Black Mirror plantea reflexiones de todo tipo, algunas de ellas ciertamente inquietantes
Es probable que las mejores temporadas de Black Mirror sean las primeras y para muchos el nivel baja cuando Netflix compra el programa, pero eso no cambia el hecho de que es una de las series imprescindibles de la actualidad. Lo es desde hace ya más de una década, se empieza a emitir en 2011, y cada nueva tanda de episodios deja un sinfín de opiniones, comentarios y reflexiones. La sexta temporada no ha sido una excepción, incluyendo el dudoso honor de tener el que muchos consideran el peor episodio de toda la cabecera.
En cambio el primero de ellos, Joan Is Awful, tiene muy buena consideración y se considera uno de los mejores de los actuales. Compite directamente con Beyond the Sea, de hecho en IMDB ambos tienen la misma puntuación (en el momento de escribir este apartado). Y a partir de aquí…
Aviso de Spoilers
Joan Is Awful de la última temporada de Black Mirror presenta un mundo en el que de pronto la vida de una ejecutiva, de bajo nivel, se ve truncada cuando una plataforma émula de Netflix crea una serie sobre su vida. No está basada, es su vida punto por punto aunque algo más fría y exagerada, cuenta con la mismísima Salma Hayek para darle vida lo que atrae a un gran público. Según avanza la trama sabremos que todo es producto de la IA y un ordenador cuántico, al punto de que todo lo mostrado es tan solo una ficción más. Una ficción dentro de una ficción, metalenguaje enredado en metalenguaje y así hasta el infinito.
¿Esto puede ser cierto ? ¿Somos en realidad una mentira creada por un ordenador?
Suena a locura pero cada cierto tiempo aparecen defensores de esta teoría, no solo chiflados con gorritos de papel de aluminio en sus cabezas me refiero a científicos y filósofos respetados. En el 2003 el filósofo Nick Bostrom postulaba que quizá seamos parte de una simulación de una sociedad mucho más avanzada, Elon Musk ha declarado de forma pública que la posibilidad de que no seamos simulados es de “una en miles de millones”.
Por su parte el profesor David Chalmers de la Universidad de Nueva York opina que en el hipotético caso de que esto sea cierto “Nunca podremos probar que no estamos en una simulación hecha por ordenador porque cualquier evidencia de la realidad ordinaria podría simularse”. Ray Kurzweil, creador de la Universidad de la Singularidad, comenta que “a lo mejor todo nuestro universo es un experimento de ciencia de un estudiante de secundaria en otro universo”.
Esto no es algo nuevo, en el siglo IV a. C. el pensador Zhuang Zhou ya plantea el dilema filosófico en que tras soñar que era una mariposa llega a reflexionar que “No sabía si antes era Zhou soñando que era una mariposa, o si ahora era una mariposa soñando que era Zhou”.
Y si lo somos… ¿acaso importa?
David Kipping, astrónomo de la Universidad de Columbia, sostiene que las posibilidades de que vivamos en una simulación son cercanas al 50%, pero siempre por debajo de este porcentual. A esto se suman las ideas de Alan Guth, cosmólogo del MIT, que mantiene que aunque el universo fuera un experimento este crearía su propia burbuja espacio temporal y daría igual que tuviera un origen ficticio, nosotros seríamos reales. Mientras tanto, a la espera de saberlo sin duda alguna, podemos dar una patada a una piedra como hizo el escritor Samuel Johnson.
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