Análisis de Silicon Valley.
Silicon Valley es el nuevo éxito de HBO. Aunque parezca mentira no solo suelo consumir defecaciones audiovisuales, aunque sea lo único que comento por aquí, y normalmente me permito disfrutar con muchos productos televisivos (y de cine también), pero suelo callarme este hecho. Esta es la historia de cómo me vi una película de mierda y he acabado hablando de una serie cojonuda como ninguna, una película que podría helaros la sangre de lo mala que es y que como me la trague a presión, pues la comento por aquí como si tuviese las tripas algo “sueltecillas”.
No es otra que la malparida ‘Vampire Academy’, una película que por lo visto veían una media de cuatro personas al día en el cine, demostrando que no le importaba a nadie una shit el asunto. Básicamente va de esto: Dos chicas (una vampiresa que puede quedarse preñada y demás y su esclava medio vampira, además de guardaespaldas) escapan de la High School vampírica en la que hacen como que estudian, porque son así de pavas. A los dos días las encuentran y las llevan otra vez a su escuela, muy necesitada de dinero por cierto, para aprender chorradas que no les servirán para nada en su vida. En ella se encuentra un laboratorio químico con un presupuesto de cortometraje aragonés y unas clases demasiado llenas de croma cutre en las cuales les enseñan a usar los poderes de los cuatro elementos, vamos que con el poder del fuego encienden velas, con el del aire mueven molinillos, con el de la tierra sacan pedrolos o no sé qué ostias y con el del agua se pueden hacer unos gin tonics cojonudos. La película es apestosa de narices y un descarado intento de fusionar un Hogwarts vampírico de bajo presupuesto con una especie de historia de High School tan típicas de los Estados Unidos, aderezado con momentos realmente desesperantes de compras por tiendas de moda y sucedáneos del palo. Es tan aburrida como tragarte de seguido todo The Walking Dead y se permiten el lujo de incluso humillar a la saga Crepúsculo, pero lo jodido es que tienen razón, esta película es más divertida que la gentuza esa que pulula por esa saga infumable de vampiritos brillantes y hombres lobo moñas. Especial mención a Gabriel Byrne por su maquillaje de novata en efectos especiales y por descubrir su temprana muerte profesional tras aceptar ser un personaje en esta película.
La cosa no daba para más, así que me dio por volver a verme ‘Silicon Valley’ otra vez, y la verdad es que en aquel momento me maraville más que la primera vez que la vi. Nos enfrentamos ante algo a lo que no estamos acostumbrados, me refiero a una serie sin pretensiones, divertida, con buen ritmo y demás, vamos todo lo contrario a lo que la gente suele ver por seguir la serie de moda y no parecer un inadaptado social. En definitiva una serie que no ha alcanzado el Olimpo de las plumas más eruditas y dicharacheras de la blogosfera, y que en resumen que si no escriben sobre ella como otras pestes que os tragáis, significa que no existe. En esta Sitcom tienen ostias para todo el mundo, para la cultura empresarial de las grandes marcas de tecnología como Google, Microsoft, Apple y demás, para los canallas que intentan manipularte de una u otra forma, para la gente ebria de poder que pierde el control continuamente, para la forma en la que se manejan los contratos de los trabajadores en ese tipo de empresas, para ver lo difícil que es montarte una empresa de Startups, y un montón de situaciones divertidas más. ‘Silicon Valley’ es una serie sobre estos jóvenes genios, que han levantado sus pequeñas empresas gracias a sus conocimientos sobre las nuevas tecnologías, y también es una serie sobre sus facetas como excéntricos, inadaptados sociales y personas que realmente viven en otro mundo. Un mundo que sin embargo choca continuamente con el real, un mundo más crudo y cruel que suele ir a la contra de lo que piensan nuestros protagonistas.
Para hacernos a la idea, ‘Silicon Valley’ no es ‘The Big Bang Theory’ (llena de estereotipos que a este paso van a acabar cansando) ni lo pretende. Los protagonistas no son estereotipos facilones, más bien tienen cosas reconocibles de los geeks, pero en ningún momento están estereotipados. Y esto es lo que la hace ser aún más grande.
Cada capítulo es una oda a la degeneración de las empresas tecnológicas que pululan ahora por nuestro mundo, a sus empresarios que se muestran como gurus visionarios y que al final acaban todos soltando las mismas chorradas: “No es solo que mejoremos esta tecnología, lo mejor es que estamos salvando al mundo”. Esos supuestos lunáticos se retratan maravillosamente bien en la serie convirtiéndolos en una suerte de gente cercana al misticismo y a la filantropía para así compensar el vacío existencial que sienten al tener tantos millones de dólares en sus cuentas bancarias y darse cuenta que en realidad eso no les llena para nada. Pero lo mejor de esta serie de la HBO es ver como de deshuevan continuamente del ecosistema de este tipo de empresas como google, facebook y demás, llegando a verse momentos verdaderamente absurdos (pero verosímiles) en los cuales se pueden ver reuniones de empresa en plataformas móviles que se van moviendo por los exteriores de la ficticia empresa de la serie de nombre decadente: Hooli, o cuando deciden hacerse un logotipo “original” para ellos.
Esta serie es una de las más grandes apuestas de la HBO, sobre todo por su humor irreverente, más cercano a la magnífica ‘The It Crowd’ que a por ejemplo ‘Big Bang Theory’, con un sentido del ritmo y del tiempo que recuerda mucho a ‘The Entourage’ pero sin sexo de por medio, ni gruppies, ni ningún tipo de Glamour, donde los protagonistas miran el mundo con la perplejidad de una serpiente a la que de repente, le cambian su terrario de toda la vida por un Porsche último modelo. Era una jugada arriesgada que pocos hubiesen tenido cojones a hacer, porque es bien sabido por todos nosotros que la empatía es un factor altamente complejo y que simpatizar con un grupo de geeks de introversión continua y cuyas conversaciones son ininteligibles para el público en general, es misión solo al alcance de un genio de la comedia.
El héroe creador de todo esto es Mike Judge, conocido principalmente por ‘Beavis and Butthead‘ y por el ‘Rey de la colina’, Judge ha encontrado finalmente tras una gran búsqueda espiritual pivotando entre la MTV y quien sabe que más, el punto adecuado para dirigir una serie excelente, que trabaja con un humor reservado, especial, tímido, pero que es capaz de virar hacia la comedia pura y dura (la de las barbaridades y los chistes sucios) sin necesidad de dar volantazos sin sentido y acabar estrellándose por un barranco. El secreto está, sin lugar a dudas, en un reparto donde destaca la más que maravillosa química entre Thomas Middleditch (Richard) y T.J. Miller (Erlich), el primero siendo el cerebro de la compañía y el otro como el autoproclamado portavoz de la empresa. ‘Silicon Valley’ puede decirse que va muchos pasos por delante de la sitcom de toda la vida, el éxito radica en que a pesar de las dificultades que conlleva combinar los códigos de un universo tan cerrado y llegar al público generalista (que al final es el que decide si un producto es válido o no) se las arregla para funcionar bien y llegar al público gracias a unos diálogos brillantes y a la extrapolación de conceptos para hacerlos más accesibles para todo el mundo. Como ejemplo de gag monumental está el de que mediante un algoritmo, los protagonistas tratan de averiguar cuánto tardaría Erlich en masturbar a un auditorio de mil personas según el grosor de los penes, la largura hasta el suelo y demás parámetros absurdos, pero fundamentales para hacer un cálculo exacto y llegar a una solución final. Este es un momento brillante como muy pocos vistos en una Sitcom, que sirve como ejemplo perfecto de lo que es en realidad esta serie: una comedia con alma clásica, de diálogos calculados, que se aprovecha continuamente de una ágil narrativa para crecer en cada episodio, sin esa absurda necesidad de correr antes de andar.
Silicon Valley es la digna heredera de Entourage (El séquito).
La historia está ubicada como no en Silicon Valley donde seguimos las desventuras de Richard Hendricks, un programador con bastante inocencia y propenso a tener ataques de ansiedad, que trabaja en una gran compañía sospechosamente parecida a Google de nombre absurdo, Hooli. Al mismo tiempo también trabaja con varios compañeros en una incubadora tecnológica propiedad de Erlich, un bocazas que vive de los beneficios de una aplicación que creo en tiempos pretéritos llamada Aviato (que parece tan inútil como su creador), desarrollado una aplicación musical llamada “Pied Piper” (El Flautista de Hamelin o El Flautista doblado al español).
El algoritmo que utiliza es tan revolucionario que llama la atención de dos grandes empresarios tecnológicos de la zona que intentarán hacerse con él. Uno le ofrece 10 millones a cambio de la idea y el otro le propone entrar como accionista en el proyecto. El problema es que Richard no tiene mucha idea de cómo funciona el mundo real de Silicon Valley. Junto a Richard están sus compañeros, Dinesh un pakistaní experto en java con problemas para relacionarse con las mujeres, Gilfoyle un experto en arquitectura de sistemas y adorador no teista de Satán, y Elrich el creador de Aviato y propietario de la incubadora en la que viven, que también aporta su saber a ‘Pied Piper’. Al grupo se les acaba sumando más gente a medida que avanza la serie (pero no mucha más, claro). Los dos empresarios enfrentados entre sí, Peter Gregory y Gavin Belson son personajes de los que suben el nivel cómico de la serie y las degeneraciones en general. Son personajes absurdos, unas caricaturas (quizá no demasiado exageradas) de lo que imaginamos que serán hombres como Steve Jobs o Bill Gates: gente excéntrica que te sorprende con una gran idea o con una chorrada como un pino después de estar un buen rato diciendo cosas sin ningún sentido lógico.
Por mi parte, lamento profundamente la ausencia en Silicon Valley del gran Christopher Evan Welch, cuya muerte a los 48 años, por un cáncer, alteró los planes de los guionistas de la serie. Evan Welch, que interpretaba al magnate Peter Gregory y que ofrecía un contrapunto de excentricismo que subrayaba la (presunta) normalidad de Richard y los suyos, era un recurso narrativo impagable. Obligado ahora a ser un personaje en Off, la comedia ha perdido un elemento importante y habrá que ver cómo recomponen los guionistas esa parte que tan bien había funcionado hasta el momento. El otro asunto será averiguar si los creadores sucumben a la (inevitable por otra parte) tentación romántica que subyace en la trama o siguen empeñados en remarcar la soledad de tintes claustrofóbicos que se esconde tras un grupo de colegas que viven con un objetivo común y para los que las chicas resultan ser tan peligrosas como trabajar con Cristopher Nolan.
Como conclusión final sobre Silicon Valley, deciros que esta serie os sorprenderá gratamente, que es una maravilla que debe ser vista por todo el mundo y que no os defraudará.