El consumo del ocio ha sufrido un cambio de paradigma sin precedentes en la Historia. Pero ¿qué sucede con la generación Netflix? ¿Qué ha pasado realmente?
Netflix nos ha obligado a vivir de alquiler. En la era de la información y la tecnología, el paradigma del consumismo ha experimentado un cambio fundamental. Y la plataforma streaming ha desempeñado un papel crucial en esta transformación. El servicio de transmisión online ha revolucionado la manera en que consumimos entretenimiento, dando lugar a una nueva mentalidad: vivir de alquiler. Este fenómeno no se limita solo al contenido audiovisual, sino que abarca una amplia gama de servicios, desde videojuegos hasta libros, donde ya no compramos productos, sino que alquilamos experiencias a través de suscripciones.
El ascenso de Netflix ha sido un viaje impresionante, marcando un antes y un después en la forma en que accedemos y consumimos contenido. Antes, poseer una película o una serie era el estándar. La gente llenaba sus estanterías con estuches de DVD o Blu-ray, y el acto de ir a la tienda a comprar o alquilar una película era una parte integral de la experiencia cinematográfica. Sin embargo, Netflix cambió el juego al introducir el modelo de suscripción mensual, ofreciendo a los usuarios acceso ilimitado a un vasto catálogo de contenido por una tarifa fija.
Las nuevas generaciones consumen ocio de forma distinta
Este cambio de propiedad a acceso ha permeado en nuestras vidas más allá de la pantalla. La sociedad moderna, también llamada generación Netflix, ha adoptado la mentalidad de «vivir de alquiler» en múltiples aspectos. El fenómeno se extiende a otros servicios de transmisión, como Spotify para la música, Xbox Game Pass para videojuegos e incluso Kindle Unlimited para libros electrónicos. La comodidad de tener acceso a una biblioteca virtual completa sin la carga física de la propiedad ha seducido a las masas.
La pregunta que surge es… ¿Cómo ha influido este cambio en nuestra percepción del valor y la propiedad? Netflix ha transformado la manera en que valoramos el contenido. Antes, el acto de comprar un DVD o un libro implicaba una inversión tangible, una posesión que podíamos tocar y mostrar en nuestras estanterías. Ahora, pagamos por el acceso, no por la posesión. Esta mentalidad ha permeado incluso a sectores donde la posesión era esencial, como los videojuegos, donde la noción de comprar una copia física ha sido reemplazada por la suscripción mensual que concede acceso a una amplia biblioteca de títulos.
La desmaterialización de la propiedad, como sucede con Netflix, ha llevado consigo la idea de la experiencia efímera y la renovación constante. Vivir de alquiler implica una relación más fugaz con el contenido; lo consumimos, lo disfrutamos y luego pasamos a la siguiente novedad. Esta mentalidad transitoria ha afectado la forma en que consumimos cultura, donde la calidad y la longevidad de una obra a menudo se ven eclipsadas por la necesidad constante de novedad.
Los problemas que se derivan de esta nueva «vida de alquiler»
No obstante, este cambio no está exento de críticas. La idea de pagar por el acceso en lugar de la posesión plantea preguntas sobre la sostenibilidad a largo plazo y la dependencia de plataformas específicas. ¿Qué sucede si un servicio como Netflix cierra o decide eliminar ciertos contenidos? ¿Estamos dispuestos a renunciar al control sobre nuestra biblioteca personal a cambio de la conveniencia de vivir de alquiler?
En última instancia, Netflix ha sido un catalizador para la transición hacia una sociedad que valora más la accesibilidad que la posesión. La era del consumismo de alquiler ha llegado para quedarse, y su impacto se extiende más allá de la pantalla, influyendo en la forma en que percibimos la propiedad y la durabilidad en una época de constante cambio y avance tecnológico. La pregunta que queda es si estamos dispuestos a renunciar a la propiedad tangible a cambio de la comodidad efímera de vivir de alquiler.