Una amalgama ligeramente caótica nos presenta el inicio de El señor de los anillos: Las dos torres
Varios de los temas ya compuestos para la primera entrega surgen repentinos, mezclados y valientes entre otros nuevos. Es la lógica de El señor de los anillos: Las dos torres, un filme concebido como absoluta continuación del anterior y que no necesita preámbulos ni referencias.
Howard Shore surge poderoso en la banda sonora de Las dos torres, esta vez desde el comienzo, y su intención es fijar la atención del espectador en la historia (con un par de referencias a temas melódicos de la primera entrega, fáciles de identificar) y continuar afianzando la monstruosidad del mundo malhechor usando, al inicio, el tema y ambiente de los orcos del ejército del mago Saruman. No obstante, se nos ‘’ataca’’ ya desde el primer minuto prácticamente con la presencia de Gollum.
Aquí podemos percibir una curiosa relación entre varios conceptos: el pequeño personaje aúna dos personalidades extremas (dulzura y violencia), tal como lo hace la partitura completa para la saga de El señor de los anillos. Curiosa simbiosis entre música y personaje que, precisamente, va a ser, de aquí en adelante, elemento primordial de la aventura.
Y es más, como ya mencionábamos en el artículo sobre ‘El señor de los anillos: La comunidad del anillo’, además de la vertiente romántica y la violenta de la música, esta contiene un pequeño e inteligente motivo de enlace entre ellas que se va presentando en pequeños momentos y que representa una atmósfera intrigante, especuladora y misteriosa y no menos reseñable.
Aquí, en Las dos torres, se nos muestra de la mano de Gollum, una figura (la única en la historia) que aglutina en sí la totalidad de la orientación musical: dulzura y furor y, describiendo sus presencias a partir de ahora, la intriga, el enigma… Gran detalle.
Nos encontramos de lleno inmersos en el primer tercio de metraje. Este adquiere una calidad mayor que en la primera entrega mientras que la partitura, equilibrada, se mantiene en el esplendor que rebosó durante el segundo y tercero de los tercios de La comunidad del anillo. Se abren ahora varias líneas argumentales, tantas como posibilidades trabaja el compositor con una habilidad sin igual. Pero llegamos al segundo punto clave, siempre musicalmente hablando, de este prometedor inicio: la aparición de Gandalf. El mago y la bestia Gollum acaparan, a juicio de quien esto escribe, la estructura musical del primer tercio completo, alrededor de los cuales se mueven el resto de temas.
Es curioso pero, astutamente, Shore plantea en Las dos torres, el centro de gravedad de su partitura en torno a las notas del tercer apartado, el menos presente en la primera entrega y el más importante en el inicio de la segunda: el misterio. Mediante esta forma de organizar su trabajo se va planteando la fuerza e importancia de la inquietud que presentan las situaciones, los desenlaces, las aventuras. Un apartado secundario que ha adquirido ahora el poder de ser cúspide y tener a sus lindes los temas bélicos y melódicos y que es el reflejo, precisamente, de los dos personajes que manejan este primer tercio mencionado.
Llegamos a Rohan, reino de vital importancia en adelante. La variedad musical que Shore nos presenta aquí es increíble y, aun así, la unidad de la composición permanece intacta, aspecto de los más a tener en cuenta en el estudio de la banda sonora de la trilogía. Sin embargo, Rohan no ofrece tal riqueza de estilos y melodías, sino la figura de Gandalf.
Ya he apuntado la trascendencia del personaje en este tramo de historia y es que el gran mago, sin duda, es el portador de la parte más rica de partitura hasta el momento. Incluso el nuevo tema que surge de la aparición del reino de Rohan, que muchos atribuyen a tal región, no es sino uno de los que el anciano porta consigo, como si de su bastón saliera multitud de registros que fuera adjudicando por su magia a cada paso, reino o personaje que encuentra. Magnífica asociación personaje-música.
La mitad de la obra y también del segundo tercio marca el inicio de la partitura más contundente, no sin antes dejarnos una exquisita secuencia (que se proyectará igualmente minutos más tarde con la protagonista femenina de los elfos y su padre): el recuerdo por parte de Aragorn de sus últimas vivencias junto a Arwen. Una pieza musical de extraordinario nivel romántico (como la mencionada posterior), de una evocación fantástica y que por su fuerza y calidad parte el metraje radicalmente en dos.
De entre tantos detalles, inventivas y acontecimientos, nos encontramos ante el de mayor fuerza sin lugar a dudas. Un instante, y el que está por venir, que encumbran a la partitura del compositor canadiense a niveles desorbitados. Como digo, la composición inicia su ascenso final. Lo hace con una batalla magnífica en la que los silencios, atronadores sonidos que rompen el alma del espectador, son de un cuidado estudiado que compositor y director emplean magistralmente en la secuencia. Únicamente de cinco segundos, durante dos momentos, tiempo suficiente para dejar asombrado a cualquier estudioso de la música de cine. Como dijo el genial artista: ‘’Era un silencio que parecía sonoro’’.
A partir de este instante, último tercio del metraje coincidente con la llegada del grupo de Rohan al Abismo de Helm, el nivel de narración que Shore aplica a la música es extremo y de una calidad ya máxima. Así permanecerá hasta el final, descifrando cualquier detalle con unas melodías grandiosas y siempre usando, como durante toda la trilogía, los sonidos clásicos de la orquesta.
La batalla final en el Abismo ejemplifica la grandiosidad de la composición.
Hemos llegado al clímax de la misma, como de la historia. Ahora las distintas líneas narrativas se unen con fuerza girando alrededor de la poderosa presencia de la narración musical de la batalla. Un pequeño detalle, fundamental en todo el metraje y que fundamenta la estructura de las secuencias de acción: el ritmo aplicado por Shore nunca se excede y mantiene formas de ritmos a medio tiempo, jamás acudiendo a facilidades aceleradas. Es la clave para aumentar la presencia demoníaca de los orcos y la violencia, siempre pesada y nunca desbordada, de las secuencias de lucha.
Gollum ha desaparecido de la historia. ¿Qué ha pasado? ¿Cuál ha sido su función entonces, o la causa de tal circunstancia, siendo elemento primordial como hemos dicho? Tenemos las respuestas en el final del filme, de exquisita y metódica delicadeza perversa; es un final de obra tan estudiado, musicalmente hablando, que su aparición parece sorprender. La bestia, recordemos lo dicho, aglutina en sí el sentido puro de la parte misteriosa y enigmática de las notas, tan importante en esta segunda parte de la trilogía.
En el último tercio, este ámbito musical ha desaparecido casi en su totalidad. No es mera casualidad; el final, tan sentencioso y firme, nos mantiene en la incógnita de toda la historia, y eso que hemos ya pasado dos de los tres rodajes.
La narración que Shore practica en Las dos torres, al tiempo que Gollum muestra ese típico monólogo o diálogo entre sus dos caras es, sencillamente, embriagador. No usa nada más que las cuerdas y termina con el tema compuesto para la bestia en forma de canción vocal. No hay lugar, en este final, para referencias a batallas o romances. Eso ya pasó, es historia de la aventura y el presente, la sustancia que permanece, es la conspiración y el misterio.
En conclusión, una segunda partitura para la trilogía en la que se nos plantean las narraciones ya hechas y con un cuerpo sólido. Nuevos temas que, otra vez, no rompen la unidad. Una composición mucho más oscura y seria que la primera, con unos temas románticos majestuosos, otros de acción que mantienen el nivel de la antecesora y una base y cuerpo fundamental que representan los temas pausados llevados al mundo de lo oculto y desconocido. Gran obra para la música en el cine.
LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: en conjunto, flanqueada por las otras dos entregas, lo es. Tal vez la más ignorada del grupo pero, para quien esto escribe, la más potente y seria.
OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: Cromosoma 3, Ed Wood.
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