Con la presencia en los cines de ‘El Gran Gatsby’, de Baz Luhrmann, responsable de ‘Moulin Rouge’ (2001) y ‘Australia’ (2006), veo necesario volver a ‘Romeo + Julieta’ (1996), primera película en la que coincidieron Leo DiCaprio y el director.
En pleno siglo XX, en el condado de Verona Beach, existen dos poderosas familias, los Montague y los Capulet, dedicadas a los negocios de bienes raíces, pero visten y actúan como mafiosos latinos. Dos miembros de estas familias rivales, Romeo Montague (Leonardo DiCaprio) y Juliet Capulet (Claire Danes), se enamoran y se casan, pero el odio entre sus familias puede más que el amor que ellos se profesan.
El director Baz Luhrmman se dio a conocer al mundo con una obra maestra, a mí parecer, donde plasma su personal estilo, con escenas a cámara rápida, escenas que parecen ser visiones de una mente perturbada, y con un final que se dice desde el principio y que siempre es trágico (‘Moulin Rouge’…).
«Adaptación»; primera palabra que viene a la mente después de ver la película. Sin embargo, hay bastante más fidelidad aquí a la naturaleza del teatro isabelino, que en la polvorienta y acartonada versión de Zeffirelli, por nombrar a uno de esos autores autodefinidos como legítimos. También hay una inconsciencia adolescente más genuina. Así, Luhrmann demuestra la universalidad del texto de Shakespeare, en vez de quedarse en lo meramente contemplativo; aunque quizá resulte más interesante para quien conozca bien el texto previamente, a través de su lectura, de alguna función teatral o de alguna versión cinematográfica «costumbrista», porque de esa manera se puede valorar en su justa medida el trabajo dramatúrgico de traslación temporal. La banda sonora es excelente, compuesta por Nellee Hooper, Craig Armstrong y Marius de Vries.
Se justifica la acción a través de un ‘reality’; hay quien ha visto una venida a menos del sagrado e intocable texto ‘shakespeariano’, sin tener en cuenta que en su momento esta clase de teatro iba dirigido a todos los públicos, de toda extracción social y cultural, y en especial al pueblo llano, el más abundante en los teatros populares, si bien sorprende ver a Romeo empuñando un revólver.
Muy acertados son los encuentros entre la pareja protagonista (a través de la pecera, en el ascensor o en la piscina, trasunto del famoso balcón). Romeo aparece «pasado por agua» en varias ocasiones, elemento con valor simbólico, como fluido que mezcla enemistad y diluye odio (teniendo en cuenta que la acción se desarrolla en un paraje bañado por el sol y en su mayor parte, desierto). Hay quien encuentra fuera de lugar el haber mantenido el texto en verso, en vez de haber sometido los diálogos a una simplificación, para traerlos a la época contemporánea. Sin embargo, toda la puesta en escena de la película, hasta el último detalle, banda sonora incluida, resulta igual de artificiosa y rebuscada que un diálogo en verso, por lo que no chirría en ningún momento.
Y es que, al igual que ‘Moulin Rouge’, el punto fuerte de esta arriesgada propuesta es precisamente la atmósfera, irreal, excesiva, de nuevo rico, intencionadamente ‘kitsch’. La película estuvo nominada al Óscar a la mejor mejor dirección artística, ganó cuatro premios BAFTA, incluyendo mejor montaje y guión adaptado, así como siete nominaciones más. DiCaprio logró el Oso de Plata al mejor actor en el Festival de Berlín. Creo que no se podría haber hecho mejor revisión de un clásico de la literatura universal.