Al Ewing y Joe Bennett continúan ofreciéndonos su particular visión del Gigante Verde y todo su rico entorno, mientras posicionan cada ficha en su lugar, con El Líder como eje motriz. Panini Comics ejerce una fuerza gravitatoria brutal para reunir a todos dentro de los márgenes de la Tierra.
Los lazos que unen
En esta etapa de Hulk en la que el personaje, y todos aquellos que han obtenido habilidades gracias a la radiación gamma, no pueden morir, es muy importante hablar de las relaciones que se han ido forjando a lo largo de los años y que mantienen a los protagonistas unidos por una fuerza incontrolable. No solo Bruce Banner y sus diferentes alter egos, Doc Samson, Betty Ross o Rick Jones han visto como los rayos gamma han sido hilo conductor de sus vidas, curiosamente desde que sus pasos se unieron a los de Banner, para el que la maldición de Hulk ha supuesto más de un quebradero de cabeza. Volverse inmortal no ha hecho que sus problemas disminuyan, todo lo contrario, parecen haberse multiplicado.
El lugar por debajo y la puerta verde se han convertido en un lugar de paso, en purgatorio y portal de resurrección. Ambos están destinados a jugar un papel importante en toda la trama, sobre todo porque lo más oscuro, lo que a todos nos gustaría enterrar, se halla en ese sitio lúgubre del que apenas salen noticias buenas y donde todavía residen aspectos muy negativos de la historia y el alma de Bruce Banner. Parece que cualquier enemigo que se precie tendrá allí desde inspiración a motivos para enojar a Hulk, para hacerle el mayor de los daños a través de tormentos muy conocidos aunque otros puedan sorprender dentro de la misma etapa. Ewing y Bennett nos demuestran que no se olvidan de lo que ellos mismos han ido narrando e incluso se permiten recuperar elementos del principio de la narrativa impuesta, con la figura de Del Frye.
No solo de su imaginación
Además van a recuperar a una encarnación de Hulk que data de los tiempos de Bill Mantlo y Mike Mignola al frente de la colección, su versión Diabólica, ya insinuada por aquel entonces pero que no cobraría vida propia hasta su aparición durante la etapa de Paul Jenkins y Ron Garney. Muchos frentes abiertos para todos los que aparecen por aquí, incluidos esos invitados especiales de Gamma Flight con Puck a la cabeza, junto a Titania y El Hombre Absorbente. En general nos hallamos ante unos números de transición dentro de la larga historia-río que nos contaron Ewing y Bennett aunque no exentos de importancia, van a ser la forja de las armas que entrarán en conflicto más adelante.
La recopilación en este formato Premiere nos va a llevar hasta el número 40 de la edición americana, con evoluciones en algunos personajes y con la constatación de que hasta Joe Arréglalo tiene su propia versión de Hulk. Una etapa que a veces cuesta digerir por su complejidad pero que al mismo tiempo posee una brillantez que pocas veces hemos podido ver ya no solo en Hulk, sino en otros muchos personajes. Aquí el lore de la colección cuenta con un peso específico muy importante, siendo fundamental para el desarrollo de todos y cada uno de sus pasos.
Ni una página sin lápices de Bennett
Era habitual encontrarnos en los episodios anteriores con muchas colaboraciones en la parte gráfica, con un Joe Bennett que no parecía llegar a todo. Esa tendencia se va a invertir en este tomo de tapa blanda pues contaremos con su arte a cada paso. Un dibujo difícil de imitar por la brutalidad de ideas retorcidas que surgen de las mentes de sus autores. A veces resulta difícil distinguir si pretenden llevar a Hulk a la locura o si a los que pretenden enloquecer es a los lectores. Lo grotesco consigue presidir muchas escenas a lo largo de la historia, lo retorcido, lo visceral, plantean un estímulo enorme para el impacto visual de la obra pero afectan a la salud mental de aquellos que empezamos a verlo todo desde un prisma de color verde.
Ewing no ceja en su ímpetu por lograr una aventura de Bruce Banner en la que lo menos importante sea lo incontrolable que puede resultar la encarnación esmeralda que todos temen por su brutalidad. Muchas veces es Hulk el que quiere que todo se detenga, que cese la persecución, el dolor de los que le rodean. Pero entonces el drama dejaría de fluir, no encontraríamos motivos para hacernos preguntas existenciales y el propio Banner perdería todo interés si los conflictos que le devoran por dentro no fuesen el círculo vicioso por el que circula su propia vida.