Gaizka Urresti convierte ‘Bendita Calamidad‘ en una esperpéntica road movie y buddy movie a la española, digna del mismísimo Valle-Inclán pero con un único y reconocible sabor: denominación de origen aragonesa.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, «bendito» significa «santo o bienaventurado; feliz; dichoso; persona sencilla y de pocos alcances». Por contra, «calamidad» se aplica para dar sentido a una «desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas; persona incapaz, inútil o molesta». Decía Miguel Mena, escritor del libro homónimo que adapta la película, durante la presentación de ‘Bendita Calamidad’ (Gaizka Urresti, 2015) ayer en los Cines Palafox de Zaragoza que la elección del título de la novela fue una bendita coincidencia, causa de la calamidad que persigue a los dos protagonistas allá donde vayan. Veinte años después de la publicación de la obra, Gaizka Urresti (‘Abstenerse agencias’) se ha vestido de aragonés una vez más para dar una renovación a su filmografía con una disparatada comedia hecha por y para todos los aragoneses. Al menos en lo que a tópicos se refiere. Porque ‘Bendita Calamidad‘, por encima de todo, es una película que pretende crear el bálsamo más eficaz para los tiempos de sequía económica e incertidumbre que vivimos todos los españoles: la risa.
Y en gran medida lo consigue. Gaizka Urresti nos conduce mediante una combinación de road movie y buddy movie a la española por un esperpento valleinclanesco ubicado en las faldas del Moncayo. El disparate puede ser un arma de doble filo para el cine español, pero esta vez el tiro de la escopeta nacional vuelve a dar en la diana con el uso de los tópicos y los estereotipos. A medida que avanza la película, ‘Bendita Calamidad‘ deja de lado el absurdo on the road para dar ese giro de guión preciso que convierte el filme en un nuevo género cercano a la acción y la aventura sin perder de vista la comedia en todo momento. Los que vean en ‘Bendita Calamidad‘ una especie de ocho apellidos aragoneses es que están ciegos o no quieren ver la realidad. Aquí no hay un conflicto amoroso con tintes geopolíticos. Gaizka Urresti ha resucitado a Max Estrella, lo ha dividido en dos hermanos de Los Fayos y los ha puesto a conducir una furgoneta con el obispo de Monzón en la parte de atrás, gafas de buzo en los ojos y bola china en la boca incluidos. Con una cintica de la virgencica del Pilar incluida, por supuesto.
‘Bendita Calamidad‘ es, por encima de todo, una película aragonesa. Pero en ese respeto por la tierra aparece de fondo la exaltación involuntaria a la cultura popular de España.
Y es que ‘Bendita Calamidad‘ ya es denominación de origen de Aragón. Desde Tarazona hasta el Moncayo, desde Cariñena hasta Calanda, desde el acento de Jorge Asín a la hermosa voz de Carmen París. Pero ‘Bendita Calamidad‘ también es «marca España». Desde la piel de toro hasta lo más profundo de la tierra, desde el arquitecto corrupto hasta el amiguismo por puro interés, desde la ingenuidad de los más pequeños hasta la siesta después de comer a la fresca. El propósito territorial de Gaizka Urresti nace en las empresas y organismos oficiales que han colaborado con la película y se sostiene de manera precisa con las aportaciones artísticas de todo el elenco interpretativo surgido de la mata. Sólo por eso la película ya debería caer simpática, pero si además te hace pasar un buen rato en la butaca y te hace olvidar los problemas del día a día… ¿Qué más se puede pedir?
Puede que esa territorialidad inherente a la película pueda ser una traba para ‘Bendita Calamidad‘ cuando el último trabajo de Gaizka Urresti cruce las fronteras aragonesas. El éxito en el cine, como la historia ha probado en el pasado, depende de muchos factores encabezados por la suerte. Habrá que esperar a enero, fecha prevista para que ‘Bendita Calamidad‘ se distribuya y estrene lejos de Aragón. Lo que está claro es que ‘Bendita Calamidad‘ ha demostrado que en nuestra tierra, además de saber hacer cine, también sabemos hacer humor. Aunque sea a base de embutido, bota de vino y crucifijos de la virgen del Pilar. Porque somos así. Porque Aragón también es una bendita calamidad.