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Cine de culto

Especial trilogía de la venganza: ‘Oldboy’ (segunda parte)

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Continuamos con la reseña de ‘Oldboy’, film de culto de Park Chan-Wook

La película comienza con Oh Dae-su sujetando a un individuo de la corbata, al borde de una azotea, una imagen nada casual aunque lo parezca. El personaje es a la vez juez y verdugo de una persona que desea suicidarse. Más adelante, la imagen tiene un paralelismo en la otra persona con la que se bate en duelo Oh Dae-su, la cual recrea el mismo episodio en sus carnes un día del pasado, donde tuvo que hacer lo mismo pero sin tener la misma frialdad ni la misma seguridad. Bienvenidos a ‘Oldboy’.

Tras este prólogo vemos quién es realmente Oh Dae-su y, sobre todo, nos hacemos eco de la premisa de ‘Oldboy’: un hombre secuestrado y encerrado en una habitación durante 15 largos años sin saber ni quién ni por qué, curiosa y atractiva premisa con la que juega el director de la cinta desde los primeros compases, jugando a partir de ahí entre la acción (y su subgénero de venganza) y el ‘thriller’, todo eso tamizado por un estilo más europeo que japonés con el que triunfó en todo el mundo.

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La historia de ‘Oldboy’ se va tejiendo tanto para el espectador como para el personaje, pues no hay dato que sepamos más allá de los que sabe el protagonista y lo hace pasando de lo violento a lo cómico, a veces lo más lúdico posible.

Como ya dijimos en la primera parte de esta crítica días atrás, ningún personaje masculino es bueno o malo (exceptuamos así el personaje femenino de Mi-do, cuya bondad e inocencia están fuera de toda duda) y el personaje principal, el cual evidentemente debe generar empatía, es el hecho más claro de estos personajes llenos de aristas y claroscuros: un hombre que sobrepasa los cuarenta años con rasgos claramente psicóticos y que ve cómo su realidad se va distorsionando mientras vive enclaustrado. Tras esto, es un hombre de las cavernas, un endurecido ciudadano que no tiene mayor razón para vivir que la de querer saber el por qué de su cautiverio. La curiosidad, como siempre, algo tan humano a la par que problemático en ocasiones.

El proceso de endurecimiento en ‘Oldboy’ lo vemos en tres momentos continuados y a distintos niveles.

Espiritual, dado que vemos cómo deja de importarle la muerte, con la interacción ante el hombre que violentamente se suicida delante de sus narices. Oh Dae-su ni siquiera echa la vista atrás. Físico cuando se enfrenta a la banda callejera motivado por la calada de un cigarro que no prueba hace más de una década. Y por último, mental cuando se alimenta del gran pulpo vivo ante la incrédula mirada de Mi-do, en una de las escenas más recordadas de la cinta. Ya nada le importa a Oh Dae-su. Es otra persona. Alguien que, al contrario de lo que quizás su raptor quisiera conseguir, está decidido a llegar hasta el final para hallar la verdad, cueste lo que cueste, pues todo lo ha perdido, tanto su familia como su humanidad.

Lo interesante de este punto es el hecho de que el espectador también puede preguntarse más allá del primer visionado si, dado que el protagonista no era ningún santo (tenía decenas de amantes, había pegado o vejado a la gente…) el propio Oh Dae-su siente en algún momento que merecía una pequeña parte de ese castigo tan grande como es coartar a una persona la libertad.

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Por otro lado, las escenas de peleas y violencia salpican el filme con una belleza u originalidad poco vistas en el cine actual, donde se recurre con gratuidad a los efectos visuales o a los rápidos movimientos de cámara. En esta ocasión nos damos cuenta de estar ante un cineasta diferente, con escenas como la de la lucha de Oh Dae-su contra una veintena de hombres en un sórdido pasillo, filmado en plano secuencia con un elegante travelling lateral o con planos como el del martillo en alto con puntos discontinuos que marcan su objetivo, que hará sonreír a más de uno.

Mención especial merece la relación que hace el director a través de las hormigas y el simbolismo de estas hacia la soledad. Oh Dae-su comienza a verlas en su encierro, como una paranoia. Mi-do la ve a proporciones gigantescas en su viaje en metro. Dos personajes solitarios que están condenados a entenderse. Magnífico.

En cuanto a lo violento de la propuesta, merecen mención aparte los objetos que usan tanto el protagonista como el antagonista.

Uno, el que se ha quedado anclado en el pasado y se ha perdido media vida, solo ataca con armas y objetos rudimentarios: palos, martillos, tijeras. El otro por el contrario un personaje mucho más sofisticado y tecnológico, ataca con pistolas o incluso con un cd virgen que termina usando como arma blanca, signos inequívocos del entorno en el que se mueve cada uno.

Y al hablar de este personaje tan extremo, el villano de la función, enseguida me viene a la mente la fotografía y su relación con la dirección artística y el vestuario, aciertos a tener en cuenta. Nuestro personaje siempre aparece con tonos apagados, aunque le envuelven en muchas ocasiones tonos verdes de esperanza, ya sea en exteriores o en interiores. Mi-do, la sensual, infantil y deseada Mi-do, se rodea en su mayor parte de tonos rojos que afianzan ese deseo, y por último el villano de la función, que viste de traje y para el cual se opta por colores metálicos, serios y azulados.

La banda sonora merecería una crítica única, pues todo su “score” es una auténtica gozada, incluyendo un par de temas de los que simplemente pasan a la historia. Es difícil que nadie haya tarareado de memoria la melodía principal días después del visionado de la cinta, recordando de esta manera alguna escena de la misma.

Y dejémoslo aquí por falta de espacio. Bueno no, el final. La película es buena, pero el final es apoteósico, estremecedor e increíblemente creíble. Para el que esto suscribe, uno de los diez mejores finales que ha visto de la historia del cine, por lo que tras el término de la cinta es como si alguien te hubiera asestado un puñetazo en la boca del estómago. Será difícil que respires con normalidad durante unos instantes. “Oldboy” es eso y más, pero lo dicho, nos quedamos sin espacio para seguir hablando de ella. Será mejor que la vuelvas a ver. Y si no la has visto, estás de enhorabuena. Acabas de ganar un visionado a la que posiblemente sea la mejor película que veas este año.

Lo mejor: es icónica, diferente, con un estilo único.

Lo peor: su primer visionado puede resultar algo confuso en varios momentos.

Puedes leer aquí el primer texto dedicado a ‘Oldboy’ o la crítica de ‘Sympathy for Mr. Vengeance’.

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