Ya hemos podido leer ‘Red Sonja: A mundos de distancia’, de Planeta Cómic, y esta es nuestra reseña libre de spoilers sobre este cómic.
Si ya ‘Red Sonja: La balada de la diosa roja‘, de Roy Thomas, Esteban Maroto y Santi Casas -también editado por Planeta Cómic– fue una hermosísima manera de reencontrarnos con este legendario personaje de los cómics, ‘Red Sonja: A mundos de distancia‘ es el reboot perfecto. Escrita por la guionista Amy Chu, conocida por su trabajo en ‘Hiedra Venenosa‘ y ‘Kiss‘, e ilustrado por Carlos Gómez, dibujante de ‘The Dresden Files‘, ‘Red Sonja: A mundos de distancia‘ una verdadera delicia para cualquier lector asiduo del noveno arte. Pero, antes de ponernos a analizar y reseñar tranquilamente lo que ha significado este nuevo título en la colección del personaje, ¿qué podéis esperar del cómic? Esta es la sinopsis oficial, arrojada por Planeta Cómic:
En esta nueva aventura escrita por Amy Chu (‘Hiedra Venenosa’, ‘Kiss’) y dibujado por Carlos Gómez (‘The Dresden Files’), la diablesa de la espada se enfrenta a un mundo diferente, más concretamente a la ciudad de Nueva York. Por debajo de la tierra, poderosos demonios obligan a Red Sonja a salir de un profundo sueño mágico. Confusa y desarmada, ha de encontrar la manera de derrotar a estas criaturas misteriosas, de escapar de su prisión solitaria y de llegar a la superficie para descubrir dónde está y por qué el malvado hechicero Kulan Gath la ha traído a este lugar. ¡Vamos con la reseña!
Amy Chu recoge el testigo de historias como ‘Camelot 3000’ y toma el tono y el enfoque característicos de la serie regular de ‘Harley Quinn’ para darnos, con ‘Red Sonja: A mundos de distancia’, un cómic sincero, nada pretencioso, adictivo y preciso con un dibujo de Carlos Gómez sutil y brillante
Imaginad que Aragorn, hijo de Arathorn, uno de los personajes más emblemáticos y reconocidos de ‘El Señor de los Anillos‘, dejara atrás la Tierra Media y apareciera en pleno siglo XXI en las calles de Nueva York. Ese, básicamente, es el punto de partida de ‘Red Sonja: A mundos de distancia‘, pero cambiando al legítimo heredero del trono de Gondor por la diosa roja. La diablesa de la espada se ve obligada, a través de la magia, a dejar atrás los crueles y devastadores mundos de Hyrkania y Khitai para enfrentarse a la Gran Manzana en la época actual. Un maravilloso choque de culturas que evoca, a grandes rasgos, a lo que sucede en la icónica ‘Camelot 3000‘.
Sin embargo, el tono escogido por Amy Chu para enfrentarse a este reto narrativo es más parecido al de la serie regular de ‘Harley Quinn‘, de Amanda Conner y Jimmy Palmiotti, y está más cerca de una historia de Wonder Woman que de la obra de Mike W. Barr y Brian Bolland. El legado de la diosa roja está representado en las aceras neoyorquinas con pulso y con un ritmo y una acción frenéticas que van desencadenando los acontecimientos sin parar. El lector se ve obligado a mantenerse en la lectura, descubriendo en cada viñeta un nuevo significado que transportará a los protagonistas al siguiente punto. El nexo de unión entre la diablesa de la espada y el presente en ‘Red Sonja: A mundos de distancia‘ es un personaje llamado Max, quien guarda más secretos de lo que aparenta. Y, por supuesto, la lucha de la diosa roja contra el hechicero Kulan Gath sigue siendo el telón de fondo, a pesar de que los tiempos hayan cambiado y el villano se haya adaptado tanto a la sociedad capitalista como al desarrollo de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC). Un interesante desvarío que Amy Chu resuelve con inteligencia.
Por otro lado, a nivel estético, Carlos Gómez se atribuye un papel más práctico que artístico. Cumple a la perfección, con sutileza y brillantez, con lo que se espera de una historia que tiene un enfoque y un tono muy definidos. Un dibujo comercial que se expande con alguna que otra ilustración a gran escala, pero que, sencillamente, está ahí al servicio de la historia y no pretende otra cosa. Sincero, nada pretencioso, adictivo y preciso, ‘Red Sonja: A mundos de distancia‘ es un cómic magnífico para ser el preludio de una colección que difícilmente no puede no gustar a todo el mundo.
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