Con una premisa bastante atrayente uno esperaría que el remake aportase algo nuevo a la historia original pero es que no hay nada nuevo en esto en Enganchados a la muerte
En 1990 se estrenó Flatliners (en España ‘Línea mortal’) la original, porque de la que vamos a hablar es un remake, aquí llamada ‘Enganchados a la muerte’ (otra de esas traducciones de títulos sin pies ni cabeza).
Aquí repite Kiefer Sutherland interpretando al profesor de medicina de un grupo de estudiantes que decide llevar a cabo un experimento: detener su corazón y ver qué es lo que pasa cuando se sufre esa parada cardiopulmonar. Nuestro amigo Kiefer, o el personaje que han creado para él, imita sin tapujos al doctor House hasta en el bastón. ¿Para qué vas a crear un personaje novedoso, con toda la dificultad que eso entraña, si ya existe uno para plagiarlo?
Con una premisa bastante atrayente uno esperaría que el remake aportase algo nuevo a la historia original pero es que no hay nada nuevo en esto. Los sustos funcionan por momentos pero no son más que trucos de artificio baratos: golpes de música, una cara que aparece en pantalla de repente, un grito… poca cosa. En gran parte el problema es que los guionistas Ben Ripley, Stephen Susco, y Peter Filardi no consiguen crear verdadera tensión a través de la historia. Eso sí, lo que hacen sin pudor es explicar hasta la última coma de lo que cuentan. Incluso una voz en off final (que no habíamos oído en toda la película) resume la moraleja de todo esto, todo bien masticado y bien baratito. No sea que alguien no pille el significado de tan poco profunda cinta.
La música de Nathan Barr la hemos oído en todas y cada una de las cintas de terror del mundo. Ni una nota se sale de los márgenes establecidos por el género. Si alguien me dijese que para componer la banda sonora se han reciclado trozos de otras bandas sonoras, me lo creería sin dudar. La película la dirige Niels Arden Oplev pero la podría haber dirigido un muñeco porque, de nuevo, ni hay ni una sola gota de autoría. Niels Ha trabajado mucho en televisión y eso se nota, sabe amoldarse bien a los géneros y hacer productos sin una pizca de manufactura.
Si existiese una fábrica de películas este sería su modelo más estandarizado. Cuando comes pizzas congeladas te das cuenta de varias cosas, están malas, están hechas con productos baratos y nocivos para la salud y sobre todo: saben todas igual. Con ‘Enganchados a la muerte’ pasa lo mismo. No es muy buena, pero si lo que quieres es una cinta de género más para tu gaznate te la puedes comer, si tienes mucha hambre.