45 años después de su estreno, Tiburón (1975) sigue siendo el punto de partida de dos apariciones históricas para el mundo del cine: Steven Spielberg y el cine blockbuster. Viaja en el tiempo con Cinemascomics para descubrir los secretos de lo que fue el antes, el durante y el después de una leyenda del Séptimo Arte.
A principios de la década de 1970, Steven Spielberg apenas tenía 24 años. Por la mente del joven director únicamente vagaba el anhelo de hacer un largometraje sobre su corto Fireflight (1964), la semilla de lo que más tarde sería Encuentros en la tercera fase (1977). Por eso nadie, ni siquiera el considerado como «Rey Midas de Hollywood», comprendió la elección de Universal cuando tocó con la varita del cine la cabeza del cineasta de Cincinnati para hacerse cargo de Tiburón (1975).
Hay que tener en cuenta que Spielberg, denominado por aquel entonces como «El chico» en los pasillos de Universal Pictures, únicamente había dirigido algunos capítulos sueltos de la serie ‘Colombo’, telefilmes de dudoso éxito como ‘El diablo sobre ruedas‘ (1971) o películas como ‘Loca evasión‘ (1974). Pero nadie pudo imaginar ni por un instante lo que Steven Spielberg le tenía guardado a la Historia del Cine.
Tiburón: fruto del azar y del ingenio de Spielberg
Antes de que llegara el verano de 1974, mucho antes de que Steven Spielberg se encontrara entre la espada y la pared con un rodaje que podría haber acabado con su carrera artística en el Séptimo Arte, mucho antes de todo esto habita una casualidad que es el origen de ‘Tiburón’. Una reseña de la novela de Peter Bentchley (sobre la que está basada la película) había aparecido en la revista Cosmopolitan y llegó a las manos de David Brown, el famoso productor que falleció en 2010. El azar quiso que Brown leyera esa crítica cultural, comprara los derechos de la obra y comenzara a soñar con amaestrar a un tiburón para hacer una película que podría triunfar en la taquilla. Muchos años después aseguraría que «si hubiera leído el libro dos veces, no habría comprado los derechos«.
Su impulsiva locura acabaría siendo todo un acierto, aunque finalmente no se llegó a amaestrar a ningún animal salvaje. Como no podía ser de otra forma, tuvo que ser Spielberg el que diera con la tecla. El cineasta se empeñó en contratar al creador del calamar de ‘20.000 leguas de viaje submarino‘ (1954). Es ahí donde entra la figura de Bob Mattey, que aceptó el trabajo a pesar de estar jubilado y le entregó a Spielberg tres tiburones a la altura de las expectativas. Tras ganarse el favor de los productores de Universal Pictures, el «Rey Midas de Hollywood» dio un paso de gigante para el mundo del cine: empeñarse en rodar a mar abierto. Lo consiguió.
Un rodaje complicado y repleto de imposibles perfecciones
Pero Spielberg no sabía que cuando te enfrentas al mundo real, la magia del cine no tiene cabida. Pronto aprendió esta lección, cuando el rodaje entero se desplazó hasta la isla de Martha’s Vineyard (Estados Unidos) el 2 de mayo de 1974. De esta manera lo recuerda el director: «No tenía ni idea de lo que era en realidad el océano y yo era muy ingenuo sobre al poder de los elementos. Mi arrogancia a este respecto fue una temeridad, pero por aquel entonces era demasiado joven para saber que rodar una película en el océano en lugar de en una piscina de Hollywood era algo temerario«.
La temeridad, la osadía y las obsesiones de Spielberg toparon con un muro de agua salada que puso en jaque el rodaje y saltó las alarmas de Universal Pictures, que había apostado demasiado presupuesto en el director de Cincinnati. Los tiburones que había creado Bob Mattey pesaban cerca de 12 toneladas y no estaban preparados para sufrir el exceso y el desgaste de unas condiciones meteorológicas y una localización adversas para el material con el que estaban elaborados. El reloj corría y los cincuenta y cinco días que se habían previsto para el rodaje de ‘Tiburón’ pasaron con la rapidez de la vida.
Llegados a este punto, tanto los productores como los actores y los técnicos de la película estaban hartos de Steven Spielberg y de sus malditos tiburones. Robert Shaw se dio a la bebida mientras Richard Dreyfuss le preparaba bromas de mal gusto, e incluso Roy Scheider lanzó la comida por los aires en un ataque de furia. El presupuesto inicial de cinco millones se duplicó y el prestigio de Spielberg pendía de un hilo: «Pensé que mi carrera en el cine se iba a terminar allí, porque oía rumores que decían que jamás volvería a trabajar«, recordaba el director.
La respuesta estaba delante, pero sólo Spielberg la pudo ver
Una vez más, sería Spielberg y sólo Spielberg el que diera con el tesoro de Willy «el Tuerto». Tomando el toro por los cuernos y aceptando que hay que tomar medidas desesperadas en momentos de desesperación, el «Rey Midas de Hollywood» aceptó que el tiburón no funcionaría y le dio una vuelta a la película. «No tenía otra opción, únicamente imaginarme la película sin el tiburón«, contaba el director, quien tiempo después aseguro que lo primero que hizo tras aceptar esta realidad fue preguntar: «¿Qué haría Alfred Hitchcok en una situación como esta?«
Con Carl Gottlieb en la cueva retocando el guion y Spielberg en el rodaje salvando los muebles de un equipo que lo odiaba, el director terminó el rodaje 159 días después tras tomar la decisión de ocultar al tiburón durante las escenas el mayor tiempo posible. En ese momento, el cineasta de Cincinnati abandonó el set, dio por terminada la película y se encerró en la casa de Verna Fields con el propósito de montar todas las escenas.
Inconformista hasta el final, Spielberg siguió dándole vueltas al material con el que contaba. Su insatisfacción fue prologándose, llevando al director a comentar este hecho con los responsables de Universal Pictures. La respuesta fue rotunda: la productora no iba a soltar nada más de su bolsillo. Aprovechando el espacioso jardín de Verna Fields en el Valle de San Fernando, construyó una piscina de plástico en la que vertió leche en polvo para recrear el océano y rodar la icónica escena de la cabeza de Ben Gardner.
Una promoción oceánica: el nacimiento del blockbuster
Con todo el material audiovisual en sus manos, Universal Pictures preparó dos pre-estrenos: uno en Dallas y otro en Los Ángeles. La productora cinematográfica constató soberanamente que ‘Tiburón’ iba a ser un éxito absoluto en la taquilla, y no se equivocaban.
Sin embargo, la película tuvo que toparse con el último obstáculo antes de llegar a las carteleras de las salas de cine. El enorme retraso del rodaje hizo que se pasara la temporada de Navidad y, por aquel entonces, el verano era considerada una estación poco prolífica para la taquilla. Pero dos jugadas maestras de Spielberg y una desafortunada coincidencia fueron el boom que Universal aprovechó para amasar una cantidad de beneficios imposible de imaginar en aquella época.
En primer y segundo lugar, Universal Pictures y Steven Spielberg jugaron dos bazas históricas: lanzar una campaña de televisión (de las primeras de la historia del cine) por valor de 600.000 euros y estrenar la película de manera simultánea en 450 salas (lo que hoy se conoce en el sector como «estreno por saturación«). El triste destino de un bañista en la playa de San Diego tras ser atacado por un tiburón blanco sería la gota que colmó el vaso. La gente se lanzó al cine de manera automática, provocando un nuevo fenómeno cultural en la gran pantalla: el nacimiento del blockbuster, la aparición de las superproducciones cinematográficas.
No en vano, ‘Tiburón’ es una de las películas con mayor rentabilidad de la historia del cine: 470 millones de dólares. Universal Pictures ya no recordaría el calvario que pasó Steven Spielberg para llevar adelante un proyecto tan ambicioso que provocaría una transformación, una revolución completa en la forma de hacer, concebir, ver e interpretar el cine.
La herencia de Spielberg
Spielberg contó en su día que la herencia que se lleva de ‘Tiburón’ no es únicamente económica, sino que le sirvió al «Rey Midas de Hollywood» para convertirle en un director más humilde y, especialmente, en apaciguar su imaginación cuando se trata de abordar la realidad. Puede que el tiburón de la película no fuera de verdad, incluso fuera necesario mantenerlo apartado de la vista del espectador, pero el mordisco que Steven Spielberg le dio al cine todavía sigue dando sus frutos.
Curiosidades:
- Las escenas de pánico de ‘Tiburón’ fueron rodadas al estilo documental: Spielberg no dijo nada a los bañistas que pasaban por allí y gritaba «¡Tiburón! ¡Tiburón!» por megafonía. Más real imposible. Cuidado cuando vayas a la playa, podría estar Spielberg cerca.
- Un día, durante el rodaje en alta mar, un tiburón blanco apareció desatando el miedo en todo el equipo de producción. Muchos técnicos tomaron la decisión de abandonar la película y la crispación en el set siguió aumentando después de esto.
- ¿Sabes cuál fue la frase promocional de ‘Tiburón’? «Vayan a verla antes de ir a nadar». Culpable: Steven Spielberg.
- Cuando George Lucas visitó los estudios de Universal Pictures en Hollywood para ver el tiburón mecánico que fue empleado en la película y que allí se conserva, el director de ‘Star Wars‘ tuvo un desagradable accidente: introdujo su cabeza en la boca del tiburón, teniendo la mala fortuna de que esta se cerró sobre su rostro. Afortunadamente no pasó nada grave, pero los operarios tuvieron que tomarse un tiempo bastante interesante para sacar de allí al cineasta amigo de Spielberg sin dañar al tiburón.
- ¿Sabías que la voz de Steven Spielberg se puede escuchar en la película? Es la voz que escucha la mujer de Brody cuando intenta ponerse en contacto con la embarcación de Quint.