Segunda novela gráfica de la nueva trilogía sobre uno de los personajes más complejos del Universo Cósmico Marvel. ‘Thanos. La relatividad del Infinito’ continúa esta gran obra sobre la realidad y el poder de manos del gran Jim Starlin.
Tras lo ocurrido en la anterior novela gráfica ‘La revelación del Infinito‘, ni Thanos, ni Warlock son los mismos, pero es este segundo personaje el que más ha cambiado, no es el mismo que han conocido los seres vivos de esta realidad, es el superviviente de una dimensión que murió arrastrando a la versión de esta realidad de Warlock, y dejándonos a su versión alternativa. Por ello es un personaje con muchos puntos diferentes, con nuevos misterios, con un pasado exacto al conocido, pero con un futuro por dilucidar.
Jim Starlin continúa su última gran saga de su personaje más conocido en el universo Marvel, Thanos. Con los Guardianes de la Galaxia como invitados y Warlock de coprotagonista, ‘Thanos: La relatividad del Infinito’ prepara el camino para el gran cierre de las sagas “infinitas” del americano.
Como si la saga Aniquilación le hubiera parecido una buena idea, pero en la que faltaba el peso de los personajes cósmicos que creó, en el caso de Thanos era mínimo, Starlin plantea una segunda conquista galáctica por parte de Annihilus, esta vez más poderoso, y con una ayuda extra, un genial científico que es capaz de planear como vencer a todos sus enemigos. Pero si la primera vez los actuales Guardianes de la Galaxia tuvieron mucha relación, en esta segunda visita también, pero diferente. La relación que mantienen con Warlock, a quien se vieron obligados a asesinar en una ocasión anterior, y la inclusión de Pip el Troll, personaje de la Guardia del Infinito( de la que Drax y Gamora formaban parte) al que Starlin guarda mucho cariño, cambian el paisaje del grupo y sus reacciones. Además, de algunas correcciones del autor, como por ejemplo la relación de Adam y Gamora sale a colación nuevamente, ya que el guionista decide finalizar algunos detalles de sus creaciones, que otros manipularon a su antojo, para darles el camino que él deseaba darles.
Grandes planes dentro de planes y maniobras dentro de gambitos, así ha funcionado siempre el Titán loco, y más cuando ha sido su “padre” el narrador. Starlin plantea una nueva crisis donde la asistencia del villano es necesaria, pero no como enemigo de la vida, papel que ostenta como consorte de Muerte, sino como salvador de la realidad. Y sobre todo, como guía de una nueva fuerza con el potencial para llegar a ser una nueva entidad cósmica al nivel de Eternidad o el Tribunal, Warlock. Si, el mesías suicida, el salvador del universo y posible futuro dictador del mismo, ¿o no?
Si Starlin jugó con una narrativa doble en la que engañaba al lector para que comprendiera dos puntos de vista y dos formas de ver la existencia, la de un ser que adora la muerte como ultimo fin y otro que busca la muerte para encontrar un sentido para su vida. Muy hábilmente, escondía dos historias diferentes, de dos líneas temporales diferentes, pero de dos pares de personajes a los que ya se les confirma que son algo que no puede ser extinguido, al ser necesario para la existencia de la realidad. En este caso no recurre a ningún truco narrativo, es una línea directa, una guerra por el poder potencial de Warlock, el nuevo Warlock, y mientras los jugadores se colocan en su lugar, Thanos tiene que correr sus riesgos para llevar a cabo un plan para salvar el universo, ¿o quizás haya segundas intenciones en los actos el titán?
La narración transcurre entre varios personajes, y el camino los une poco a poco, siempre con la mano de Thanos empujando a ese destino inevitable, hasta que el mismo titán se ve involucrado en los movimientos del tablero, y descubre que sus cálculos eran demasiado ventajosos para él, no todo es como estaba programado. Lo que le lleva a una situación final sorprendente, un cliffhanger como se suele decir ahora, una resolución la de Thanos, que sabemos que se resolverá de forma satisfactoria, pero que por lo menos deja al lector relamiéndose la miel de los labios, ante semejante jugada maestra, o locura maestra.
Starlin se ayuda de Andy Smith a las tintas en ‘Thanos: La relatividad del Infinito’. Lo que estiliza su línea y la hace más sencilla. Gana en calidad, pero pierde un poco ese trazo duro que era uno de los detalles personales de Starlin. No pierde el americano su mano para el dibujo, no gana nada nuevo, pero no pierde tampoco. Continúan sus personajes con gestos y físicos excesivos, y sus movimientos violentos. Poco descanso les da a sus protagonistas en sus dibujos.
A falta del colofón final con La ecuación de la relatividad que llegará este 2016, Jim Starlin nos deja de nuevo una gran obra teatral a niveles cósmicos, dónde los personajes se ven arrastrados por el destino y sus embates, por mucho que planeen y urdan estrategias. Thanos es el maestro manipulador, el supremo estratega, pero como ya sabemos, un plan comienza a fallar en cuanto se pone en marcha.