Frank Miller, el hombre que cambió a Batman para la posteridad, regresa al universo que dio vida, para mostrar las nuevas luchas, las de hoy.
Una nueva generación de héroes llega. Hijos de los antiguos titanes, su relación lejana con la humanidad puede costar a la Tierra su caída en las garras de la antivida, de Darkseid pero contra la autoridad despótica, surge la revolución. El regreso de Frank Miller a los cómics tras su larga y dura lucha contra una enfermedad que aún acusa, ha sido más celebrado que su primera entrega del Caballero oscuro.
El autor se muestra combativo ahora tanto como lo fue en sus tiempos, y sigue trabajando en el mundo que le ha dado sus mayores éxitos. No le ha faltado polémica en su vuelta al trabajo, pero lo que es seguro, que mejor o peor, cuando hace un cómic, no lo hace solo para contar una aventura.
Frank Miller regresa al mundo que creó para su obra hace ya más de 20 años y esta vez ni Batman ni Superman aparecen. Porque el mundo ha cambiado, las reglas son otras, y los nuevos héroes deben dar un paso hacia delante y luchar por lo justo, y hacerlo a su manera. El escritor tiene claro le carácter combativo que tienen que tienen las nuevas generaciones, o que deberían tener, y con Lara y Jonathan establece la relación de los más jóvenes, que quieren cambiar el mundo, con los que acabaron hastiados de hacerlo sin resultado, y con Carrie, que sigue luchando por esta última generación. No es conde Miller en ningún momento su símil con la actual situación mundial, con apariciones de Greta Thunberg y Donald Trump, este último como marioneta de los grandes males del mundo, personificados en el Joker y Darkseid.
A través de estos personajes, y su situación tras las obras previas, deja claro su opinión sobre el estado actual de la democracia, robada al pueblo, del mundo, envenenado y muriendo, y aunque Darkseid sea un alienígena, lo hace gracias a los hombres, es a través de ellos que sigue exprimiendo la vida a todo. Miller no es precisamente sutil en las comparaciones y los símiles, la obra es una metáfora para hacer una llamada a las armas contra el poder establecido y su manipulación a través de medios, y de su intención, totalitaria y egoísta. Con su estilo propio, rápido, acción constante y con un texto discursivo de voz en off, diálogos cortantes y concisos, con frases lapidarias casi a cada página, Frank Miller deja claro que su espíritu no se ha visto afectado como su cuerpo, y, quizás, esté aún más peleón que cuando era joven.
Si algo destaca en este tomo autoconclusivo, es en su dibujo. Porque pocas veces veremos un acierto tan grande en la elección de artista, Rafael Grampa es un gran autor, y esta obra no creo que resultara igual con un dibujo diferente Con aires a Frank Quitely, Michael Fiffe y al mismísimo Frank Miller, el brasileño se da un banquete de escenas espectaculares y de acción sin límite. A la vez que representa a la perfección la ira de una generación contra el poder que ha infectado e inmovilizado su mundo, abocándolo al desastre. Con una línea feista, llena de curvas y con una anatomía deformada, Grampa es capaz de transmitir tanta fuerza en sus viñetas que mejora el guion de Miller, que recibe un gran empujón en su discurso de revolución y rebelión.
En pocas palabras El Regreso del Señor de la noche: El chico Dorado es una historia corta de empoderamiento para las nuevas generaciones, un manifiesto de acción para aquellos que tienen que cambiar el mundo. Dentro del cómic no es nuevo, pero es gráficamente llamativo, y directo, por lo que resulta un agradable añadido a las lecturas hoy día.