imposible no pensar en cómo habría sido si el protagonista hubiera sido Batman y no Spider-man. De hecho, J.M. DeMatteis contó que antes de que Marvel comprara la idea, la había propuesto a DC Comics. En ese caso, el «Joker mata a Batman –o al menos eso es lo que él cree- y, con la razón principal de su existencia eliminada, el villano pierde la cabeza. Por supuesto que el Joker está loco, de modo que cuando pierde la cabeza … se vuelve cuerdo». El editor de DC por aquel entonces Len Wein la rechazó.