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Reseña MARVEL Conan: La Guerra de la Serpiente nº 2. El enemigo acecha en las sombras

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Unir a tres personajes creados por Robert E. Howard con el Caballero Luna en Conan: La Guerra de la Serpiente puede parecer una idea de lo más descabellada pero a veces lo que une los destinos se encuentra oculto en el interior de cada personaje. Panini Comics agrupa las entregas centrales de esta historia a caballo entre diferentes eras para preparar el camino al desenlace.

El estudio de los personajes de cualquier tipo de manifestación literaria y artística es muy importante para que el lector logre mostrar empatía y comprensión por sus actos. No es solo el valor de las acciones heroicas, la fuerza bruta, la inteligencia, la agilidad, la velocidad o cualquier otra atribución que podamos extraer de sus dotes, sobre todo un buen personaje se caracteriza por tener detrás una motivación suficiente que necesariamente está rodeada de zonas claroscuras. Un mundo interior rico y con aristas, no repleto de pureza o de podredumbre, zonas grises por doquier que le hagan cuestionarse sus debilidades y sus miedos, que nos hagan dudar en algún momento de si conseguirá su objetivo.

En Conan: La Guerra de la Serpiente, nuestros cuatro protagonistas principales adolecen de esos vicios y defectos, carecen de la inefabilidad pero esas imperfecciones y el bagaje que arrastran desde su nacimiento al momento que viven, en las páginas que tenemos en nuestro poder, les han forjado un carácter que les va a llevar a dar lo mejor de sí mismos. Conan, Agnes, Solomon y Marc están unidos por un fino hilo que a pesar de sus diferentes creencias les llevan a luchar por una causa que consideran justa, independientemente de verse arrastrados a la aventura por un guía, James Allison, que desde otra época coloca las piezas sobre el tablero, influenciado por una entidad cuyas intenciones se muestran cuando menos dudosas.

Entrelazar el mundo de ficción del creador de Conan con el Universo Marvel es un ejercicio de ajuste de una fantasía que nos lleva a entender el tiempo como una misma línea que une el pasado con el presente. Empezamos a ser conscientes de un todo unitario que afecta al futuro, alejados de un multiverso entrelazado, formando una historia que los personajes recordarán desde ese momento, independientemente del momento en el que vuelvan a cruzar sus caminos. Y todo esto es obra de un genial Jim Zub, que a los mandos del procesador de textos nos hace escuchar la voz del propio Robert E. Howard cuando la narración de ciertos momentos recae sobre Allison, prisionero de su cama en Cross Plains, Texas, 1936, lugar y fecha en la que falleció el escritor.

Y mientras seguimos contando en Conan: La Guerra de la Serpiente con los breves retazos de Vanesa R. Del Rey en las escenas que muestran a James Allison, dotando de oscuridad su papel, pero con el peso de la narración gráfica cayendo sobre otros artistas, uno diferente en cada número. Tras Scot Eaton, este segundo número cuenta con Stephen Segovia y Luca Pizarri. Filipino e italiano (aunque residente en Nueva York) continúan la línea mostrada por Eaton y que será completada en el último episodio por Ig Guara. A pesar de las necesarias diferencias entre los lápices de uno y otros se guarda un mismo estilo que no rebaja la calidad del producto final.

Como en cualquier narrativa hemos contado con una introducción y un nudo que inevitablemente nos acerca al desenlace, en el que los cuatro protagonistas se unirán para terminar lo que empezaron por separado en dos parejas. Los paralelismos que hemos ido encontrando hasta ahora con Conan y Agnes en la Era Hyboria y Solomon Kane y el Caballero Luna en el Siglo XVI, desembocarán en un conflicto superior que se está llevando a cabo entre los dioses enmarcados en esta aventura tan bien contada.

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