Capitán Marvel, el personaje que debía centrar los focos de atención de la editorial no terminaba de despegar por culpa de intromisiones editoriales y ventas que no parecían buenas. Panini Comics nos ofrece dos cancelaciones provisionales y como la colección se sostuvo con periodicidad bimestral.
Tanto cambio no puede ser beneficioso
La llegada de Roy Thomas a la colección del Capitán Marvel con Gil Kane a los lápices significó un punto de inflexión en el personaje, lo primero que hicieron fue cambiarle el uniforme, todo un acierto, sin duda, le confirió su icónica imagen, aquella que le acompañaría hasta la muerte y que sigue apareciendo en el imaginario de los fans del personaje, uno de los pocos y seguramente el más importante de los que una vez falleció nunca regresó realmente de entre los muertos. Thomas y Kane trataron de dar aires nuevos a la serie pero la inmediatez de resultados requeridos desde las altas esferas (la paciencia de Martin Goodman no parecía ser su mayor virtud) hicieron que Captain Marvel fuera cancelada incluso antes de saber a ciencia cierta si las ventas de aquellos números habían sido lo suficientemente buenas para mantener a Mar-Vell en los kioscos.
Una vez recapacitado se dio una nueva oportunidad al guerrero kree pero tampoco resultó satisfactoria y volvió a cerrar. Si la primera vez el lapso fue de apenas seis meses, la segunda duraría más de dos años. Una vez se retomó el vuelo la colección pasó a tener una cadencia que no invitaba a tener cohetes, solo hacía acto de presencia en las estanterías cada dos meses pero eso no le quita que durante diez episodios, los que fueron del #25 al #34 de la edición americana, nos ofrecieran el paso de un treintañero Jim Starlin, que sentaría las bases de la gran rivalidad que siempre existió entre nuestro protagonista y su némesis, Thanos de Titán, al que hizo centro focal de una larga historia de las que entonces no eran habituales, un gran arco argumental.
Muchas manos antes de centrar el proyecto
Pero antes, además de Thomas y Kane, la serie pasó por diferentes propietarios de sus narraciones e ilustraciones, lo que tampoco benefició que se asentara una base de lectores muy fuerte. A pesar de los grandes nombres que a continuación vamos a conocer, Capitán Marvel seguiría siendo muy residual hasta Starlin. Gerry Conway, Marv Wolfman y Wayne Boring no terminaron de encontrarse a gusto ni denotar que sabían hacia donde conducir las bases de aquel kree de buen corazón que anteponía a los humanos a su raza, amén del golpe que había supuesto para él la pérdida de su gran amor de sus primeros tiempos, Una, la médico de su raza que formaba parte de la tripulación a las órdenes de Yon-Rogg.
Pero por suerte, la aparición de Jim Starlin, primero ayudado por Mike Friedrich a los textos y después como artista completo (salvo las tintas, que recayeron en múltiples autores como Chic Stone, Dave Cockrum, Mike Exposito, Klaus Janson, Jack Abel, Dan Green o Al Milgrom), nos dejaron una interesante saga donde todavía Thanos no enarbolaba las Gemas del Infinito, pero si coquetearía con la potencia de un cubo cósmico.
La aparición de Los Vengadores, de los que Mar-Vell nunca llegaría a ser miembro oficial, así como la presentación de la rama de los Eternos que viven en Titán, formada por Mentor, Eros y compañía, van a dar mucho empaque a la narrativa de unos episodios cargados de emoción y drama por los cuatro costados. Unos números imprescindibles para entender el primer desenlace que tuvo Thanos en las páginas del Annual #2 de la colección Marvel Two-in-One, que no está incluido aquí.
Hasta en la despedida un retazo del futuro
Starlin terminó las dos últimas entregas contenidas en este segundo tomo cerrando su participación en la colección colaborando con uno de los grandes guionistas de la Marvel de los años setenta y parte de los ochenta, Steve Englehart. En Captain Marvel #34 nos dejó la semilla de la que sería seis años después la causa del fallecimiento del kree más emblemático. Durante el combate contra Nitro ya se aprecia la escena que en La Muerte del Capitán Marvel sirvió como excusa para contraer el maldito cáncer que se lo terminó llevando. Y no es un momento baladí, es precisamente el cierre a una época, como Mar-Vell se termina desplomando después de contener el peligroso gas que escapaba de un contenedor. Un instante de triunfo que se volvería contra él, como si Starlin supiese que allí empezaba el principio del fin para después rematarlo en una Novela Gráfica magistral.
Por lo demás es de destacar que la relación de Rick Jones con el Capitán Marvel tuvo su inicio en estas páginas, obra de Roy y Gil, no de Starlin. El famoso intercambio que se producía entre ambos cuando chocaban las nega-bandas, dejando flotando en la Zona Negativa a uno u otro en función de las necesidades de contar con un superhéroe de la categoría de Mar-Vell. Sin duda le dotó de una reflexión filosófica acerca de la amistad sin fisuras, del sacrificio que somos capaces de hacer por un bien mayor, algo de lo que Rick Jones sabe mucho, sobre todo después de cometer el error de su vida que dio origen al Increíble Hulk y por el que parecía que estaba condenado a no dejar de pagar un precio, como también hizo siendo compañero del Capitán América como su nuevo Bucky.