La película dirigida por Rob Marshall fue un viaje por aguas de inclusión y música de calidad. Sin embargo, algunos elementos no funcionaron.
La Sirenita se estrenó y sí, fue mucho más que una película con un caso de inclusión forzada, si es que se le puede llamar así después de haberla visto. Y es que Halle Bailey no es la única representante de la diversidad cultural en pantalla. De hecho, ni siquiera tenía falta de sentido que estuviese ahí. Pero, todo puede explicarse con calma, ya que como se dijo antes, fue mucho más que eso.
Con todo, sí vale la pena que este sea el primer punto a destacar. Inclusión es hacer parte a quienes no lo son. Teniendo eso en cuenta, en La Sirenita la inclusión no es Ariel y ya, sino que es Sebastián, ya que el afrodescendiente Daveed Diggs fue quien le dio su voz. Su acento marcado, actitud popular y jergas hicieron del personaje un espectacular valor agregado.
Es que no se puede ignorar la magnífica oportunidad de rap que tuvo con Awkafina, quien es asiática. Asimismo, la versión que lideró de Bajo el mar ha sido quizás una de las más emblemáticas.
Por otra parte, tumbando estándares de belleza y modelos físicos, aparece una vez más Melissa McCarthy como figura de gran protagonismo y poder. La actriz sigue demostrando que la talla no aleja ni acerca a nadie de brillar en una industria como Hollywood. Su personaje, Úrsula, sin duda fue la revelación de la producción. Cada línea, canción y toma individual que tuvo la aprovechó al máximo
E inclusive en la familia de La Sirenita hay inclusión. Bastaría con comenzar simplemente por Javier Bardem, español que no escatimó en sentido de pertenencia para la pronunciación de cada nombre. A su vez, cada sirena hermana de Ariel muestra las etnias diferentes con gloria. Sus vestuarios, maquillajes y peinados también fueron un homenaje a las diversas culturas del mundo.
Los personajes estuvieron perfectamente definidos. Y aunque a muchos les preocupaba la fidelidad que este largometraje iba a tener con el clásico animado, sorprendió siendo uno de los más apegados a lo que ya el público conocía.
Y es que Rob Marshall entendió a la perfección la función de cada personaje: la gracia de Sebastián, la ternura de Flounder y la nobleza de Erick son ejemplos claros de lo anterior. De la misma forma, Úrsula hace reír a todos con su manera pícara de ser única y su manera única de ser pícara.
Lo mejor
Mostrar un romance entre dos personas que son diferentes al resto de sus mundos… Eso es algo que no pudo adaptarse con más fidelidad o de mejor manera. Ese, de hecho, es el mensaje de la versión original de Disney. Es más, Marshall quiso guardar algunos elementos crudos de Hans Christian Andersen y lo logró bien.
Por otro lado, La Sirenita tiene las mejores interpretaciones musicales en la historia de los live-actions de Disney. Si alguien tenía dudas de por qué eligieron a Halle Bailey, esa es la respuesta.
La orquesta es increíble. El trabajo de Lin-Manuel Miranda es impecable. Si alguien dudaba de su talento tras Encanto, In the Heights o Hamilton, puede estar tranquilo luego de esta versión del cuento de Andersen.
Algunas aguas no fueron tan mansas
Pero no todo fue perfecto. Obviamente es una película de princesas de Disney y hay cosas que no podían faltar, así que si alguna de las siguientes te desagrada, no es tu tipo de película. Hay canciones siempre, diálogos excesivamente predecibles y un final desastroso en términos de acción, pero obvio en temas de argumento.
Otro conflicto es que se reduce el nivel de emoción al medio del segundo acto y el exceso de clichés repetidos innecesarios, molesta. Un ejemplo claro son las veces que Sebastián pierde a Ariel. Una vez ok, dos veces estuvo bien, pero ya se pasó Disney con ese recurso “sorpresa”. Segundos de más en las canciones tienden a desconectar al público
Finalmente, los planos cerrados que hubo de cada personaje son la esperanza del CGI. Cada uno de estos hacían a la audiencia preguntarse más de una vez si era todo real. No obstante, el resto de los efectos fue cuestionable y más los movimientos de las sirenas. La mezcla entre torsos humanos y cuerpos generados por computadora no se llevó para nada bien.
Halle Bailey, como Tritón le enseñó a Ariel al final, «no tuvo que perder su voz para ser escuchada».