Ha llegado el final del viaje, ¡Drácula regresa a su tierra para el enfrentamiento final con su hijo, con sus enemigos y con su amada!
Wolfman y Colan terminaban la historia de Drácula en los comics books, pero no su relación con el vampiro. Tras casi 6 años de colección, los autores llevaban al gran final a sus personajes, en medio del escenario que veía el nacimiento del mito de Drácula, Transilvania. Pero el camino hasta ese final no iba a ser fácil, habría dolor, sorpresas, traiciones, y un final espectacular que dejaba a la serie de Marvel como uno de los cómics de terror más celebrados.
Drácula mantiene su tira y afloja con Satán, el señor de los vampiros no es capaz de ceder ante nadie, ni siquiera ante un ser con poderes que ignora. Sus enemigos se han preparado para acabar con él, y entre ellos Janus, su propio hijo que busca eliminar un mal ancestral para liberar al mundo, y a su madre. Topaz sufre, pero Drácula grita a la tormenta y pelea como siempre. Pero sin sus poderes, siendo de nuevo humano, ¿Qué puede hacer? El pecado del orgullo hizo caer a Lucifer, pero en este caso, un demonio perderá todo lo que ganó por el mismo pecado.
La batalla final tiene que precederse de una caída. El personaje necesitaba salir de la influencia de Satán, pero Wolfman decidió dar una lección sobre poder, sobre orgullo, y sobre todo de cómo contar una historia, poco a poco sin prisa, pero sin calma. Así la trama se complica y finalmente explota en un anticlímax para dar paso al gran final, a los enemigos eternos de Drácula desde que volvió, y desde hace siglos, la sangre de los que acabaron con él una vez es de nuevo la destructora del vampiro. UN final espectacular, explosivo, y una redención para muchos, una concesión por parte de los autores para con sus personajes, a los que dejarían con una vida feliz, para disfrute del lector, y como recompensa por los sufrimientos que les infringieron.
Aunque estos 70 números daban para mucho, ni Wolfman ni Colan abandonarían al personaje, y lo retomaron nuevamente en otros formatos, tampoco duraron, pero seguían dejando claro que eran grandes narradores. En última instancia, fueron los editores los que empujaron el final de la serie, logrando que ambos autores cambiaran de editorial. Y esto fue el inicio del fin de los vampiros en Marvel.
Durante 70 números, Gene Colan dio lección tras lección de cómo contar una historia de terror sin caer en la repetición, pero con un estilo tan marcado que nadie dudaba del autor de las páginas. Ayudado por un Tom Palmer en estado de gracia, Colan creó un mundo de sombras y horrores escondidos tras cada esquina, de monstruos que en apariencia humana predaban en la humanidad. Y todo ello con una elegancia y una maestría difícil de igualar que sigue siendo laureada hasta en nuestros días.
La Tumba de Drácula finalizaba su camino en el número 70, mucho más de lo que consiguen muchas series. Y lo hacía cerrando todo, sin cabos sueltos, y con un epílogo tan poderoso que en pocas páginas comprime todo lo grande y todo lo terrorífico de Drácula, así como su importancia y su poder como icono.
Queda un tomo de la colección, que cerrará totalmente la relación de Marvel con los vampiros hasta los años 90, en los que Roy y Dann Thomas los devolvieron a la editorial, un cierre necesario, pero que no llegó al nivel de lo que fue la mejor obra de terror que el comic book americano había visto en una gran editorial, y que no pudo superarse hasta muchos años después, con un sello que hizo historia: Vértigo.