Desde que Jonathan Hickman comenzó a escribir las cabeceras de Los Vengadores emprendió la narración de una historia que terminó desembocando en las últimas Secret Wars. Panini Comics alcanza con estos dos tomos el evento que en 2015 sacudió a toda Marvel.
Las incursiones entre diferentes Tierras han marcado la tendencia de los casi innumerables comics que formaron esta larga saga. Diferentes equipos de Vengadores campan ahora por el mundo con distintas iniciativas pero un objetivo común. La moral ha jugado un papel importante a la hora de formar parte del combate fratricida y los sacrificios han costado un elevado precio a muchos miembros del grupo conocido como los Illuminati. El sprint final ha quedado a cargo de Namor pero incluso a él le han pesado las difíciles decisiones que se ha visto obligado a tomar cuando al resto de sus acompañantes les flaquearon las fuerzas tras aniquilar a otra Tierra de héroes.
El Príncipe Submarino ha tenido que abrazar otras alianzas más comprometidas, verdaderos villanos con pocos o ningún escrúpulo, los conocidos como EL Conclave, con Thanos y su Orden Negra a la cabeza, a los que sumar a Cisne Negro, Maximus el inhumano o a Terrax. No se limitan a buscar la supervivencia, disfrutan extralimitándose en su labor, imponiendo el terror como forma de someter a esos otros mundos paralelos a nuestra Tierra, universos que apenas se cuentan con los dedos de las manos y los pies. Entre ellos podemos contar con la Tierra 616 y el Universo Ultimate. Las piezas se van colocando donde Jonathan Hickman, guiado por el editor Tom Brevoort, va a desatar el final de lo que hasta ahora estaba establecido.
La lentitud de lo que se narra en el primero de los tomos contrasta con las sorpresas, giros y añadidos que parecen llegar constantes a modo de cliffhanger al finalizar cada episodio en el tomo siguiente. La unión hace la fuerza aunque la confianza se encuentra al límite tras todas las revelaciones que se han venido manifestando en los tomos precedentes. Además los guiños se manifiestan de forma constante, acentuando que se acercan unas nuevas Secret Wars. Personajes importantes y significativos, por no hablar del ejercicio, siempre complicado, de seguir las referencias que Hickman hace a diferentes obras suyas anteriores, gestadas a lo largo de su trayectoria en Marvel.
Jonathan Hickman demuestra en cada proyecto que acomete que es todo un arquitecto. Cada cimiento que dispone, cada piedra y ladrillo que levanta al edificar, son importantes, tienen algún significado o sirven de enlace vehicular. No se limita a contar una historia, plantea todo un universo. La riqueza con la que rodea la trama, compleja por la gran cantidad de personajes que maneja, todos relevantes, pocas veces se ve en otros guionistas. Muchas veces no es necesario para crear una historia perfectamente disfrutable pero es muy de agradecer el esfuerzo. Llevar a cabo una historia-río semejante y rematar la faena en un evento como las Secret Wars es mucho más que meritorio.
Hickman contó, para completar todo, con la ayuda de Frank Barbiere, que llevó a cabo los guiones de la serie Vengadores Mundiales, la cabecera donde hemos visto sobre todo el devenir de Roberto DaCosta y Sam Guthrie, Mancha Solar y Bala de Cañón, ambos mutantes y antiguos miembros del equipo de los bebes-x, Los Nuevos Mutantes. Una parte importante, innovadora, donde hemos visto madurar a ciertos personajes mientras hemos deseado que otros nunca pierdan ese desparpajo y locura, que les ha llevado a dominar incluso una organización criminal para que sirva a los intereses de los héroes. Una parte muy disfrutable que, a diferencia de las cabeceras principales de Los Vengadores, contó con un solo artista gráfico para esos números, Marco Checchetto.
El italiano es, a día de hoy, una de las estrellas de La Casa de las Ideas. Su actual etapa en Daredevil es imprescindible, junto a los guiones de Chip Zdarsky. El nivel de sus episodios aquí, en Vengadores Mundiales, es muy bueno aunque aun se aprecie que le falta una pequeña evolución para llegar a donde está ahora. Pero si Barbiere contó con un equipo sólido, Hickman todo lo contrario, aunque la enorme calidad de todos los dibujantes convierte esa variedad es una ventaja, pues podemos recrearnos en cada uno de sus estilos y disfrutar como niños con Mike Deodato Jr., Jim Cheung, Kev Walker, Dalibor Talajic, Mike Mayhew, Mike Perkins, Nick Bradshaw, Dustin Weaver, Szymon Kudranski, Paco Medina más otros dos representantes de la armada italiana que ha invadido Marvel en los últimos tiempos, Stefano Caselli y Valerio Schiti. Este último acaba de dejarnos una etapa memorable en Iron Man y ha sido el elegido para el último gran evento de Marvel que ha salpicado sobre todo a Vengadores y Cuatro Fantásticos, Imperio.
Pero Panini Comics no solo nos ha condensado el camino hacia las Secret Wars modernas en estos dos tomos. Ha aprovechado para ofrecernos como extra el primer contacto que tuvo Jonathan Hickman con los mutantes, allá por 2009. Historias de ocho páginas en los seis primeros números del segundo volumen de Astonishing Tales, casi cincuenta páginas que narran una historia de Mancha Solar y Bala de Cañón en MundoMojo. Pero si esto nos parece poco también tendremos el especial donde Hickman toma el pulso por vez primera a Shang-Chi, Maestro de Kung-Fu. Unos extras que seguramente son prescindibles pero interesantes para los más completistas.