Enorme tomo que contiene la serie limitada original de Dinastía de M más algunos de los tie-ins que tuvo en el resto de colecciones. Panini Comics abre bien los oídos para escuchar claramente la frase que dinamitó la historia: “No más mutantes”.
Cuando todavía duraban las sorpresas
Siempre se ha acusado al comic de superhéroes de no tener relevancia a la hora de acometer grandes cambios, que siempre existe una puerta trasera para deshacerlo todo y volver a los orígenes o a aquello que siempre funciona bien. Historias que dejan de tener valor como referencia si todo sale mal, si las ventas no acompañan o se pone de moda recuperar para el Universo Cinemático a un héroe o un villano determinados.
Cuando se creó Dinastía de M, allá por 2005, todavía no teníamos a Iron Man descubriendo su identidad secreta en las grandes pantallas y quizá por eso pudimos disfrutar, con mayor o menor acierto, de las consecuencias de lo que se iba a narrar aquí, dentro de un concepto que revolucionaba la cosmología mutante por culpa de Wanda Maximoff, el eje sobre el que va a rotar toda la trama, principio, final y lo que vino después. Y dio para mucho.
Por ponernos un poco en antecedentes de cómo habíamos llegado a este punto en concreto en el que se inicia la aventura, diremos que La Bruja Escarlata se volvió loca de remate (mentiras sobre mentiras que le habían sido impuestas para olvidar que una vez tuvo un par de gemelos que había sido capaz de crear ella misma dentro de su matrimonio con La Visión) y acabó con las vidas de varios Vengadores, dando origen a la que sería la nueva colección de Los Héroes más Poderosos de la Tierra que llevaba el prefijo de “Nuevos”.
En Vengadores Desunidos tuvo lugar el momento en el que Magneto recoge a Wanda y se la lleva con él, una solución que no solo no va a convencer al Capitán América y sus compañeros sino que va a implicar también a La Patrulla-X para formar un frente común que trate de poner solución al asunto. Es ahí donde la intervención de Mercurio va a detonar una de las mayores crisis que se han vivido en el Universo Marvel.
Un planeta gobernado por Magneto y su familia
De la noche a la mañana, la Tierra se ha convertido en un lugar donde los mutantes ya no tienen que temer la persecución por parte del resto de la humanidad, se han convertido en los privilegiados, la clase dirigente, coronada por Erik Lehnsherr y aquellos que descienden de él. Los puestos más relevantes están ocupados por altos miembros de la sociedad mutante y nadie parece saber cómo se ha llegado a ese punto, la vida siempre ha sido así para ellos, nada está fuera de lo que debería ser normal. Menos para una persona, una que recuerda que su vida anterior era muy diferente, que todos esos cambios, incluida la desaparición de algún conocido suyo, son producto de la creación de un mundo paralelo, una realidad alternativa, efecto de la manipulación de la magia del caos sobre la que Wanda tiene mucho control. Estamos hablando de Lobezno.
El bueno de Jimmy Howlett, Logan para los amigos, se encuentra entre la espada y la pared. Por una parte tiene un mundo con el que ni siquiera se había permitido soñar, uno en el que lejos de ser un paria se ha convertido en alguien relevante. Pero su fuero interno, ese código bushido de guerrero que le mantiene con los pies en el suelo, le hace ser muy consciente de que todo eso no es correcto y tiene que emprender una cruzada para cambiarlo y que las cosas vuelvan a su verdadero ser, aunque las consecuencias para la raza mutante sean negativas.
Como el karma nunca se sabe muy bien cómo va a actuar, puede que la resolución final de la saga provoque un peor destino pero lo que es seguro es que va a dejar a los mutantes una buena temporada como un elemento secundario dentro de Marvel, con sus propios problemas pero con Los Vengadores comiéndoles la tostada como grupo prevalente dentro del peso específico de la editorial, unos Vengadores que se van a permitir incluso robarles al poseedor de las garras de adamantium, aunque Lobezno siempre estará para lo que sus compañeros de los X-Men necesiten.
El control absoluto de un artista en estado de gracia
Brian Michael Bendis vivía, en la primera década de los 2000 y hasta el momento en el que dejó Marvel por DC Comics (más de quince años después), una comunión constante con las musas. Fue capaz de crear grandes etapas en muchísimas colecciones de La Casa de las Ideas y si ya venía de forjar en Daredevil una gran saga junto a Alex Maleev, su genial Alias junto a Michael Gaydos o su espectacular reinterpretación del trepamuros en Ultimate Spider-Man, su paso por Los Nuevos Vengadores o Iron Man terminaron por darle absoluta relevancia como para poder seguir dando grandes momentos en su All New-All Different X-Men o incluso en Los Guardianes de la Galaxia.
En Dinastía de M forjó antecedentes que incluso hemos podido ver en la etapa de Jonathan Hickman en Dinastía de X. Pero lo más importante es que dejó argumentos de sobra para que autores de la franquicia mutante, incluido Chris Claremont, investigasen los sucesos de los días venideros a la resolución de esta historia con aquella frase demoledora: “No más mutantes”.
Para el dibujo tenemos a un Olivier Coipel que rinde al mismo nivel que Bendis. Ambos forman un motor bien engrasado, a ambos todo les sale a pedir de boca. Al espectacular trazo del francés hay que destacarle, más allá del realismo, su narrativa en múltiples capas, con viñetas que se apoderan de otras y con unas splash pages en las que puedes perderte durante largos minutos para apreciar el detalle y la composición. Coipel supo darle grandeza a un mundo en el que los mutantes pisaban con fuerza, sin temor, con orgullo.
Para rematar el tomo nos encontramos con los tie-ins de las colecciones de Spiderman, Los Cuatro Fantásticos, Pantera Negra, Lobezno, Capitán América, Iron Man y The Pulse. No son todos los que son pero son todos los que están. Aquellos relacionados con las cabeceras mutantes están siendo recopilados actualmente en las cabeceras de Must Have dedicadas a las dos colecciones de La Patrulla-X que estaban publicándose entonces.