A lo largo de gran parte del año 1967, los enemigos de Iron Man encontraron su origen en países orientales, desde el Mandarín al Hombre de Titanio. Panini Comics se envuelve de clásicos inmortales que definirían buena parte de las historias fundacionales de Iron Man.
El fabricante de armas y donde usarlas
Industrias Stark era una empresa cuya principal fuente de ingresos era la fabricación de armas para el Ejército de los Estados Unidos, no en vano la armadura de Iron Man es una de las armas más avanzadas concebida jamás por un hombre, aunque sea en la ficción.
Lo que sí es abrazar la realidad en estado puro es identificarse en contra del enemigo que en ese momento definía el panorama internacional para los estadounidenses, el terror proveniente de oriente, sobre todo de países donde sus pobladores muestran como característica física relevante el tener los ojos rasgados.
En 1967 los norteamericanos llevaban ya tres años enviando tropas a Vietnam del Sur para combatir a sus hermanos del norte que pretendían anexionarse el país y someterlo al yugo comunista, que diría cualquier periodista de la época que apoyase las medidas del entonces presidente Lyndon B. Johnson.
Por eso encontrarnos con el Mandarín, de origen chino, o con el Hombre de Titanio, Boris Bullski, un ruso de la entonces República Soviética de Ucrania (al servicio de un científico vietnamita), refuerza el propio inicio de las aventuras de Iron Man, cuando creó su armadura en aquellas tierras de Vietnam (aunque ahora la historia oficial lo haya redefinido como la Guerra Sing-Cong, porque ya no cuela aquello de que Tony Stark creó su armadura hace sesenta años).
El rival clásico para muchos héroes de entonces, ese que representaba las intrigas más oscuras y mezquinas, el que quería acabar con el modo de vida occidental. Pero no serán los únicos que darán que hablar, también pasarán por aquí el Fundidor o el Hombre Topo. Como denominador común, todos comparten no aparecer por primera vez en estas páginas, ya estaban siendo reutilizados, algunos provenientes de otras colecciones.
El regreso del playboy
Durante buena parte de las entregas anteriores a este volumen, el triángulo amoroso establecido entre Tony, Pepper Potts y Happy Hogan había ido cobrando cierta relevancia. Durante el conflicto con el Hombre Topo tenemos la oportunidad de ver como Iron Man acude al rescate de una desvalida Señorita Potts.
Parece una buena ocasión para que Stark aproveche el momento y destaque en el corazón de Pepper, pero ya es demasiado tarde, Potts ya se ha fijado en Hogan y eso va a dejar a Tony situado de nuevo en la rampa de salida para buscar nuevos romances. Aunque no podamos asistir a ello, la boda entre los dos trabajadores de la empresa tiene lugar poco después, quedando su narración como una breve anécdota no sin relevancia para el futuro.
La mayor parte de las aventuras recogidas en este tomo no son autoconclusivas, alargándose dos o hasta tres números, algo lógico cuando nos enfrentamos al hecho de que Iron Man compartía la cabecera de Tales of Suspense con el Capitán América, por lo que aquellas historias se veían reducidas a solo doce páginas por episodio, por las once que quedaban destinadas a Steve Rogers. Por ello estamos ante lo que se trataría de un comic-book normal o en el mejor de los casos uno de mayor duración sin llegar a la consideración de los Giant-Size de cuarenta páginas.
Gene Colan que estás en los cielos
Eugene Jules Colan contaba con cuarenta y un años cuando llevó a cabo este trabajo. Por aquel entonces era uno de los dibujantes más activos de Marvel, pasando por cabeceras como Daredevil o Namor, el Hombre Submarino (Tales to Astonish compartida con El Increíble Hulk).
En todas las colecciones por las que fue pasando dejó un tremendo trabajo que se hace extensivo a su etapa en Iron Man. Gene nos dejó a los ochenta y cuatro años en 2011 por culpa de un cáncer hepático. Puede que pocos lo recuerden pero Colan es el cocreador de personajes tan relevantes como el Capitán Marvel original o la primera alineación de Los Guardianes de la Galaxia, además de ser el primero que dibujó al Halcón, Sam Wilson, en las páginas del Capitán América.
La Tumba de Drácula terminó por encumbrarlo al Olimpo de los artistas de cómics pero la forja de su carrera la hizo entre los superhéroes, dibujando rostros que resultaban muy familiares, diferenciales, dotando de vida propia a secundarios y todo tipo de villanos, que trascendían a su simple papel de servir de saco de golpes del héroe de turno.
Stan Lee no estaba de lo más inspirado en estas entregas de Iron Man, de ahí la poca creatividad demostrada a la hora de imaginar nuevos enemigos, pero al menos consiguió dotar de entretenimiento a la cabecera del cabeza de lata, incluso hacernos ver que las amenazas superan las capacidades de una armadura impresionante, sin dejar de enseñarnos que Tony Stark tiene un corazón, pero sobre todo un empuje imparable que le deja brillar como un hombre inteligente, no solamente fuerza bruta transistorizada.