¿Quieres saber qué es lo mejor y lo peor de la última película de Matthew Vaughn? Esta es nuestra crítica de ‘Kingsman: El Círculo de Oro’.
Solía decir Valle-Inclán que la imagen más bella es absurda en un espejo cóncavo. Que el sentido trágico de la existencia sólo se puede alcanzar a través de una estética sistemáticamente deformada. En España hemos llevado estas misivas a la calle. Ahora, inmersos en un nuevo callejón de los espejos, navegamos sin rumbo hacia el esperpento patriótico. Uno más. Como si cogiéramos la vida y la estiráramos hasta desfigurarla. Hasta convertirla en la propia hipérbole de la parodia. Exactamente como el propio Matthew Vaughn ha hecho con ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘.
Vaughn siempre ha sido un director proclive a combar, alterar y distorsionar los géneros que recibe. A poco más se ha reducido su carrera cinematográfica en los últimos años que a ser el fetiche audiovisual de Mark Millar. Un guionista de cómics que no es precisamente la panacea de la cordura. Todo queda en Escocia. Especialmente si hay whisky de por medio. Pero dentro de la parodia también hay límites. ‘Kingsman: Servicio secreto‘ (2014) bailó con mucha corrección dentro del género de espías. En su momento vino a ser la alternativa a ‘James Bond‘, como ya lo fue en su día ‘Jason Bourne‘.
Es una película gamberra, divertida, sencilla y llena de acción.
Algunos críticos de cine pensaron que ese era el sendero de Vaughn. Pero sólo hay que repasar la filmografía y el estilo de este cineasta para darse cuenta de que buscar en esta saga dicha senda es como pedirle a Menipo de Gadara que deje de ser un cínico. ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘ viene a ser ‘Kingsman: Servicio secreto‘. Gamberra, divertida, sencilla y llena de acción. No destaca precisamente por desmarcarse de la primera entrega. Todo lo contrario. La secuela de la franquicia ha recogido la herencia de la primera película y la ha desfigurado. La ha expandido.
En ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘ la parodia se ha sublimado. Se ha hecho mayor y se ha independizado. Vaughn no ha tenido que controlar en esta ocasión la vena millariana. El alma de Millar se derrama en cada escena a través de una dirección soberbia que pone de relieve el amor de Vaughn por el mundo del cómic. Una combinación perfecta de dirección, fotografía y diseños de producción que dan como resultado una estética prácticamente calcada a la que podrían ofrecer las viñetas de una obra del noveno arte.
Aquí todo es tan surrealista que podría ser y no ser al mismo tiempo.
La propia banda sonora original de Henry Jackman y Matthew Margeson tiene más de película de superhéroes que de film de espionaje. O thriller. ¡Como queráis etiquetarlo! Uno puede pensar en el trabajo de Alan Silvestri en ‘Los Vengadores‘. O de Tyler Bates en ‘Guardianes de la Galaxia‘. En ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘ los personajes no vuelan, pero casi. No llevan mallas, ni capas, ni antifaces. Pero casi. Aquí todo es tan -mal denominado- surrealista que podría ser y no ser al mismo tiempo, resolviendo para siempre la paradoja shakesperiana.
Sin embargo, dentro de la macarra diversión que Matthew Vaughn sostiene en esta bendita hipérbole de la parodia que es ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘ hay una complicada realidad. Quizá conviven dos dentro de un mismo problema. Sí, es cierto. Esta secuela ya no sorprende. No nos cuenta nada que no sepamos o no hayamos visto antes. La única bomba de relojería que Vaughn tenía entre manos era el regreso de Colin Firth y ya se encargó 20th Century Fox de reventar la dinamita en la promoción de la película.
El mayor problema de ‘Kingsman: El Círculo de Oro’ no es sólo la repetición de la fórmula, sino también de la estructura narrativa.
Pero dentro de esa inevitable repetición de la fórmula -aun estirándola todavía más- hay algo que Vaughn no tiene en cuenta. O no se ha parado a pensar. Quizá sí, y está jugando con nosotros. Pero ‘Kingsman: El Círculo de Oro‘ tiene la misma estructura narrativa que su predecesora. Calcada al detalle. Da igual que viajen de un lado para otro. Y que nos presenten una nueva agencia de espionaje que bien valdría su peso en spin-off. O que incluso el relevo generacional de Taron Egerton con un Channing Tatum desenfocado al final del film deje la puerta de la franquicia semi-abierta.
El pensamiento esta película es lo mismo. Pero más. Sí. Gamberra, divertida, sencilla y llena de acción. Y no necesitamos nada más. Absolutamente nada más que una cinta gamberra, divertida, sencilla y llena de acción. Porque solía decir Valle-Inclán que la imagen más bella es absurda en un espejo cóncavo. Pero, ¿qué sucede si pones la imagen más absurda en un espejo cóncavo?