Midsommar se estrenó el año pasado, dirigida por Ari Aster y protagonizada por Florence Pugh y Jack Reynor
Una pareja estadounidense que no está pasando por su mejor momento acude con unos amigos al Midsommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en una aldea remota de Suecia. Lo que comienza como unas vacaciones de ensueño en un lugar en el que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una oscura pesadilla cuando los misteriosos aldeanos les invitan a participar en sus perturbadoras actividades festivas.
Midsommar es una película que rompe con los tópicos del cine de terror actual, los sustos ocurren a plena luz del día y Aster sabe usar a la perfección la sangre, al director no le da miedo mostrar un primer plano sangriento e impactante que, a diferencia del terror convencional, el uso de la sangre ayuda a seguir contando la historia y forma parte de ella de una forma muy natural y no forzada. Ari Aster también dirigió Hereditary y todo empieza al igual que en Midsommar, con la muerte de un familiar que trastorna la vida de nuestra protagonista.
Una historia sobre las rupturas de pareja
La película trata sobre una ruptura de pareja, una situación amorosa que se va deteriorando y que al fina se acaba quemando, mensaje que queda latente en la escena final. Las transiciones de la cinta son majestuosas al igual que los primeros planos, que rozan lo magistral.
Los planos aéreos, o las carreteras invertidas dejando el asfalto como cielo no son casuales y están realizados en el momento justo para ir dando pistas y creando clima. Saber mover a sus actores. Incluso los efectos alucinógenos están muy bien plasmados y sin subrayarlos de forma gratuita. Cuenta con un equipo que le resuelve bien, no ya en la música, el montaje, el sonido o su vestuario, que por supuesto que sí, si no con el difícil trabajo de fotografía, aunque la música también ayuda a crear ambiente y sin destacar de una manera extravagante.