Walter Simonson forja una obra de proporciones épicas para entrar en los salones de Asgard a punta de epopeya narrativa en forma de cómic y reinventa el mito de Thor como nunca antes se había visto.
Érase una vez una editorial llamada Marvel Comics que era capaz de producir magia a gran escala en forma de viñetas, con personajes como Thor y arcos argumentales verdaderamente milagrosos que ya forman parte de eso que podríamos denominar como «joyas del Noveno Arte«. Antes de todo esto, antes de la especialización de los cómics, antes de las tiendas especializadas y mucho antes de que el universo de las viñetas se convirtiera en una psicosis de cabeceras, títulos, personajes y grupos imposibles de abarcar… Mucho antes de todo esto existió la magia en los cómics. Y existió un mago de la narrativa, el dibujo y las historietistas llamado Walter Simonson.
Walter Simonson fue a Thor lo que Frank Miller a Daredevil o Neal Adams a La Patrulla-X.
En aquella época de los años 80, Walt Simonson tuvo que convivir con nombres tan icónicos, aclamados e importantes como Frank Miller y David Mazzucchelli (¡ay!, «Born Again»), John Byrne, Alan Davis… Y un larguísimo etcétera de iconos del Noveno Arte a día de hoy. Por aquel entonces, Simonson apenas era un dibujante que llegaba como llegó Miller a Daredevil, con una serie que estaba en las últimas y había perdido toda la atención del público: «Thor«. E hizo exactamente lo mismo que el historietista de Olney, sacudirle el polvo y darle un nuevo sentido a la mitología del Dios del Trueno, que en los últimos años se había ido alejando de la mitología nórdica para convertirse en un personaje más ligado a Midgard (la Tierra).
Cuando Walter Simonson apareció en aquella colección, «Thor» sumaba su número 337 (noviembre de 1983). El barco a la deriva en que se había convertido la serie del hijo de Odín provocó el mismo resultado que cuando Frank Miller llegó a la cabecera del Hombre sin Miedo: libertad creativa sin precedentes y posibilidades narrativas sin parangón. Y el joven Walt Simonson no perdió el tiempo ni desaprovechó la oportunidad. A partir de ahí, la evolución del personaje fue totalmente diferente a lo visto hasta la fecha. Simonson revolucionó «Thor» con una etapa de aventuras extremadamente divertida, arcos argumentales encadenados que dejaban un resultado sólido y que arrancó las páginas a golpe de mitología nórdica y una narración más cerca de la epopeya que de las historietas de Marvel Comics.
El legado de Walter Simonson en «Thor» es un arma de doble filo: puede servir de inspiración, pero nunca de reflejo.
Simonson destruyó a Donald Blake (identidad que empleaba el Dios del Trueno para ocultarse en Midgard) e introdujo a Bill Rayos Beta como una equivalencia de poder para el hijo de Odín. Porque Simonson cuida igual de bien a los protagonistas que a los personajes secundarios. En esas que encontramos a Balder el Bravo, a Lorelei, a Loki, al propio Odín, a Surtur… Y un enorme elenco de personajes que no dejan en un segundo plano al que da nombre a la saga, sino que acompañan la épica narración nórdica con una precisión milimétrica, descargando la acción y el protagonismo de Thor para ofrecernos una visión casi de conjunto. Lo que es Thor para Asgard y Asgard para Thor, pero también lo que es Walter Simonson en la narración del Noveno Arte.
Para colmo, Simonson, alma y corazón de esta etapa del Dios del Trueno, dio buena muestra de un amplio conocimiento gráfico. Ya no sólo como narrador, sino también como ilustrador. Nunca las batallas de Thor fueron tan épicas ni tampoco los personajes alcanzaron un nivel de dramatismo tal como durante la epopeya de Walter Simonson en los años 80. Para cuando alcanzó el número 382 de «Thor«, el magnético historietista ya había agotado toda su imaginación y no tenía nada más que contar. Pero su reformulación del universo nórdico y lo que hizo durante aquella magistral época en el apartado narrativo le permitió construir un legado moderno para generaciones venideras. Todavía hoy, en determinados momentos, podemos encontrar mucho de Simonson en las viñetas del hijo de Odín. Por contra, el efecto contraproducente del «Thor» de Walt Simonson es que siempre vamos a buscar la influencia del autor en el presente… Mientras que si encontramos demasiadas influencias vamos a encargarnos de dinamitar al autor de turno por querer imitar al maestro de la épica asgardiana.
El nuevo dios asgardiano no es nórdico, se llama Walter Simonson.
Más de 30 años después, desde Bifrost hasta los salones del Valhalla siguen resonando los ecos de un autor e ilustrador que rompió los moldes de Marvel Comics para dejarnos una obra magistral de proporciones épicas. Una epopeya de Thor y de Asgard, de Odín y de Loki, de Sif y de Bill Rayos Beta… Una narración que provocó que Walter Simonson entrara por la puerta grande del reino dorado de Asgard para no salir jamás.