Crítica de Glass, la nueva película de M. Night Shyamalan.
Hay que reconocerlo, M. Night Shyamalan se lo ha tomado con calma. Con mucha calma, ya que El protegido se estrenó en el año 2000 y ya entonces en declaraciones y entrevistas comentó que su idea era hacer una trilogía sobre el tema; lo que nadie podía imaginar es que en realidad jamás había dejado de dar vueltas sobre ello. Pero ahora ya tenemos Glass en el cine.
En 2016 llegó, y sorprendió, la película Múltiple en la que James McAvoy dejaba claro lo buen actor que era (por si alguno tenía dudas), y por su lado el creador retornaba a lo que había comenzado a narrar tres lustros antes prometiendo que el final estaba por venir.
Ahora ya se ha cerrado todo. En Glass (Cristal), el elenco protagonista de ambas películas se une en un filme que se adentra de nuevo en el mundo de los superhéroes, pero con la diferencia notable de que ahora el público está sobradamente familiarizado con todo ello (lo que no sucedió en el 2000, a pesar de que muchos defendimos El protegido entonces y por años).
La espera ha valido la pena, mucho
Sí, otros tantos dirán que no, algunos solo habrán visto la entrega final y se habrán perdido por el camino, ¡incluso está los que se ríen en la sala! (y esto lo digo por experiencia propia mientras la veía esta misma tarde), pero da igual ya que M. Night Shyamalan sabe muy bien qué hace y de nuevo ha encontrado su camino.
Con Glass (Cristal) se cierra una historia (varias, de hecho) pero a la vez se abren otras tantas. El universo siempre es mucho mayor, hay sorpresas que esperan al espectador y también a los fieles seguidores del director.
Y sí, sé de sobra que más de uno no estará de acuerdo conmigo (y con otros tantos), pero también sé que dentro de veinte años seguiremos hablando de esta película.